El 28 de diciembre de 1895, los hermanos Lumiere asombraron con la primera proyección pública de cinematógrafo en París. Científicos autodidactas e inventores talentosos, Auguste y Louis Lumière dieron vida a la fotografía al inventar una de las artes más importantes del siglo xx, el cine. A menudo se ignora que también fueron los padres de la fotografía en color, constató AIM.
¿Cómo fueron los inicios de los hermanos? Claude-Antoine Lumiére estaba orgulloso de sus dos hijos. Transmitió a Auguste, nacido en 1862, y a Louis, dos años menor, su pasión por la fotografía. En el estudio de Lyon de la familia Lumiére, ambos niños se familiarizaron con las técnicas para hacer tomas y los procedimientos para desarrollar negativos, aprendiendo muy pronto todo lo que había que saber sobre la exposición de las placas, el lavado, el barnizado … Alumnos brillantes, ambos hermanos ingresaron en el liceo La Martiniére, donde obtuvieron numerosos premios; sin embargo, debido a sus constantes e intensas jaquecas no pudieron preparar el concurso para ingresar en la Escuela politécnica. No les fue necesario asistir a este prestigioso establecimiento, ya que muy pronto se convirtieron en distinguidos químicos.
En el estudio de su padre, la pareja de jóvenes se interesó por los experimentos que este último había emprendido para desarrollar emulsiones más eficientes, y en 1881 elaboraron una fórmula sobre base de gelatina y bromuro para recuperar las placas fotográficas. Ese mismo a Auguste tuvo que hacer el servicio militar. Sin embargo, Louis no abandonó investigaciones, y por su cuenta desarrolló una placa seca sobre la base de gelatina y bromuro de plata, que comercializó con un éxito increíble bajo el nombre «Etiquetas azules».
¿Cuáles son los antepasados del cine?
El cine tiene tras de sí una larga historia plagada de intentos de reproducir imágenes en movimiento. Los aparatos antiguos que hoy sólo se utilizan como curiosidad y documentos, fueron los primeros pasos de la técnica cinematográfica. Uno de sus antepasados directos es la linterna mágica que construyó el alemán Athanasius Kircher, en 1646. Se trataba de un aparato formado por una sencilla caja con un agujero donde iba fijada una lente. En la caja había una lámpara de aceite.
Entre la lámpara y la lente se colocaba una plancha de vidrio pintada con imágenes, que se proyectaban sobre la pared blanca. Cuando, un siglo más tarde, se conoció el principio de la persistencia de las imágenes en la retina del ojo humano, se dieron nuevos intentos, pero hasta la llegada de la fotografía no se pensó en la posibilidad de crear instrumentos capaces de reproducir una serie continua de fotografías de modo que se crease la ilusión de movimiento.
¿Cuándo nació oficialmente el cine?
Los hermanos franceses Louis y Auguste Lumiere consiguieron, tras muchos intentos fallidos, presentar en público su invento, ofreciendo la primera proyección cinematográfica la noche del 28 de diciembre de 1895: se organizó una demostración de pago en los bajos del Grand Café de París, organizada por Clément Maurice. La entrada valía un franco y asisistieron 33 personas. Los hermanos Lumiere llamaron «cinématographe» al instrumento que servía al mismo tiempo para la toma de imágenes en movimiento y su proyección en una pantalla. Hoy en día no quedan rastros del Grand Café, pero en el número 14 de la calle, entre modernas tiendas, puede leerse una lápida de mármol que recuerda el memorable acontecimiento.
¿Cuáles fueron las primeras películas?
El primer cortometraje se titulaba La salida de los obreros de los talleres Lumière y recogía una instantánea de la realidad. Otras películas fueron La llegada de un tren a la estación y la divertida El regador regado.
¿Cómo reaccionó el público?
La proyección suscitó un gran entusiasmo. El público se sentía fascinado en aquella atmósfera de maravilla creada por el artilugio de los Lumiere, cuando veía el tren que expulsaba humo y a los viajeros bajar y subir como si estuvieran «allí mismo», y se divertía con el gracioso jardinero que en vez de regar las flores se regaba a sí mismo.
¿Cómo reaccionó la crítica?
Para los espectadores de aquella velada el cine fue una maravilla de la técnica. Entre el público también había periodistas; uno de ellos comentó que el espectáculo era de una autenticidad increíble, otro escribió: «Este es uno de los momentos más extraordinarios de la historia de la humanidad».
¿Cómo se difundió?
El éxito fue inmediato y clamoroso. Las películas de los Lumiere dieron la vuelta al mundo desde 1896, llevando a todos los lugares el conocimiento de su extraordinario invento. Así nació la industria cinematográfica y con ella una nueva forma de expreSión artística.
¿Cuál es el mérito de los Lumière?
En la velada de la proyección, los hermanos no se encontraban en la sala porque se sentían vencidos por la fatiga y, quizás también por la emoción. Fue su padre quien organizó el histórico acto. El cine era ya una realidad, a ellos les cabe el mérito de haber puesto a punto una cámara más eficaz que las anteriores y de haber iniciado la difusión de este nuevo medio de comunicación en todos los países del mundo, adonde llegaron sus técnicos y sus cámaras portadoras de ciencia, pero también de sueños e ilusiones.
La persistencia de las imágenes en la retina durante un lapso comprendido entre 1/10 y 1/16 de segundo fue aprovechada por los técnicos en fotografía, quienes idearon un sistema de proyecciones sucesivas, efectuadas a una velocidad tal que nuestra mente, antes de notar que ha desaparecido un cuadro, ya está viendo el siguiente. De este modo, los ojos “no se dan cuenta” de que la pantalla se ha oscurecido momentáneamente.
Para reflejar el movimiento de un futbolista que está convirtiendo un gol, por ejemplo, se necesitan unas cincuenta fotografías. Se las revelaba luego en tiras de 35 milímetros de formato o ancho y se las proyecta en forma sucesiva y a la misma velocidad con que fueron sacadas; se logra así la impresión de que “estamos” en un estadio viviendo la emoción del evento deportivo.
El proyector, provisto de un sistema de lentes que concentran una potente luz, hace pasar una cinta de celuloide donde están impresas las diapositivas, cada una de las cuales proyecta un cuadro que es la continuación de otro anterior y a la vez se prolonga con la imagen del siguiente. El “pasado” de la película se realiza mediante un sistema de rollos cuyo movimiento giratorio constante se produce por la acción de un motor eléctrico.
Transcurrieron muchos años desde la experiencia de Edison –combinando el proyector con fonógrafo– antes de que el cine sonoro se perfeccionara.
Si observamos detenidamente un trozo de cinta perteneciente a una película comercial, descubriremos que, además de una sucesión de fotos inmóviles hay, en uno de sus costados, una franja continua.
En ella puede detectarse una serie de manchas, oscuras y claras. Esto no es otra cosa que una fotografía del sonido. Allí están impresos, en forma de banda sonora, los diálogos, la música y los efectos especiales que captamos con nuestros órganos auditivos mientras nos encontramos sentados en la butaca.
El sonido se transforma en luz mediante tubos electrónicos especiales. El micrófono es el primer eslabón de la cadena. Por su acción los sonidos se convierten en impulsos eléctricos. Luego estos impulsos son transmitidos, previo paso a través de un amplificador, hacia una bombilla eléctrica cuya intensidad de luz varía de acuerdo con el aumento o disminución de los impulsos recibidos.
Esta sucesión luminosa impresiona una placa de bromuro de plata que se oscurece cuando el sonido es fuerte y se aclara cuando es débil. Este tipo de banda se llama “de densidad variable”, y existe otra que es la “de área variable”, en la que varía la zona oscura que abarca una línea sinuosa. Ya en la cabina de proyección, el problema fundamental consiste en volver a transformar en sonido los impulsos luminosos.
Una fotocélula o célula fotoeléctrica es la encargada de esta función. Consta de una lámina curva y una varilla, ambas de metal. La lámina está recubierta de cesio, substancia que tiene la propiedad de emitir electrones cuando la hiere la luz. Este impulso fotoeléctrico se transmite por la varilla, generándose una corriente eléctrica que se procesa en un amplificador, similar al que tiene un tocadiscos o una radio. El sonido, ya transformado, se transmite por los parlantes. Todo este proceso se realiza en décimas de segundo.