El 1 de diciembre se celebra el Día mundial de la lucha contra el VIH, una enfermedad infecto-contagiosa que como tal debiera fundamentalmente considerarse. No obstante, aspectos relacionados con sus vías de contagio le han dado una notoriedad social inusitada.[{adj:29027 alignright}]
El Día Mundial de la Lucha contra el Sida se conmemora el 1 de diciembre de cada año, y se dedica a dar a conocer los avances contra la pandemia de VIH/sida causada por la extensión de la infección del VIH.1
Se conmemoró por primera vez el 1 de diciembre de 1988. Se eligió la fecha del 1 de diciembre por cuestiones de impacto mediático. Desde entonces, el sida ha matado a más de 25 millones de personas en todo el planeta, lo que la hace una de las epidemias más destructivas registradas en la Historia. A pesar de que existe un mayor acceso y se ha mejorado el tratamiento antirretroviral y el cuidado médico en muchas regiones del mundo, la epidemia de sida costó aproximadamente 3,1 millones (entre 2,8 y 3,6 millones) de vidas solo en el año 2005, de las cuales 0,57 millones eran niños.
Hasta hace poco tiempo el sida era una enfermedad mortal; ahora, gracias a las nuevas pautas terapéuticas, especialmente con antirretrovirales, prácticamente se ha transformado en una enfermedad crónica de larga duración, aunque sin descartar su mortalidad a largo plazo. Esto es un gran logro del que toda la sociedad, y sobre todo los enfermos se felicitan.
También se ha avanzado en los tratamientos tempranos de las personas infectadas, lo que está contribuyendo a que el número de estas que desarrollan la enfermedad haya disminuido de forma notoria en los últimos años, circunstancia que puntualmente suelen recoger las estadísticas sobre la evolución del sida.
Otro logro importantísimo ha sido la drástica disminución de la transmisión de la infección entre la embarazada y su hijo recién nacido.
Sin embargo, hoy día, con los avances en el diagnóstico precoz del VIH en las mujeres embarazadas y con un tratamiento adecuado de las mismas, la transmisión vertical madre-hijo prácticamente ha desaparecido.
Las posibilidades de nuevas terapéuticas continúan investigándose, siendo la parte más gris de estas investigaciones la consecución de una vacuna eficaz.
No obstante, todo lo hasta aquí considerado sobre el tratamiento del sida, se refiere a los países desarrollados, a los más ricos. En los países pobres, el sida sigue siendo una enfermedad mortal; el desarrollo de la enfermedad en las personas infectadas continúa siendo muy elevado y la transmisión vertical madre-hijo apenas se ha reducido, y todo ello, porque los habitantes de esos países, especialmente los subsaharianos, carecen de los recursos económicos necesarios para poder ser adecuadamente tratados. Sin duda, junto con la prevención de la infección, este es el más importante reto que el sida nos plantea a las ricas sociedades occidentales. Los recursos dedicados a tratar esta enfermedad en los países pobres, tienen que multiplicarse por cinco para que dichos tratamientos alcancen cotas de eficacia razonables; pero también hay que establecer cauces que garanticen que estos recursos lleguen a los enfermos y no desaparezcan en el camino. Es difícil que en el día mundial del sida la conciencia colectiva de occidente pueda descansar tranquila mientras contempla cómo millones de personas mueren al año por una enfermedad que de mortal podría pasar a ser crónica, si dedicáramos más recursos para vencerla.
El otro gran campo de actuaciones contra el sida es la prevención, campo donde las opiniones están más encontradas.
Así como, las políticas para tratar el sida han sido eficaces, las propuestas para prevenir la infección han constituido un serio fracaso. Por ello, conviene recordar una vez más que, aunque disminuyen las infecciones debidas al uso de drogas y a las conductas homosexuales, están aumentado, especialmente entre las mujeres, las infecciones derivadas de las relaciones heterosexuales. Es decir, sigue sin resolverse aquella causa de contagio hacia la que van dirigidas la gran mayoría de las campañas, que en los países ricos se realizan. Como es ampliamente conocido, estas campañas se centran fundamentalmente en promover la utilización del preservativo, difundiendo el mensaje de que su uso asegura unas relaciones sexuales sin riesgo de que exista posibilidad alguna de contagiarse por el VIH.
Como ha sido demostrado con abundante bibliografía científica y datos epidemiológicos objetivos, nada más alejado de la realidad. El preservativo disminuye sustancialmente las posibilidades de contagio, pero no las elimina totalmente, por lo que al transmitir estas campañas el mensaje de que su uso asegura unas relaciones sexuales sin riesgo, favorece el que se multipliquen los contactos sexuales, por lo que el número absoluto de contagios no solo no disminuye sino que aumenta. Esto se puede constatar asimismo para las demás enfermedades de transmisión sexual, que igualmente han aumentado de forma significativa, coincidiendo con las campañas más intensas para promover la utilización del preservativo.
No cabe ninguna duda de que las autoridades sanitarias deberían ampliar sus objetivos en las campañas realizadas para prevenir el sida, incluyendo en ellas mensajes para favorecer las relaciones sexuales en el contexto de una pareja estable y sana. Este es el único remedio, recomendado además por las más prestigiosas sociedades médicas internacionales, para de una forma definitiva tratar de erradicar el sida. Pero para promover estas campañas hace falta un coraje personal y colectivo que no todas las autoridades sanitarias lo tienen.
La gran escalada de la enfermedad alcanzó su punto más alto entre los años 1996-1998, donde se colocó a la cabeza en causa de mortalidad, por delante de cualquiera de las otras cuatro. Actualmente, la mortalidad por esta enfermedad está muy por debajo del cáncer, los accidentes o el suicidio, siendo comparable, estadísticamente, a las muertes por causa de la diabetes.
Por otra parte, la esperanza de vida de un enfermo hoy en día, en el mejor de los casos, es de sólo cinco años menos que una persona completamente sana. Atendiendo a estos datos, no podemos ya hablar del Sida como una enfermedad mortal, sino como una enfermedad crónica a la que parece que, poco a poco, le estamos ganando la batalla.
En cuanto a técnicas de prevención admitidas por la comunidad científica, algunas son bien conocidas y otras aún son objeto de investigaciones en la actualidad. Entre las primeras se encuentra la de restringir el número de compañías sexuales, tratar las infecciones comunes transmitidas sexualmente (que incrementan la susceptibilidad hacia el VIH) con antibióticos y antivirales, promover el uso del condón y hacer uso de técnicas básicas de higiene como la no utilización de jeringuillas u otros utensilios que pudieran estar infectados.