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Política
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Todo está como era entonces

¿Cuál será el nuevo orden mundial?
¿Cuál será el nuevo orden mundial?

La civilización moderna de occidente tiene su lejano origen ejemplar en Grecia, en la Jonia de Tales según sus entusiastas, en particular los románticos alemanes del siglo XIX, que intentaban hacer la nueva Hélade de Alemania en vías de construir su unidad nacional.


Sin embargo, Alemania llegó tarde al reparto del mundo entre las potencias de Europa, y por tardar en modernizarse perdió dos guerras antes de ubicarse a la cabeza de su continente, pero a la cola de las grandes potencias, Estados Unidos y China.

Asistimos ahora a la declinación de la sociedad fundada en los valores del Renacimiento y la Ilustración y a la aparición de potencias emergentes, al resurgimiento de la potencia militar de Rusia, al desarrollo vertiginoso de la China y a la presencia de la India en mundo.

Desde comienzos del siglo XXI, la crisis de Occidente se hizo evidente con el ascenso de las potencias surgidas después de la Segunda Guerra Mundial. Ya entonces, el poeta y filósofo francés Paul Valery amonestó a los europeos: "Atolondradamente, hemos permitido que las fuerzas sean proporcionales a las masas", tomando la imagen de una ley física enunciada por Newton.

Valery fingía creer en algo misterioso que inclinaba la balanza del lado de Europa "aunque nosotros pareciésemos más livianos"; el misterio, que quizá Valery no quería nombrar, era para él la superioridad intelectual y moral de la raza blanca europea, que era por entonces víctima de sus propias necedades.

Europa y los Estados Unidos se ven ahora ante un nuevo desplazamiento de la sede del poder y ante la perspectiva de que pase a ejecutar Eurasia la partitura que en los últimos siglos ejecutó el Occidente con letra ilustrada y música comercial.

La civilización occidental no termina aún el derrame sobre el resto del mundo que comenzó a fines del siglo XV, cuando la ley del péndulo muestra que todo lo que se aparta suficientemente del equilibrio en una dirección regresa a él y lo sobrepasa en la dirección opuesta sin ninguna consideración por ideales, poderes, valores ni respeto por existencias menores ni mayores.

Para los ideólogos occidentales la historia se había acabado a fines del siglo XX, pero no se acabó; las guerras debían ser cosas del pasado, pero son presente; los ideales ilustrados eran universales, pero se resfrían fuera de los claustros y engendran monstruos dentro de ellos.

Europa debió ceder después de 1945 ante los Estados Unidos y ahora, tras festejar el derrumbe soviético como éxito propio, los Estados Unidos ven crecer a la China sin muchas armas para detenerla. Sin embargo, en el fondo China no es nada muy diferente del occidente mundializado. Perdió su ser en la guerra del opio que le fue impuesta por el imperio británico y hoy un poder cultural compatible con el predominante en el mundo.

China no pretende competir con Occidente ideológicamente, sino en el plano mercantil; pero será el mayor de todos los actores de la política mundial.

El politico alemán Wolfgang Ischenger constató que Rusia no estaba tan muerta como parecía cuando cayó el muro de Berlín y China se consolida imperturbablemente, mientras la Unión Europea se desfonda y Estados Unidos padece una decadencia que parece irreversible.

Para Ischenger el pilar de occidente es el liberalismo, es decir, el predominio del punto de vista de los comerciantes y usureros. Lamenta que ese pilar se haya debilitado y se haya generado en consecuencia una crisis en apariencia terminal.

Ve alarmado el inicio de una era post occidental en la que los actores no occidentales configurarán los asuntos internacionales. Sin embargo, esos actores están suficientemente inficionados por los puntos de vista occidentales como para que su dictadura sea la continuación de la actual en condiciones nuevas.

Para Ischenger, como antes para Heidegger, Estados Unidos no tiene valor como símbolo de la moral política de Occidente, espacio que para él parece pertenecer a Europa por derecho natural, y dentro de Europa a Alemania.

Pero Alemania no puede asumir el rol que le reservaban sus ideólogos, incipiente con la Reforma protestante, puramente teórico en el romanticismo y brutal con los nazis.

El canciller ruso, Sergei Lavrov, exhortó a sepultar el orden mundial dominado por Occidente. "El mundo elegirá un orden mundial post occidental en que cada país sea definido por su soberanía".

Mientras tanto, hay geopolíticos que trazan el futuro plano del mundo con la China en el centro y Europa en el extremo occidental. Confían en que la pérdida de poder de Europa no alcanzará a su influencia cultural, al modo de Grecia ante el creciente imperio romano. En la China 40 millones de niños estudian piano: pronto la mayoría de los concertistas serán chinos que estudian la música de Juan Sebastián Bach.

En este terreno, la China puede apelar a su tradición propia sin molestarse por copiar a Europa ni tomar en cuenta, al modo latinoamericano, la idea de sí mismos que se hacen los europeos. Pero la civilización china fue herida de muerte por el imperio británico en el siglo XIX y posiblemente cuando el país vuelva a ser el centro del mundo, ya no pueda revivirla.

En Europa hay todavía nostálgicos del pasado que se inició con el genocidio de América Abya yala y está agonizado ahora, y se hacen ilusiones de recuperarlo.

La investigadora inglesa Helen Pluckrose, por ejemplo, rechaza el postmodernismo y el constructivismo cultural de los pensadores franceses. Para ella Lyotard, Foucault y Derrida son, entre otros, la vanguardia del naufragio, y llama a luchar contra la decadencia occidental.

"Nuestra crisis actual no es de la izquierda contra la derecha, sino de la coherencia, de la razón, de la humanidad y del liberalismo universalista contra la incoherencia, el irracionalismo, la certeza fanática y el autoritarismo tribalista. El futuro de la libertad, la igualdad y la justicia parece igual de sombrío tanto con la izquierda posmoderna como con la derecha de la posverdad ganando la guerra actual. Aquellos de entre nosotros que valoramos la democracia liberal y los frutos de la Ilustración y de la revolución científica —y la propia modernidad—necesitamos ofrecer una opción mejor que cualquiera de ambas".

Es decir, se trata a falta de nada mejor de un prudente regreso a la antigüedad más prestigiosa, al logos de los filósofos griegos, como los protestantes querían volver a las comunidades cristianas primitivas, también ante la perspectiva del derrumbe.

Está claro que el mundo post occidental puede poner algunas flores y derramar algunas lágrimas en las tumbas de sus muertos queridos; pero no será posible resucitarlos, por desgarrador que sea el llanto de sus viudas.
De la Redacción de AIM.

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