Los organismos vivos se adaptan continuamente a los cambios del entorno. Los seres humanos nos adaptamos a las situaciones que vivimos, a las relaciones que tenemos, a las circunstancias de nuestro hábitat. Cada cambio en el entorno es una invitación a evolucionar.
La investigadora Anna Gislén, de la Universidad de Lund en Suecia, realizó un estudio sobre la perfecta visión bajo el agua de los niños de la tribu Moken, nómadas marinos, que viven en un archipiélago del mar de Andamán, en la costa oeste de Tailandia.
A la mayoría de las personas nos falta definición para ver claramente bajo el agua.
El fenómeno de la refracción nos impide una buena visión submarina. Los rayos de luz sufren una desviación al pasar de un medio a otro: somos capaces de enfocar perfectamente en el aire pero no en otro medio. Por eso utilizamos gafas de bucear, para colocar aire entre el ojo y el agua.
Sin embargo, los niños Moken son capaces de sumergirse más de quince metros y distinguir perfectamente almejas, conchas y otros moluscos comestibles. Todos los días, cuando la marea sube, estos niños se lanzan al mar para conseguir alimento.
Lo que para ellos es habitual llamó la atención de investigadores de la visión ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo han desarrollado este talento? Y es más, ¿Puede ser aprendido?
Gislén viajó a la isla y realizó diversas pruebas con los niños: “Tenían que sumergirse bajo el agua y colocar la cabeza sobre un panel. Desde allí podían ver una tarjeta donde se presentaban líneas verticales u horizontales. Una vez que habían mirado a la tarjeta, debían regresar a la superficie para informar de la dirección de las líneas. Cada vez que se sumergían, las líneas eran más delgadas, haciendo su tarea más difícil”. Resultó que los niños Moken pudieron ver dos veces mejor que los niños europeos que llevaron a cabo el mismo experimento en una fecha posterior.
La investigadora, concluyó que estos niños habían aprendido a usar sus ojos de manera adecuada bajo el agua.
Los niños Moken pueden constreñir el tamaño de sus pupilas hasta el límite máximo conocido en los humanos y esa capacidad, conocida como acomodación de cristalino, les acerca a la visión de animales marinos como los delfines.
Sin duda, esta es una prueba más de la capacidad del ser humano para adaptarse al medio. La Bioneuroemoción considera toda situación de dificultad como una oportunidad para la adaptación y la transformación. La rigidez impide el cambio; la flexibilidad permite la transcendencia y la superación como personas.
Igual que la vista de los niños con ojos de delfín se adapta al agua para asegurar su supervivencia facilitando encontrar alimentos, nuestro cuerpo está en constante diálogo con el entorno y se adapta a él para invitarnos a evolucionar. Lo relevante en el caso de los seres humanos es que, ante una situación de dificultad, la respuesta de nuestro cuerpo se relaciona con nuestras interpretaciones y con las emociones que sentimos.
EnricCorberaInstitute.-