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Política
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Representación y traición

Las declaraciones atribuidas al ex presidente Carlos Menem: "si les hubiera dicho lo que iba a hacer no me votaban" suscitaron indignación en su momento en los que terminaron  aceptando que los había engañado.

Las declaraciones atribuidas al ex presidente Carlos Menem:
Las declaraciones atribuidas al ex presidente Carlos Menem: "si les hubiera dicho lo que iba a hacer no me votaban" suscitaron indignación en su momento.

Menem no dijo eso, pero tan obvio era el contenido de la frase, tan bien se acomodaba al personaje, que nadie se detuvo en la falsedad de la atribución. La frase fue del tenista Guillermo Vilas por televisión en 1990 para juzgar al gobierno, entrevistado por Bernardo Neustadt: “Yo creo que si la gente que lo votó sabía que él iba a tomar las medidas que ha tomado después que asumió, no lo hubiese votado”.

La disposición  a engañar en nombre de alguna idea o conocimiento presuntamente superior al del vulgo llevó al "fraude patriótico", expresión debida al general Agustín Justo, presidente de facto.

La finalidad del entrerriano Justo era legitimar con el voto fraudulento el régimen instalado por el golpe militar del  30, debido a que sin fraude ganaban los radicales, como venía sucediendo desde la ley  Sáenz Peña. La palabra "patriótico" servía para adecuar la mentira a la religión del Estado, tan útil a los militares como a los políticos.

Macri al manicomio

La trampa a la llamada "voluntad popular", hecha costumbre,  fue confirmada por Mauricio Macri en una reunión de la Asociación Cristiana de Empresas, un año después de asumir la presidencia:  “Si yo les decía a ustedes hace un año lo que iba a hacer y todo esto que está sucediendo, seguramente iban a votar mayoritariamente por encerrarme en el manicomio".

La política nunca estuvo lejos del asilo de  lunáticos, pero de la distancia que había entre el optimismo de Macri  y la realidad da muestra otra frase del presidente en la misma reunión: "somos la única buena noticia que hay en el mundo, alguna vez nos tenía que tocar"

Carlos no era Facundo

Menem, antes de retomar desde la presidencia las medidas neoliberales de Martínez de Hoz,  "compró" el voto de muchos con su poncho y sus patillas a lo Facundo Quiroga, e hizo pasar similor por metal precioso, técnica que es especialidad de los políticos y de todos los vendedores de humo desde que hay en el mundo algo que vender.

Los Estados Generales fuera de control

Luis XVI llamó a los estados generales en Francia tras un receso sesquicentenario con la finalidad de aumentar impuestos para salvar una crisis severa que había multiplicado la miseria. Los nobles y el clero se opusieron a la idea del tercer estado de votar por cabeza. La idea "un hombre, un voto" no les convenía porque el tercer estamento o "estado" era gran mayoría y en el voto por cabeza ganaría fácil, con el resultado de que los impuestos recaerían sobre ellos. En cambio mediante la votación tradicional a razón de un voto por estamento, la burguesía perdería dos a uno: los votos sumados del clero y  de la aristocracia contra el de la plebe.

Entonces la decisión del tercer estado inició la revolución. Fue constituirse en asamblea nacional mientras el clero y la nobleza no aceptaran participar de la convocatoria del rey. Para eso debían tomarse atribuciones no contempladas en los "cuadernos de reclamos" (cahiers de doléances), donde estaban los mandatos que habían recogido en sus distritos y tenían que llevar a la asamblea general. Eran mandatos imperativos, que debían cumplir obligatoriamente sin agregar ni quitar nada.

Cumplir sí o sí

Los mandatos imperativos eran norma antes de la revolución francesa. En  alguna ocasión, en España, los   representantes fueron ejecutados de regreso a su comarca por no cumplir el mandato  y votar contra los fueros comunales que debían defender.

Pero entonces, al verse la Asamblea Nacional   en   un brete  que destacó el conde de Mirabeau,  el abate  Emanuel  Sieyès dio el paso de cambiar el mandato imperativo por el voto "a conciencia". Fue  posible entonces tomar medidas no contenidas en los cuadernos y dejar al tercer estado las manos libres para tomar iniciativas sin mandato.

Sieyès es  una  figura capital de la revolución francesa. Sacerdote católico tibio en religión, era ardiente en política;  en 1789 escribió "Qué es el tercer estado"  para oponerse al clero  y  a la nobleza,  primer y segundo estamentos. A la pregunta inicial ¿qué es el tercer estado? respondía: "todo" y a ¿qué ha sido  hasta ahora en política?: "nada". Sus teorías políticas fueron forjadas al calor de la lucha más intensa, no en la paz del convento ni del escritorio, sino en discusiones con personajes como Robespierre, Saint Just,  Marat, Dantón, Desmoulins y Hebert.

El mandato representativo

En nuestro sistema político  los elegidos por el voto tienen capacidad de tomar decisiones propias en ejercicio de su función representativa. No deben rendir cuentas a nadie siguiendo a Sieyès, que en 1789 sostuvo que en las personas de los elegidos se  contenía la soberanía nacional, y “la Nación no recibe órdenes de nadie”.

El mandato imperativo, en cambio, implica que los elegidos deben cumplir las instrucciones de sus electores,  son directamente responsables ante ellos y deben atenerse a su voluntad.

Las constituciones modernas en general prohíben el mandato imperativo. Un eco lejano de aquellas disputas en la asamblea nacional francesa es el artículo 22 de la constitución argentina: "el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta constitución".

El argumento para la emancipación del mandato de los electores que consiguieron los elegidos, es salvaguardar la independencia de los legisladores,  cuyos desmanes "independientes" padecemos ahora.

Pero la vieja relación  soterrada subsiste, porque no se puede pretender que en una junta de gobierno, en un club, una cooperativa, los representantes se desentiendan de los representados.

El mandato representativo quitó a los electores  el vínculo  con sus elegidos y lo transfirió a los partidos políticos, que la constitución argentina reformada en  1994 considera  "instituciones fundamentales del sistema democrático".

Partidocracia

El mandato imperativo pasó de los electores a los partidos; éstos se apuraron a imponer a los legisladores una firme disciplina, bajo amenaza de multas y sanciones.

Puede acontecer, y acontece con frecuencia, que el aparato político partidario sancione a algún legislador que se obstina en  respetar la voluntad de los electores. Si procura devolver el mandato a los que se lo dieron, es sancionado si no cumple las órdenes del partido,  que  tiene la sartén por el mango.

El mandato representativo es representatividad sin mandato.  Hizo aparecer el "déficit democrático" o "crisis de representación" que a menudo se denuncia y se lamenta  y  se quiere corregir sin tocar la fuente de donde emana.

El actual presidente, Alberto Fernández, pidió que le  hagan saber si ha dejado alguna promesa sin cumplir; una promesa al cuadrado que puede ser más difícil de controlar que las comunes. Hay políticos que tratando de salvarse de la caracterización  de traidores que reciben con frecuencia respecto del mandato que recibieron, piden a los electores cotejar sus promesas con el cumplimiento al final de su mandato.

Representando a la nación sin mandato

La revolución francesa prohibió el mandato imperativo con estas palabras: “Los representantes electos por los departamentos no serán representantes de ningún departamento en particular, sino de la Nación entera, y no se les podrá conferir ningún mandato”

La revolución  no reconocía ninguna entidad intermedia entre el individuo y el Estado porque ya aparecía con la burguesía el individualismo egoísta como base de la organización social. Desarticularon los mandatos de las cortes locales con la finalidad de destruir la propiedad comunal de la tierra, entre otras cosas, y las unidades territoriales y particularidades locales que la evolución histórica había construido en siglos.

El país quedó dividido en  departamentos con  formas geométricas "racionales" donde a propósito de rompían las fronteras de las antiguas naciones históricas. En Francia había naciones con  lenguajes diferentes, que a pesar de la imposición  del francés a todos, persisten todavía:

En el sur  se hablan  el occitano, el provenzal, el catalán, el gascón, el corso en Córcega y el euskera en el país vasco. En el valle del Rin,  el alemán alsaciano; en el norte, en la zona de Dunkerque, se habla holandés y en el oeste un idioma de origen celta: el bretón. Esta diversidad tiene como un eco en  la denominación alemana de Francia: Frankreich o imperio francés,  porque era la reunión de varios reinos y no un solo pueblo.

El jurista republicano español Antonio García Trevijano considera que hoy en día la prohibición del mandato imperativo es reaccionaria. Pide regresar el mandato imperativo a sus dueños por razones que  considera de libertad y  justicia.

Caer en las brasas

La prohibición del mandato imperativo fue una decisión de los liberales para quitar a los legisladores las presiones de los estamentos; pero recayó luego en la  presión de los lobbies que tienen más fuerza que  las presiones de antaño.

En una reciente muestra del estado actual del gobierno en Suiza, país  modélico de la democracia,  el ministerio del Interior expuso un stand con un diagrama de la estructura política: el pueblo en la base de la pirámide, luego los concejales, los intendentes, los legisladores, los gobernadores, los ministros, el jefe del gobierno  y en la cúspide, en el ojo de la pirámide, Nestlé, la gran empresa multinacional con sede en Suiza.

El propio ministerio, quizá un poco en broma,      admitía el peso de una empresa monopólica capitalista en la política de su país.

El mandato imperativo tiene limites definidos   a los que el elegido no puede sustraerse. Es  un concepto restrictivo que se opone de lleno al mandato representativo. El elegido debe respetar las directivas de sus votantes bajo pena de revocación.

Pero desde la asamblea nacional francesa el mandato representativo es apenas un  pacto de confianza en que el elegido cumplirá un programa que casi nunca conoce el elector y a veces ni el mismo elegido  y que hoy es reemplazado por una publicidad costosa, globosa,  chillona, confusa y de mal gusto.

El sistema ha sido organizado de modo  de prometer todo en campaña electoral y luego hacer la de  Menem o Macri; si sabían lo que haría o no me votaban o me mandaban al manicomio.  Los votantes no tienen oportunidad de mandarlos al asilo antes de las elecciones.

Burla burlando

Una táctica útil a los partidos es el voto por listas enteras  y no por personas, de modo que  los votantes pierden un poco de vista el transformismo habitual en que incurren los que se llaman sus representantes. El legislador tiene autonomía absoluta, carece de obligaciones legales con los electores  y considera que la falta de lealtad no es un crimen  y en todo caso es apenas reprochable.

Opiniones teóricas

La opinión de Rousseau sobre este tema es sintomática: "La soberanía no puede ser representada por la misma razón que no puede ser enajenada. Ella no consiste más que en la voluntad general, y la voluntad jamás puede ser representada, porque o ella es la misma, o si no es otra, y en esto no hay medio. Los diputados del pueblo no son ni pueden ser representantes, no son más que comisarios que nada pueden concluir definitivamente".

Entonces la soberanía popular son  decisiones por democracia directa, y los llamados representantes son oficiales comisionados para ejercer transitoriamente el poder en nombre del pueblo.

La soberanía popular de que habla Rousseau se opone a la soberanía nacional, que es un término de significación difícil de precisar.

Del mandato representativo deriva la   dictadura de los partidos, conocida como partidocracia porque impone su mandato a lo legisladores.

La clase política traiciona al electorado y no desde ahora, sino desde que se instaló la política moderna con las revoluciones estadounidense y  francesa.

La prohibición del mandato imperativo tuvo en Sieyès una finalidad revolucionaria: La Nación no recibe órdenes de nadie, es decir, ni del rey ni de lo  nobles ni del clero. Era necesario desembarazarse del mandato imperativo porque los cuadernos de reclamos, los mandatos obligatorios, no contemplaban la declaración de derechos ni la separación de los poderes. Sieyès vio que la solución del momento era transformar el mandato en "soberanía representativa", en  libre representación,  sin mandato ni delegación.

De la Redacción de AIM

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