El Premio Nobel de la Paz de 2018 fue otorgado a Denis Mukwege y Nadia Murad por sus esfuerzos para poner fin al uso de la violencia sexual como arma de guerra y en conflictos armados.
La primera merecedora del galardón es Nadia Murad, mujer yazidi de la ciudad de Sinjar, en el norte de Irak, que fue retenida como esclava sexual por el Daesh (autodenominado Estado Islámico). En 2016, a los 23 años, fue nombrada embajadora de buena voluntad de la ONU con el fin de ser la portavoz de la dignidad de los sobrevivientes de la trata de personas.
Denis Mukwege es ginecólogo, cirujano y activista por los derechos de las mujeres. es fundador Hospital Panzi en Bukavu, donde se especializa en el tratamiento de las mujeres que han sido violadas por fuerzas rebeldes y guerrilleros.
“Ambos galardonados han hecho una contribución crucial para centrar la atención en tales crímenes de guerra y para combatirlos”, dijo Berit Reiss-Andersen, presidente del Comité Noruego del Nobel, al anunciar el premio el viernes en el Instituto Nobel de Noruega en Oslo.
Por una vida digna para las mujeres
“Denis Mukwege ha dedicado su vida a defender a estas víctimas. Nadia Murad es la testigo que habla de los abusos perpetrados contra ella y contra otros (…) Ambos, a su manera, ha ayudado a dar mayor visibilidad a la violencia sexual en tiempos de guerra, para que los perpetradores puedan ser responsabilizados por sus acciones”, agregaron desde la Real Academia de las Ciencias de Suecia, que organiza el Nobel.
“Mukwege es el símbolo más importante y más unificador, tanto a nivel nacional como internacional, de la lucha para poner fin a la violencia sexual en la guerra y los conflictos armados. Su principio básico es que ‘la justicia es asunto de todos’. Hombres y mujeres, oficiales y soldados, y autoridades locales, nacionales e internacionales tienen la responsabilidad compartida de informar y combatir este tipo de crimen de guerra. No exageramos aquí la importancia de los esfuerzos perdurables, dedicados y desinteresados del Dr. Mukwege en este campo. Él ha condenado repetidamente la impunidad por la violación masiva hacia las mujeres y ha criticado al gobierno congoleño y a otros países por no hacer lo suficiente para detener el uso de la violencia sexual contra las mujeres como estrategia y arma de guerra”, se lee en el anuncio oficial.
Nadia Murad es miembro de la minoría yazidi del norte de Irak, donde vivía con su familia en la remota aldea de Kocho. En agosto de 2014, el Daesh lanzó un ataque brutal y sistemático contra las aldeas del distrito de Sinjar, que tenía como fin exterminar a la población yazidi. En la aldea de Nadia Murad, varios cientos de personas fueron masacradas. Las mujeres más jóvenes, incluidos niñas menores de edad, fueron secuestradas y mantenidas como esclavas sexuales. Mientras estaba cautiva a manos de los extremistas islámicos, Nadia “Murad fue sometida repetidamente a violaciones y otros abusos. Sus agresores amenazaron con ejecutarla si no se convertía a su versión odiosa e inhumana del Islam”, agrega el comunicado.
Después de una pesadilla de tres meses, Nadia Murad logró escapar de los terroristas. Después, decidió contar públicamente lo que había sufrido en su cautiverio.