El 27 de julio de 1843 el comercio de la China quedó abierto para las potencias europeas, en primer lugar el Imperio Británico, que usó para eso la fuerza de su flota de mar e impuso al gran país asiático la obligación de consumir el opio que ellos quisieran venderle con el fin de compensar algunas pérdidas comerciales que habían sufrido en la India.
La victoria de las fuerzas de la British East India Company en la natalla de Plassey en 1757 abrió la provincia india de Bengala al dominio británico. Décadas después el dominio británico se extendía por toda la India. En 1858 los territorios de la Compañía pasaron a la corona británica y la reina Victoria fue proclamada emperatriz de la India en 1876.
Más adelante Ceilán y Birmania se unieron a la lista de territorios británicos en Asia, que se extendían por el este hasta Malasia y, desde 1841, a Hong Kong tras la Primera Guerra del Opio en defensa de las exportaciones de opio de la compañía a China.
Los británicos pusieron sus ojos comerciales en China a finales del siglo XVIII, cuando se convirtieron en importadores de té. Pero el comercio del té generóo un déficit que los británicos trataron de corregir exportando opio de la India a China, a pesar de la oposición de las autoridades chinas. Los ingleses se convirtieron entonces en traficantes de opio que se sentían legalizados por sus intereses y por la insuperable inferioridad racial que atribuían a todos los pueblos que conseguían subyugar.
Tras las Guerras del Opio, Gran Bretaña mantuvo complejas relaciones con China. Se anexionó Hong Kong, la mayor parte de su comercio con China se regulaba mediante tratados que permitían el comercio a través de un cierto número de puertos.
La primera guerra del opio, que muestra con toda claridad cuál es el ánimo que animó siempre a la Gran Bretaña, se libró entre 1839-1842 en favor de los intereses mercantiles británicos y permitió la ocupación de Canton y Shanghai, por las que se exigieron rescates al mejor estilo de los piratas.
El tratado de Nanking (1842) significó la entrega de Hong-Kong a los británicos y la apertura de cinco puertos chinos al comercio. El conflicto ha quedado como un modelo de guerra inicua.