Saltar menúes de navegación e información institucional Teclas de acceso rápido

El clima hoy en:

-

- -

El dólar hoy: (BCRA)

$854,0 / $894,0

Política
Política

Política de partidos, política partida

Un humorista vasco hace notar que en castellano "líder" se lee al revés "redil" (corral de ovejas). Esto posiblemente sea algo más que una mera coincidencia o una curiosidad. Por lo pronto, el líder y el redil son la imagen en el espejo uno de otro, es decir, una imagen invertida. Y uno no existe sin el otro, se necesitan mutuamente.

"Partido" es una palabra que quiso y pudo ser prestigiosa. La teoría los presenta como la articulación entre el Estado o sociedad política y la sociedad civil, por lo tanto prestadores potenciales de un servicio importante.

Pero a fuerza de desengaños y de no interesarse mucho en la teoría, la gente ha llegado a entender otra cosa y resignarse. En el mejor de los casos, por necesidad o incluso ya por costumbre, no espera más servicio que al tender la mano le pongan algo en ella.

Partido viene por supuesto de "partir", dividir, fracturar, quebrar, seccionar. Quiere significar que si hubo algo entero por la misma existencia de los partidos ya no lo es. El significado de secta es el mismo, porque "sectar" o seccionar, significaba partir, dividir.

A las agrupaciones políticas incipientes, muy anteriores a la edad moderna, los antiguos les decían "secta", no para significar lo que hoy entendemos por esa palabra, sino algo más próximo a "partido". Aquellos partidos-sectas eran de base religiosa, hoy se han despojado de ella pero no por eso son menos "partidos". Existieron por ejemplo en el Helenismo y en Israel, como el movimiento de los Macabeos contra los seléucidas o luego para oponerse al imperio romano. A una de ellas alude el evangelio como encabezada por Simón Pedro, el primer Papa cristiano.

Los partidos modernos tienen poca relación con aquellas sectas políticas históricas. Son hijos del capitalismo, no anteriores al siglo XVII. Responden a intereses relacionados con las clases sociales. Tienen la misión de representarlas y expresar sus puntos de vista, pero no pueden resolver las contradicciones entre ellas.

Si lo intentaran, transgredirían los límites que la “democracia” capitalista les impone con el fin de salvaguardar la misión esencial del Estado de garantizar el dominio de una clase sobre las otras.

Si un animal o un ser humano están en una situación contradictoria permanente que no pueden resolver, se vuelven neuróticos. Un partido dentro del capitalismo en una situación equivalente no tarda en “neurotizarse” de alguna manera: por ejemplo corromperse y degenerar hasta no ser capaz ya de responder a su tarea de “articular” nada. Recuperaría la salud solo si rompe los moldes en que está obligado a desenvolverse.

Su crisis deriva de las condiciones en que le es permitido actuar, que van de mal en peor. Las sectas políticas de sociedades anteriores se expresaban en términos religiosos o teológicos, en el capitalismo la expresión debe ser económica desde que se entiende que la economía está en la base de la sociedad y la decadencia tomará un aspecto también económico: el soborno, la corrupción, la coima.

El que gobierna no se muestra
Actualmente, los políticos que transaron para modificar la constitución con el fin de que el ya fallecido ex presidente Carlos Menem sea reelecto pusieron un artículo que considera a los partidos el fundamento de la democracia, con lo que dicen involuntariamente quizá más de lo que querían.

Por lo pronto se perfilan como una clase cada vez más cerrada y con tendencias vitalicias si no hereditarias que se distribuye beneficios en calidad de efectivos representantes del poder real y representantes supuestos del pueblo.

Este poder real no aparece todavía tal cual es, pero algo ya hizo en Italia y en Grecia, donde creyó llegado el momento de imponer abiertamente gobiernos a su gusto. Otras elecciones han producido otros problemas en Francia y Grecia, de modo que es posible que la evolución siga con un desenmascaramiento mayor.

La consideración del poder que saca y pone gobiernos en el Primer Mundo sin atender a procedimientos democráticos, elecciones ni parlamentos, llevaría a analizar sociedades, algunas secretas, que en realidad no son sectas sino organizaciones financieras que empiezan a conocerse mejor.

Su finalidad no es embaucar sino prever, programar y mandar. Su tratamiento excede las sectas y obligaría a considerar desde los Illuminati de Baviera, que algunos dicen que ya no existen pero ¡quién sabe!; a la masonería, que languidece con la misión cumplida, pasando por Skull & Bones, hasta el grupo Banderbild, que está vivo activo y dominante en discreta penumbra, y varias otras.

Estas sociedades, seguramente fraternalmente relacionadas entre sí, continúan lejanamente otras como los Rosacruces, de las que pueden haber tomado el molde pero en condiciones muy diferentes, quizá solo para el secreto o la reserva.

Son esencialmente profanas y su misión es asegurar y acrecentar el predominio del capital financiero. Hasta donde se las puede juzgar por sus efectos, funcionan como comisión directiva de clubes de plutócratas que cada vez más tienen a su servicio todas las otras actividades humanas, políticos y científicos incluidos.

Puntos de contacto
Las sectas tienen indefectiblemente un líder carismático: los partidos con frecuencia también, y cada vez más reúnen la gente bajo una personalidad y menos en torno de ideas.

Se trata de una de tantas semejanzas. Otras son: Obedecer a lo que dice la secta, lo que también se llama "disciplina partidaria".

La secta existe para mejorar el mundo, como los partidos para procurar el bien común, pero con frecuencia se trata de mejorar la vida de los líderes o de los dirigentes cuando llegan a posiciones de poder.

La secta quiere y busca muchos adherentes, como los partidos que se suelen vanagloriar de los porcentajes que acumularon en cada elección. No dependen en realidad de las ideas, pero saben cuánto importa para ellos el número, la mera cantidad. Los sectarios deben buscar adherentes y los partidarios llegan a repartir boletas falsas de afiliación para engrosar sus padrones. Siempre son necesarios sirvientes dentro de la secta o chicos dispuestos a pegar carteles en los partidos.

La secta tiene razón siempre, la razón es simplemente lo que dicen los líderes y no se discute. En los partidos se puede reconocer a un partidario leal por la repetición de consignas y la repulsión por cualquier signo que delate a otro partido. Una vez que reciben las instrucciones sobre un tema cualquiera de los jefes, ya tienen la explicación y pueden sentirse seguros. Ninguna otra cosa puede tomar el aspecto de la verdad.

La secta y el partido reclaman esfuerzos y sacrificios por la causa. Los sectarios están a veces o creen estar siempre en peligro, ya que el mundo que los rodea es malo.

Los sectarios inventan elaboradas ceremonias que subrayan el valor de la pertenencia al grupo. En los partidos hay banderas, tambores, cánticos, a veces balazos, como signos típicos del grupo.

El poder del voto
Un socialista español de las islas Canarias, Antonio Aguado Suárez, bastante desencantado, dice con apariencia inobjetable: "El deterioro (de los partidos) se produce en la alta política, donde hay más intereses creados, confundiéndose los generales con los particulares. Los dirigentes a esos niveles han creado o modificado las estructuras de sus partidos políticos, haciéndolas o adaptándolas a su imagen y semejanza, para entre otras cosas poder mediatizar o secuestrar desde las instituciones a sus respectivas organizaciones políticas".

Y más adelante: "esas mismas estructuras jerarquizadas casi como de sectas religiosas, son las que permite que se pueda llevar a cabo otro de los grandes problemas de la democracia: la profesionalización de la política y tener que soportar a políticos a perpetuidad y en muchos casos, si la abandonan, es para pasar a engrosar la nómina de los consejos de administración de grandes empresas, de sectores y servicios esenciales o claves, que previamente han privatizado como el del abastecimiento de agua o energía y entidades bancarias".

Luego propone una solución extrema, que provocará el chillido de los "demócratas"que entienden que los males de la democracia se combaten con más democracia:

"Es patético e indignante comprobar la utilización de instituciones como el Senado, cámara inservible pero que nos está costando según los presupuestos sólo de este año 51.741.830 euros, para enviar a los políticos decadentes o conflictivos que no saben sus respectivos partidos políticos qué hacer con ellos. Es evidente que por higiene democrática y ahorro presupuestario, esta institución debería ser disuelta".

¿Y si en vez de eliminar el senado porque los políticos son corruptos (indignándose, pero sin explicar porqué) eliminamos la corrupción junto de la fuente de donde brota? Acá cabe recordar otra vez el lema de Spinoza, al que agregáramos "no indignarse": "no lamentar ni detestar, sino comprender".

Para Aguado Suárez no parece aplicable la sentencia "senatores boni viri, senatus mala bestia", que viene de muy lejos y tiene el mérito de apuntar a que sean como sean los integrantes de un cuerpo colegiado, las decisiones colectivas son malas, como suelen los textos colectivos quedar por debajo de las cualidades del peor de sus redactores. Para él todo es mala bestia.

Sin embargo, no será posible resolver el problema mientras se sostengan las ideas partidarias, se entienda que hay que partir primero para unir después y que la unidad puede resultar de triunfo de una parte sobre las otras o de la lucha de intereses contrapuestos o de una especie de cancelación mutua del egoísmo que se supone natural en cada uno.

Mientras tanto, la ilusión de poder que se deja subsistir intencionadamente en los ciudadanos, el poder del voto, el derecho a elegir a sus mandatarios, se puede resumir en la frase de una célebre mujer lituana de origen judío exiliada en los Estados Unidos. Expulsada de ese país por "actividades antisociales", Emma Goldman contestó a una pregunta: "Si el voto cambiara algo, ya estaría prohibido".
De la Redacción de AIM.

Partidos políticos Antonio Aguado Suárez disciplina partidaria

Artículos Relacionados

Teclas de acceso