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Política
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Si votar sirviera para algo

Un apólogo oriental milenario cuenta que un grupo de discípulos, que se había enredado en una discusión sobre cómo la autoridad espiritual da forma al poder temporal, al gobierno, fue a consultar sobre el tema a un sabio.

El voto: ¿Una forma de someter al pueblo?
El voto: ¿Una forma de someter al pueblo?

El sabio escuchó la pregunta y dijo solamente: el mejor gobierno es el que no existe. No era un anarquista, en cuyo caso esa respuesta se entendería fácilmente. Su respuesta apuntaba a que en algún tiempo se alcanzará el nivel óptimo de convivencia, y se alcanzará también el autogobierno de cada uno, y cuando cada uno conozca el difícil arte de gobernarse a sí mismo, de dirigir su vida con completa conciencia, todo gobierno exterior será innecesario.

Estamos tan lejos de esa meta que podemos augurar larga vida a los gobiernos que usan la persuasión, la coacción o la violencia. Sin embargo, la inutilidad de las campañas electorales costosas y vacías, y el aparato publicitario en que se basan, cada vez más payasesco, degradado y degradante, pone ante los ojos la antigua idea del autogobierno.

A veces éste toma las formas de la acción propia, directa, en lugar de la delegada, que implica la mediación de una clase política improductiva, parasitaria, que pasa cuentas enormes a la sociedad y que amenaza con hundirla cuando promete salvarla.

Como aquel emperador romano que era para su clientela la salvación y norte supremo del pueblo cuando se hacía llevar en litera a los baños y al advertir que la marcha se había detenido preguntaba a los porteadores ¿estoy sentado ya?

Cuando la anarquista judía lituana Emma Goldman fue expulsada de los Estados Unidos por "actividades antinorteamericanas", dijo al tomar el buque a un periodista que la consultó sobre la democracia de aquel país: "Si votar sirviera para algo, ya lo habrían prohibido".

Por supuesto que el voto sirve, pero no a los votantes sino a los votados, "a los que cuentan los votos”, según la feliz expresión de Stalin.

La idea enraiza con el antiparlamentarismo que era propio de los anarquistas como Emma, pero no solo de ellos. Escritores y críticos de la sociedad, cuando vieron aparecer las múltiples formas de la corrupción y la decadencia en sus países, sobre todo en los años sofocados anteriores a la primera guerra mundial, expusieron ideas muy similares.

“La diferencia entre una democracia y una dictadura es que en una democracia votas primero y luego recibes órdenes, en un dictadura no tienes que gastar tu tiempo votando”, escribió Charles Bukowski.

“¡Que no vengan a alabarnos el mérito de Egipto y de los tiranos tártaros! Estos aficionados antiguos no eran sino unos maletas petulantes en el supremo arte de hacer rendir al animal vertical su mayor esfuerzo en el currelo. No sabían, aquellos primitivos, llamar “señor” al esclavo, ni hacerle votar de vez en cuando, ni pagarle el jornal, ni, sobre todo, llevarlo a la guerra para liberarlo de sus pasiones”, fue una expresión de Louis Ferdinand Celine.

“Aquellos que votan no deciden nada, aquellos que cuentan los votos deciden todo”, palabra autorizada de Joseph Stalin, que tiene sus lejanas resonancias en los modos de contar los votos que era naturales del "fraude patriótico", útil para mantener una oligarquía en el poder.

“Es inútil para las ovejas pasar una resolución a favor del vegetarianismo mientras que los lobos mantienen una opinión diferente”, es una frase de William Inge, que requiere ser interpretada en el sentido de que los que se comen toda la sustancia de la sociedad no cumplirán jamás ninguna ley que les merme la dieta.

Lucy Parsons se atrevió a esclarecer un punto que los demócratas recalcitrantes, propagandistas de la suprema libertad del sufragio y del poder popular expresado en las urnas, quieren a veces oscurecer un poco: "...Nunca crean que los ricos los dejarán votar contra sus intereses..."

Dos anarquistas con todas las de la ley, expusieron sus puntos de vista sobre la naturaleza del poder, con que pretenden jugar los votantes en las elecciones. "Ejercer el poder corrompe, someterse a él degrada"(Bakunin), y "Votar es abdicar" (Eliseé Reclus)

Joseph Albert Libertad dedicó un speech a los votantes con la intención quizá de congelarles el entusiasmo y la idea de que están cumpliendo una alta función, con el lenguaje tan proclive al patetismo de su época: "Eres el elector, el votante, el que acepta lo que hay; ese que, mediante la papeleta de voto, sanciona todas sus miserias; aquel que al votar, consagra todas sus servidumbres. Eres el sirviente voluntario, el doméstico amable, el lacayo, el perro que lame el látigo, arrastrándote bajo el puño del amo..."

En un artículo que, por si hiciera falta, se llamaba "La podredumbre parlamentaria", de la que nos dan ejemplo las legislaturas, el congreso, el Parlasur y el Parlatino, donde se van a refugiar como en las iglesias medievales los perseguidos por la justicia y los que como aquel emperador ya no pueden vivir sin trabajar y no saben ni están sentados, Sebastián Faure dice: "La clase obrera debe querer una revolución profunda, una transformación social integral. La supresión del asalariado, la liberación del trabajo no pueden ser obra del parlamento, si no de la revolución."

Uno de los mártires de Chicago, cuya asesinato judicial dio origen al Primero de Mayo como día internacional de los trabajadores, el alemán George Engel, dijo antes de morir: "...Yo, que había sido político de buena fe, abominé política y las elecciones y aún comprendí que todos los partidos estaban degradados y que los mismos demócratas socialistas caían en la corrupción más completa".

Más cercano a nosotros, voluntariamente dentro de la tradición de José Artigas, Alfredo Zitarrosa dice en su canción "Mire Amigo": "…Eso sí, le digo no me interesan las elecciones, los que no tienen plata van de alpargata, todo sigue igual..."

Alfredo Zitarrosa, de su canción "mire amigo"

 

Otra vez citamos a Emma Goldman, cuya lucidez y claridad no deja nada que desear, ahora sobre el voto y la liberación femenina: "La mujer se enfrenta a la necesidad de emanciparse de la emancipación, si realmente quiere ser libre. Esto puede sonar paradójico pero es la pura verdad. ¿Qué ha logrado con su emancipación? Sufragio universal en algunas regiones. ¿Purificó eso nuestra vida política, como predijeron muchos bien intencionados defensores? Ciertamente no. La corrupción política nada tiene que ver con la moral o la laxitud de la moral de las personalidades políticas. Su causa es material. La política es el reflejo del mundo comercial e industrial cuyos lemas son “Tomar es mejor que dar”, “Compra barato y vende caro”, “Una mano manchada lava la otra”. No hay esperanzas de que la mujer con el derecho a voto purifique la política..."

La intensa degradación del lenguaje en bocas políticas, última etapa hasta ahora de la pérdida del valor de la palabra que va pareja con la pérdida de valor del ser humano, con su oscurecimiento en medio de las luces de artificio, es apuntada por el escritor George Orwell:

"...El lenguaje político está diseñado para que las mentiras parezcan verdades, el asesinato una acción respetable y para dar al viento apariencia de solidez..." Y este lenguaje, cerrado sobre sí mismo y apartado de su relación necesaria con el mundo de las cosas que designa, tomó vuelo político en el post modernismo y las doctrinas políticas a él debidas, que son viento que distrae.

Al argelino francoparlante Albert Camus, contemporáneo de Sartre, formuló su crítica de la política de su tiempo, que tantos sesos inteligentes sorbió hasta dejarlos secos:

"La política y la suerte de la raza humana son formadas por hombres sin ideas y sin grandeza. Aquellos que tienen grandeza dentro de sí mismos no hacen la política..."

Federico Nietzsche, crítico agudísimo de su tiempo y del tiempo por venir, hacía una proporción entre cultura y decadencia: "...Todas las épocas grandes de la cultura son épocas de decadencia política: lo que es grande en el sentido de la cultura ha sido apolítico, incluso anti-político..."

Una lejana resonancia del sabio oriental que relacionaba el fin de los gobiernos con la plenitud del gobierno de cada uno, aparece en Lucy Parsons, que hace más de un siglo escribió: "Un largo período de educación precisa preceder cualquier gran cambio fundamental en la sociedad, una vez que no crean en la miseria del voto, ni en campañas políticas, pero sí en el desarrollo de individuos con pensamiento autónomo..."

Orwell otra vez se refiere sin mencionarlo a un chantaje habitual, que consiste en expandir el reino prostibulario de la política a toda actividad humana, a pesar de la advertencia de Nietzsche de que la cultura en serio (no la burocrática de los ministerios) ha sido siempre apolítica o antipolítica. "En nuestra sociedad no existe posibilidad de mantenerse fuera de la política. Todos los asuntos son asuntos políticos y la política en sí misma es una masa formada de mentiras, evasiones, locura, odio y esquizofrenia". Hay que observar que Orwell habla de "nuestra sociedad" porque es claro que en otras sociedades una idea como que "todo es política" sería inconcebible.

Hace mucho los espíritus más sensibles vieron decadencia y corrupción donde otros veían progreso, bienestar, un futuro venturoso. Todavía hay propagandistas del futuro, pero ahora suelen ser empleados de los bancos, de Coca Cola o de Monsanto, que han construido doctrinas "ad hoc" para oponer a sus detractores e imponer sus intereses contra viento y marea.

Uno de estos adelantados dijo de su propio mundo: "El Viejo Mundo está en proceso de disolución. Uno sólo puede cambiarlo a través de una revolución integral de las ideas y de los corazones".

Y en otro de sus escritos describió la suerte de los gobernados, que paradójicamente son los "soberanos" que delegan el poder mediante el voto. "Ser gobernado significa ser observado, inspeccionado, espiado, dirigido, sometido a la ley, regulado, escriturado, adoctrinado, sermoneado, verificado, estimado, clasificado según tamaño, censurado y ordenado por seres que no poseen los títulos, el conocimiento ni las virtudes apropiadas para ello.

Ser gobernado significa, con motivo de cada operación, transacción o movimiento, ser anotado, registrado, contado, tasado, estampillado, medido, numerado, evaluado, autorizado, negado, endosado, amonestado, prevenido, reformado, reajustado y corregido.

Es, bajo el pretexto de la utilidad pública y en el nombre del interés general, ser puesto bajo contribución, engrillado, esquilado, estafado, monopolizado, desarraigado, agotado, embromado y robado para, a la más ligera resistencia, a la primera palabra de queja, ser reprimido, multado, difamado, fastidiado, puesto bajo precio, abatido, vencido, desarmado, restringido, encarcelado, tiroteado, maltratado, juzgado, condenado, desterrado, sacrificado, vendido, traicionado, y, para colmo de males, ridiculizado, burlado, ultrajado y deshonrado. Esto es el gobierno, esta es su justicia y esta es su moral”

Erico Malatesta fue un activista italiano de gran valor personal y actividad prodigiosa, que vivió un tiempo en la Argentina. No tuvo muchos miramientos con la política: En su escrito "En tiempo de elecciones", notó: "El partido político, el color político, nada importa; todos son iguales. La única diferencia es que los unos se nos presentan cínicamente como son, mientras que los otros nos llevan con su charla adonde quieren, haciéndose pagar banquetes y otras zarandajas....

La observación del sabio oriental mencionado al principio vuelve ahora con la lógica de Malatesta: Si la persona no es capaz de gobernarse a sí misma ... ¿Cómo puede gobernar a las demás? y si sabe gobernarse, ¿para que necesita que la gobiernen?"

Cabe recordar al campesino chino mencionado en el libro de Chuang Tse, hace 2400 años. Al despedir a un hombre que lo importunaba en su trabajo, le dijo: ¿No puedes manejar tu vida y quieres gobernar el mundo? ¡Déjame en paz!

James Madison, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, inspirador de su constitución en los debates de Filadelfia, escribió en su períodico "El Federalista": "Ustedes deben lograr que los gobernantes controlen a los gobernados y luego que se controlen a sí mismos".

Que los gobernantes controlan a los gobernados, así en las democracias como en la dictaduras, no parece estar en duda. Pero ¿los gobernantes se controlan a sí mismos? Actúan como si solo les interesara expandir su poder y su esfera de acción a costa de todo lo demás, presentado como "el mal", sin la menor intención de controlarse.

Y si no tienen capacidad para dominar a los demás para constituir un imperio, intentan eternizarse en el poder mediante reelecciones indefinidas, arriando votantes cada tantos años, o "yendo por todo" como en la Argentina.

De la Redacción de AIM.

anarquista. urna voto

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