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Política
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Yo tengo, ¿quién necesita?

Con un ritmo creciente vemos como en las redes sociales, especialmente en Facebook, se multiplican los suscriptos a páginas y grupos del tipo “yo tengo, ¿quién necesita?”, venta autogestiva de pequeños productos, servicios e intercambio, es decir: el regreso de una economía solidaria según su denominación actual o sencillamente: trueque. Una arista real, frágil y poco edulcorada de lo que, ciertos gurúes de la economía y la comunicación, llaman de manera eufemísitca: emprendedurismo. Por Valentín Ibarra, para AIM. 

Foto: archivo.
Foto: archivo.

Este fenómeno, que ya es de alto impacto en las economías domésticas es una alternativa que no solo crece en las redes sociales, sino que las plazas y escuelas se transforman en espacios para que feriantes de los más variados productos (nuevos, usados, pequeñas manufacturas, alimentos, libros y artículos de higiene, entre otros cientos) se encuentren como en el mercado de antaño. El intercambio directo, no es una vertiente en clave de aventurera individual sino más bien, una estrategia colectiva de supervivencia, que vivió su tiempo de florecimiento durante la crisis social, económica y política más importante de la historia de nuestro país, allá por el 2001 y que hoy tiene su renacer en medio de la larga recesión que estamos transitando, en la que más de 5 millones de argentinos tienen severos problemas de empleo formal, que se traduce en un impacto drástico sobre los ingresos.

 

Falacias y contragolpe

El surgimiento, auge y consolidación del concepto de emprendedor como agente del cambio social es descrito como el modelo de individuo de la sociedad actual (individualista y meritocrática), centrada en la idea de que el factor determinante para la transformación es producto de la acción individual proactiva, la que se define en el mundo de las organizaciones como: aquella persona que tiene iniciativa y capacidad para anticiparse a las necesidades y asume riesgos con audacia y creatividad. Nuestra propuesta se posiciona como una crítica contra la venta de ilusiones y los falsos profetas del mercado. No es una resistencia contra los nuevos modelos de gestión de negocios o educativos, que, como les gusta decir a los oradores hegemónicos, nos catapultan hacia el siglo XXI, expresión ambigua que merece una reflexión profunda, de más está decirlo.

Antes de continuar vamos a decir que, no hay una definición univoca sobre qué es y cuáles son los límites del emprendedurismo, y como todo concepto manipulable por las aristas más viles de las ciencias económicas y de la comunicación suele ser utilizado vagamente para decir sobre unos u otros actores del universo productivo, con un nivel de saturación tal que logran un vaciamiento semántico del término pero, a su vez, lo ancla a una perspectiva ideológica. El término-concepto de emprendedor suele usarse actualmente para innovadores tecnológicos, divulgadores de las artes y ciencias, diseñadores de indumentaria, publicistas, músicos, gestores culturales, pequeños y medianos comerciantes, consultores independientes, hasta sencillos artesanos de toda índole y pequeños feriantes de saldos y retazos, y es precisamente aquí donde está la trampa que intentamos denotar, cuando las estructuras estatales de lógica neoliberal agencian la idea del emprendedurismo con fines a suplir su ausencia y ajuste, centrado en la individualización y precarización de las relaciones de los sujetos entre si y de los sujetos con las instituciones.

 

Al cierre de esta nota, el grupo de Facebook “Trueque directo Paraná” cuenta con 3218 miembros y un intenso flujo de posteos diarios, considerando además que no es el único ni el más populoso. Flor ofrece para la venta o intercambio sus productos de repostería. Mientras que Ale, un sinfín de objetos para el hogar (un teléfono, una jarra de vidrio, dos ensaladeras o fuentes para servir alimentos, vajilla y vasos, entre otros); Ropa para grandes y chicos. Perfumería, relojes de pared, una cocina desvencijada, calzado. Muebles para el hogar e instalaciones para locales comerciales. Sin embargo, notamos, los posteos más resonantes son los de alimentos: Nati tiene unos kilos de azúcar y le llueven comentarios del tipo “tengo arroz, ¿en qué zona estas?” y tantos otros similares. Y algunos agradecimientos porque lo que llama la atención (quizá por la creciente tensión en todos los espacios que frecuentamos) es la inexistencia de grietas ideológicas y el padecimiento por la exclusión total o parcial del sistema económico formal es el común denominador. Cabe destacar que, como en torno al 2001, estos espacios son casi exclusivamente de mujeres.

 

La diferencia está en el móvil

El sistema del trueque no es un invento argentino. Esta modalidad ha tenido manifestaciones previas en países desarrollados, a partir de grupos que procuraron cuestionar el sistema económico dominante, en el cual el ser humano es definido por su capacidad de consumo. Grupos ambientalistas, cuestionadores del dinero y de la obsesión posmoderna por el lujo, el status y la riqueza, también ensayaron métodos de vida que procuran valorar otro tipo de organización sociocultural con énfasis en el desarrollo local y autogestivo. Así por ejemplo en Canadá se organizaron los “Lest” entre 1982 y 1985. En Estados Unidos surgieron los “Itaca”, y fenómenos parecidos surgieron en Inglaterra y Francia. Posteriormente referentes de distintos países del mundo plantearon la necesidad de crear una nueva forma de organización socioeconómica, de carácter solidario, capaz de competir con el capitalismo “salvaje e individualista”. La diferencia con el sistema argentino es el móvil: mientras que los grupos del primer mundo aparecen en el marco de una sociedad opulenta, como respuesta a una suerte de saturación de la riqueza, en la Argentina, en cambio, las redes del trueque surgieron a partir de la desesperación, el dolor y la marginación, afirma Esther Sánchez en “Las redes de trueque y su expansión” (2002).

La falta de trabajo asalariado y de calidad adicionado a la dificultad para colocar bienes y servicios producidos de modo autónomo en los mercados formales como consecuencia del estrechamiento del mercado, es una característica sangrante de la Argentina de los últimos años. En su génesis se encuentra la extranjerización de la economía por el nivel de deuda contraída; la polarización cada vez más distanciada de la distribución del ingreso y la consiguiente reducción del poder de compra de la clase media devenida en un ensanchamiento de la base de la pirámide social con fuerte crecimiento de excluidos totales. En este contexto emergen esta serie de actores y mecanismos como una alternativa de supervivencia, presentada desde sus comienzos como una forma de asociación libre, altamente consciente de valores y relaciones solidarias, por medio de la cual se forman comunidades de prosumidores que intercambian sus capacidades y recursos bajo la formas de bienes o servicios producidos y consumidos (aleatoriamente) por ellos mismos y haciendo foco en lo estrictamente necesario para la subsistencia diaria.

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