El conflicto por una la estancia de una de las familias más ricas y poderosas de Argentina devino en una pugna política en la que la prepotencia de un puñado de personas sirvió para demonizar, una vez más, a los productores.
Las aguas están agitadas en la ribera del Paraná. Tanto el gobierno como el PRO están en plena batalla por la construcción de un relato hegemónico: por un lado la propiedad privada como estandarte, en un país con tomas surgidas por necesidades básicas insatisfechas o reclamos históricos, en un complejo escenario donde la pobreza no para de crecer; por el otro, una parte del peronismo quiere fogonear el debate sobre la concentración de la tierra y el modelo productivo.
En estos días Dolores Etchevehere logró algo que no había podido concretar en años; puso en agenda la discusión por su herencia politizando el reclamo al tocar dos temas sensibles para el país: la distribución de la tierra y el modelo productivo. Astuta, cual ingeniera política, montó un escenario donde pasó de una compleja trama familiar a una disputa que llevó a enfrentar en una batalla a carne viva a productores con ecologistas y activistas sociales.
El temor corre rápido en el interior profundo: existe el miedo a perder lo que se tiene, a que el Estado permita arrebatos planificados. En ese contexto salieron a la luz audios que dejaron perplejos a muchos y que la militancia periodística oficialista se ocupó de instalar en redes y medios paraestatales que nada debaten sobre las políticas agroindustriales del gobierno. Solo se ocupan de demonizar a los productores realizando una sustitución por generalización, justificando el programa que Dolores Etchevehere lleva de la mano con Juan Grabois, ungido por la Iglesia tercermundista e idolatrado por el peronismo gobernante.
Una vez más -como en 2008- los productores son construidos como los enemigos del pueblo: prepotentes, abusadores, soberbios, que ignoran el Estado de derecho y violentos. Nadie dice que mientras un puñado chacareros –con simpatía por el PRO- protesta y profiere calumnias hay miles de productores que prefirieron quedarse trabajando en sus campos, para que el país pueda seguir teniendo los alimentos y las divisas que tanto necesita.
El oficialismo también omite -intencionalmente- en sus medios que no todos los pequeños y medianos productores son como el ex presidente de La Rural y ex ministro de Agroindustria del gobierno de Cambiemos, Luís Miguel Etchevehere. Hoy la mayoría de quienes están en los campos deben arrendar, para poder llevar adelante sus cosechas.
La pequeña y mediana burguesía agraria está ahí, entre el temor y la incertidumbre en un país que no tiene reglas claras y donde las gestiones (sin importar el color político) ignoran una agenda que podría potenciar la diversificación de la producción -hoy imprescindible (ante las consecuencias del efecto invernadero)- y también la distribución del trabajo sobre la tierra, ya que Entre Ríos tenía casi 22 mil productores (según el último censo serio) -en el fallido censo de Moreno de 2008, 18.000- y en último de 2018 no llega a 14.000.
Es que los pequeños y medianos productores y sus hijos deciden abandonar su tradición ante la ausencia de políticas claras que promuevan la diversidad en la tenencia de la tierra y fomenten el uso y conservación de los suelos. Precisamente, el gobierno impulsa la división para correr del eje los verdaderos debates que no se anima a encarar.
El silencio desde Casa Rosada y el Parlamento sobre políticas de arraigo rural, la falta de inversión en infraestructura en la argentina profunda, la traba a la Ley de semillas (ante los abusos de las multinacionales) y el fomento del cooperativismo no son parte de la agenda. Para el oficialismo gobernante es más fácil demonizar al productor que agarrarle la mano para sacarlo adelante, como el gobierno saliente estigmatizó al pobre, al trabajador y al jubilado.
Sin embargo, la compleja trama no frena el trabajo de los productores ni de sus instituciones, quienes están dispuestos a poner en debate las buenas prácticas, fomentan el buen uso y tenencia de las tierras y los alimentos sustentables y resisten en el interior con sus pequeñas y medianas empresas a cielo abierto.
Por: Renzo Righelato, director periodístico AIM.
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