“Estoy absolutamente convencido de que no hay riqueza en el mundo capaz de ayudar a la humanidad a progresar (…). El dinero sólo apela al egoísmo e incita irresistiblemente al abuso”, “Nunca he perseguido la comodidad y la felicidad como fines en sí mismos,…llamo a este planteamiento ético el ideal del chiquero". Son palabras de Albert Einstein.
Einstein era una prodigiosa mentalidad científica que tenía además una fina percepción de los problemas de la sociedad. Su fe en la democracia se había visto conmovida por el espectáculo de su fracaso ante el fascismo en Europa.
El punto esencial que lo preocupaba es que todos sean respetados, tengan lo suficiente para vivir y ninguno sea idolatrado. Creía que la democracia aseguraba el mínimo aunque su consideración de las masas era pobre como alta la de los individuos creadores.
Pero el punto fundamental era cuál era ese mínimo que garantiza una vida digna y sobre todo qué hacer cuando alguien comienza a obtener más de lo que realmente necesita.
Es que tan pronto alguien puede acumular, la tendencia a abusar del poder que da el dinero se le vuelve irresistible, ya que el sistema en que vivimos está construido para favorecer el abuso. El “ideal de la pocilga” se convierte en ideal social recomendado.
Al final, todos los hombres actúan como cerdos, y lo que hacen todos les parece “natural” a los teóricos “realistas” liberales, que piensan tomar al hombre “tal como es”.
No quedaba sino la educación, aunque en otro lugar Einstein dice que la estupidez es lo único invencible en el mundo, y la atribuye a las masas que se mantienen en su opinión siempre muy por debajo de las grandes inteligencias.
“No hay ninguna esperanza de lograr la inmortalidad por las riquezas”, según la Upanishad hindú, que recuerda Sri Shankaracharya. Pero en lugar de abrir la puerta a consideraciones sociales, que llevan necesariamente a la acción, el saber tradicional hace notar que las riquezas son producto de la acción, y que no es ésta sino la eliminación de la ignorancia metafísica la que lleva a la liberación.
Einstein había llegado a la conclusión de que las riquezas no servían para el perfeccionamiento, pero permanecía estrechamente vinculado a su concepto del individuo o “personalidad”, que en el fondo identificaba con la vida, con lo que se ponía a sí mismo un límite que consideraba insuperable. Admitía que a veces le parecía entrever el sentido más vasto de la existencia, pero estaba convencido de que la investigación de este problema era inútil. Efectivamente lo es para quien no pueda salir de su propia individualidad porque en ella no está el sentido de la totalidad y por mucho que busque no encontrará nada.
En resumen, la doctrina económica que entiende que la misión del hombre –el individuo- en el mundo es procurarse riquezas, bienestar, comodidad, prolongar su vida o crearse un ambiente artificial, el capitalismo en suma, no permite a la humanidad progresar ni alcanzar ningún fin trascendente.