Mas allá de las conclusiones y de los procesos literarios, dados y creados en torno al "pasado histórico cultural" y al acervo "autóctono" del hombre aborigen, creemos que se hace necesario exponer consideraciones en donde se acentúe la noción de "herencia primordial", la que, en realidad, nunca ha dejado de caracterizar a las sociedades que originalmente han poblado esta parte del mundo.
Estamos seguros de que el único medio para ello es el "dato tradicional" (1) como único capaz de iluminar, inclusive, los serios trabajos de erudición que, por sus limitaciones librescas, adolecen de aquellos elementos que aporta la exacta y precisa función del simbolismo (2), entendido en su sentido riguroso y tradicional.
Lo que queremos decir es que más allá de la literatura etnográfica, de la fascinación arqueológica o de la narrativa "transcultural" del americano "europeizado" siguen supervivientes los símbolos indígenas, en ciertos casos con abundancia inusitada.
Esta circunstancia puede entenderse como "extraordinaria" desde cierto punto de vista si tomamos en cuenta al demoledor paso de los siglos que, entre otras cosas, ha traído la conquista y la creciente modernización de casi todos los descendientes de las antiguas naciones del continente. Para nosotros es la señal indudable de que en los pliegues profundos de nuestra "América" perduran muchos mas elementos de intelectualidad india que los que se pueda imaginar, pero que serían inabordables desde cualquier punto de vista solamente antropológico o cientificista o desde cualquier ensoñación espiritualista que involucre a los neo-chamanismos de la moda.
Ya ha sido demostrado (3) por medio de qué tipo de procesos y como consecuencia de qué clases de modificaciones, de hábitos mentales y actitudes ha desacralizado el hombre su mundo y asumido la "vida ordinaria" que caracteriza la experiencia profana de la existencia. De tal modo, que con el ejemplo de los conocimientos aborígenes es también posible dejar constancia de que tal experiencia dificulta casi totalmente la comprensión del símbolo y sobre todo de la mentalidad simbólica, inherente al hombre de toda sociedad tradicional.
El abismo que separa las dos modalidades de asumir la existencia puede vislumbrarse, en una primera vista, por medio de las nociones fundamentales del hombre tradicional derivadas de los equivalentes simbólicos del universo o de un "esquema universal de la manifestación". Una de estas nociones puede ser el de "tierra sagrada"(4) contenida a su vez en las ideas de "centro" y de "axis mundi" que unen, como en el caso de este último, a los diversos sectores ultramundanos que son representativos de los diversos estados del ser (5) y que enmarcan a la totalidad de la experiencia del hombre aborigen.
Pacha
Al respecto, y en lo que a dicho punto doctrinal concierne, es posible tomar como ejemplo a las nociones análogas encerradas en la voz Pacha de la lengua quichua (o más propiamente Kkechúwa) o runasimi hablada por la gente heredera del entorno incaico; y que técnicamente designa en un primer grado al mundo o manifestación, es decir Káy pachápi kakkhkúna: "los que estéis en este mundo" refiriéndose a la manifestación o al conjunto de seres existentes. Es notable que en el simbolismo geométrico a esta noción le corresponda la circunferencia de donde se derivan las ruedas de la analogía. Pero, más notable es aún, dentro del mismo simbolismo, su relación analógica como centro o punto de donde se origina o procede algo, ya que es, además, Kaymánta pácha: "Desde aquí", "Desde ahora", a la vez punto de partida y momento original del espacio/tiempo, es decir erigiéndose a título representativo del punto central, del Principio o del "instante" (Kúnan Pacha: "Ahora mismo"). Ello equivale al waqibal "lugar del 6" de los mayas de las tierras altas de Guatemala, localizado real y simbólicamente en la cima del cerro Paklom que es el k'ux "corazón" o centro del mundo.
Por otra parte, y solo teniendo en cuenta al aspecto del simbolismo espacial, esto mismo se asocia a la noción de "sendero ritual" que se encuentra ya sea de modo explícito o implícito establecida en la mentalidad aborigen en general e íntimamente relacionada a las ideas de "círculo" y de "centro". Es una de aquellas expresiones que impregna a todo el orbe intelectual indiano. Aparece en la mayoría de las lenguas indígenas como designación técnica que señala la meta y al mismo tiempo el punto de partida hacia el "otro mundo". Este punto de partida no puede ser otro que el centro mismo de la tierra donde se establece "el puente" con el centro del cielo. Es el yol (corazón) o el u hol gloriyah (el hoyo de la gloria) de los mayas clásicos y muchas veces representado por la boca abierta de determinada serpiente. Asimismo, entre los delaware del norte de América la "senda sagrada" llega hasta la casa, tienda o choza madre, sitio del poste central (axis mundi) que yergue prolongándose hasta el duodécimo cielo donde Giselamúkaong lo toma con su mano. En realidad, las referencias y analogías de este punto son innumerables y abundan en todo el continente americano. Pero, siguiendo con lo que rodea a la voz Pacha en particular, vemos que estas mismas expresiones simbólicas y designaciones iniciáticas son precisas y por demás elocuentes, ya que es también Pacha illáriy: El alba, la alborada del día o del mundo"; Pacha pakkáriy: "El amanecer del mundo, la aurora del universo"; Pácha ckáka: "Puente o pilar del mundo"; Pacha tússan: "Viga o eje del universo" y es también, por supuesto, Pacháman hawáchiy: "Ofrendar a la tierra"; Precisamente, aquello que denota hoy su acepción más popular.
Teniendo en cuenta todo esto y como para estimular a una seria reflexión sobre el contraste de las mentalidades en aquello de asumir la existencia, bastará quizás la sugerencia de cierta atención concentrada en la naturaleza o clase de las singulares percepciones tenidas por el hombre moderno sobre algunas determinaciones de nuestro mundo como por ejemplo puede ser el tiempo o el espacio. Podríamos agregar también, algunos derivados centrales como la naturaleza, la aldea o la casa; el trabajo artesanal, los utensilios o las funciones vitales del compuesto humano. Lo que para éste (el hombre europeizado) es solo una imagen, un acto mecánico o un mero proceso orgánico, es para aquel un sacramento y una comunión resumidas en la participación con las formas por medio del simbolismo.
Así, en la concepción del "tiempo" por parte de la intelectualidad amerindia, podríamos partir de la consideración que ya hiciéramos respecto de la voz runasimi Kúnan Pacha (Ahora mismo). Esta predicación de "mismidad" contenida en dicha noción de ningún modo puede referirse a la sola realidad de lo físico o del acontecer en el sentido de la mentalidad moderna, ya que para el orden simbólico aborigen es imposible referirse a una "totalidad sucesiva" como es el pasado superviviente y el futuro anticipado en términos meramente factuales. Máxime, que para el punto de vista tradicional en la cualificación ritual y simbólica no hay incompatibilidad entre identidad y acontecer. Esto significa que el "tiempo" es para el punto de vista indígena como una combinación de pasado y de futuro cuyo carácter esencial es la coexistencia o simultaneidad en cualquier instante en que pueda considerársela. Apelando a la concordancia universal, en su aspecto geométrico, es notable la correspondencia de esto con el enunciado de Dionisio Areopagita sobre las virtudes anagógicas del círculo en cuanto a que todas las líneas de este coexisten con su centro (6). También Nicolás de Cusa se ha pronunciado en cuanto a la "composición" de una extensión que en realidad esta formada por un solo punto, "así como hay una sola blancura en las cosas blancas".
De tal manera, que la línea es la evolución de un punto por ser el despliegue del mismo. "Una línea no es otra cosa que la expresión de un punto en una pluralidad de átomos de manera que los une y se continua en cosas singulares" (7). Los aspectos expresados en dicha concordancia pueden servirnos quizás para comprender mejor aquello que expresa el verbo transitivo "circular" y aún aquel sentido de circularidad que sustenta a las nociones mencionadas de "sendero ritual", "senda sagrada", etc.; Y que expresan sintéticamente, en el mismo simbolismo geométrico, las relaciones entre el punto central y el circulante como dos realidades distintivas pero paradójicamente integrantes de la "mismidad". Esto es de tal modo, que entre los guambianos de Colombia el sentido de la vida radica en fijar un centro y anudar o atar el tiempo. Una vez amarrado un extremo del hilo al orígen de los sucesos se desarrollan la cronología, la continuidad y el cambio. El transcurrir de la vida para el gambiano es como un "redondeo" o un "circular" donde quedan implicados todos los aspectos posibles de la existencia, ya sea en la casa, el territorio o en los diversos estadios trasmundos del ser. Cabe señalar aquí, cuan notable es la equivalencia con la noción Akbariana de aquel básico sentido circular de "senda" ampliado a "todos los caminos" y como destino universal de los seres.
Khálla
En lo que se relaciona a las concepciones "no temporales" de las duraciones por parte de los diversos pueblos tradicionales es de destacar, que siempre aparece el carácter general de indivisibilidad en la que pasado y futuro se gestan y desarrollan juntos. Esto es lo que da lugar y conforma aquella designación técnica tradicional de "Temporalidad sin tiempo" o "totalidad sucesiva" de determinación recíproca que escapa al acontecer físico profano de experiencia efímera (experiencia designada por la voz técnica runasimi khálla: "Brecha, abertura o herida") y participa en cierta medida, de la eternidad. Deteniéndonos un poco en esa experiencia profana del acontecer y designada técnicamente por la tradición como una "herida" (khálla) es muy probable, que en la concordancia universal, se halle relacionada de algún modo o guarde equivalencias con ciertos aspectos de kala: "el tiempo", que en la tradición hindú (precisamente en la narración del Padmapurâna) se corresponde particularmente, por la analogía del simbolismo, con el término sánscrito Kâlahâra, atributo de Shiva "vencedor del tiempo" que es personificado en la muerte "Yama" y tal como hemos dicho en su aspecto de kala. De este modo, en la narración legendaria de los acontecimientos, el pasado, el presente y el futuro reintegrados en la Unidad esencial, parecerían corresponder simbólicamente al tridente, arma con la que Kâlahâra hiere y vence a Yama/Kala.
Intelecto
Esto, evidentemente, expresa un modo de pensamiento que no sólo es casi totalmente extraño para la mentalidad general de nuestra) época (en el ámbito europeizado), como tan pertinentemente se ha dicho, sino, además, cuando se predica de ello se recurre a los presupuestos de "cultura" con el prejuicio "irracional" e "ilógico" de todo lo que se explica e implica de dicha materia, por parte de los sistemas de especialización modernos. Si tales prejuicios son motivo de la mayoría de las dificultades en la comprensión e interpretación cabal de los símbolos tradicionales, lo es mucho más de aquellos símbolos que llevan mas propiamente un sello indígena, puesto que se añade una ignorancia casi completa sobre la índole de lo que expresa una auténtica y original intelectualidad indiana. Por nuestra parte, entendemos como "intelectualidad indiana" a todos los elementos transmisores de un conocimiento completo y universal dentro de una particular forma étnica y geográfica de representar a la herencia primordial y al saber tradicional de la humanidad. En tal sentido, la noción neutra y universal encerrada dentro del término "Intelecto" trasciende el conceptualismo alfabético y acomplejado, literal y literario, que ha adquirido con la modernidad; y cobra realidad en la naturaleza viviente del conocimiento oral, usado por casi todas las naciones indias; (aunque ya casi completamente desaparecido) como medio de transmitir la influencia esencial que es la Palabra.
Esta Palabra es la luz esencial, la producción de las formas y el sustento de la Vida, es simultáneamente el Sol del tiempo y el Fuego central, por medio de los cuales, también, se determina la orientación y se cualifica al espacio. (Recordemos que la antigua y para nada abstracta "visión" tradicional india del movimiento circular del sol alrededor de la tierra que va determinando los ciclos estacionales comprueba la concepción del "tiempo" en movimiento como cualificador del espacio, ya que da la medida en la división y orientación de este). Es la primera afirmación de la Unidad y la ciencia universal de todos los seres. Por tanto, es el medio por el que se consigna el Saber Primordial destinado al Hombre Verdadero a fin de que administre el equilibrio de los mundos. Esta "ciencia universal de todos los seres" es la que cualifica a la verdadera "intelectualidad" y de donde se predica que al conocedor de dicha ciencia se lo pueda, apropiadamente, considerar como a un Intelectual verdadero y reflejo de las realidades esenciales. Esto es de tal modo, que las sociedades indígenas, como toda sociedad tradicional, basaban sus constituciones en la doctrina del Hombre Universal situado en el centro de todos los contrastes, diferencias y oposiciones. Ubicándose simultáneamente dentro y fuera del cosmos, ya sea descendiendo ritualmente al inframundo, ya sea en el centro del esplendor sobrenatural de la Naturaleza Virgen o escalando por el "palo cósmico" hacia el mismo "Corazón del Cielo.
"Corazón del Cielo"
El "corazón del Cielo" era denominado como "pozo oscuro" o "vacío negro" y localizado simbólicamente en el norte celeste por los antiguos mayas. De dicho polo pendía el Wakah-Chan, el árbol real y simbólico, la ceiba sagrada, el eje del cosmos, el "Arbol del Mundo del Cielo Elevado", representado también por la Vía Láctea, y hundiendo sus raíces en el Sur. En este esquema hay que agregar que en el Norte El Gran Dios creó una casa de ocho compartimentos que se despliega en la tierra como las "cuatros esquinas". Con todo ello mas el movimiento constelar en círculo obtenemos una mas de las tantas constataciones sobre la herencia primordial como patrimonio de la intelectualidad indiana y su consecuente suscripción a la concordancia universal. Basta algo de atención o una primera vista de esto como para vislumbrar una división regional y celeste determinadas por un centro supremo. Es posible comprender también como, en tal reparto de la manifestación, esta se halla conformada prioritariamente por un conjunto de elementos orientados. De este modo podemos apercibirnos de la significación de aquello de la cualificación del espacio por medio de la orientación, y que importancia fundamental tenia esto para el hombre indiano; ya que le permitía a este por vía de la acción ritual establecerse en el Centro del Mundo.
Conclusión
Por eso es que desde ahora, no cabe más que advertir acerca de la "intelectualidad indiana" sobre su índole tradicional y universal, su carácter estrictamente oral; y por supuesto, su arte geométrico, exorcista; sintético y transfigurativo que escapan a todo intento de sistematización o clasificación. Esto mismo que decimos no avala de ningún modo a los intentos de reducción "irracionalista" o "ilogicista" de cualquiera de las concepciones y cosmovisiones indianas. En este sentido, cualquier negación o reducción serían, indudablemente, provenientes de formas y corrientes del pensamiento, limitadas y cerradas al simbolismo tradicional, cuyas aperturas superiores impedirían la abstracción y las actividades infra-imaginales del cerebro. En otras palabras, evitarían confundir él "arriba" con el "abajo".
La confusión del "arriba" con el "abajo" es, según la doctrina tradicional de los ciclos, lo que suele caracterizar a los períodos de tinieblas, como el que la humanidad transita actualmente. Dichos períodos son determinados por funciones de orden cualitativo que acompañan el descenso cíclico resumido en un reino de sombras donde ilusoriamente se invierte la orientación real de la manifestación y la guía verdadera de sus principios. La consecuencia inmediata de todo ello tiene mucho que ver con el ataque directo y la destrucción de la naturaleza virgen, portadora del esplendor que anima a toda manifestación; y por supuesto, también con la desaparición de las sociedades tradicionales y de las doctrinas sapienciales.
Dicho estado de cosas conlleva la creciente manipulación de los símbolos tradicionales, cuyo delicado manejo, por ser la mayoría de doble naturaleza, pone en serios riesgos las bases naturales y la constitución misma de nuestro mundo. De tal modo que en el proceso indígena la transgresión fundamental del hombre moderno ha sido la violación de su entorno virginal, el símbolo máximo del espacio sagrado y el símil mas adecuado del centro del mundo.
Notas
(1).- No confundir el dato tradicional con ninguno de los niveles de “folklore”, ya que aquel apunta a los testimonios de orden trascendente.
(2).- Acentuamos lo de “sentido riguroso y tradicional” debido a la reducción e incomprensión del símbolo por parte de la mentalidad moderna, proclive siempre a otorgarle un sentido subjetivista y abstracto.
(3).- Ver “La crisis del mundo moderno” (Ed. Obelisco) y “El Reino de la Cantidad y los signos de los tiempos” (Ed. Piadós)
(4).- El cierre del simbolismo en los modos antropológicos de pensamiento impide alcanzar los inagotables sentidos que caben dentro de esta noción. Aún en los aspectos más secundarios notamos que la mentalidad aborigen inscribe dentro de este concepto a todos los seres que le rodean, tomando en cuenta el sentido esencial de la manifestación.
(5).- Todas estas relaciones, obligadamente, deben mantener el carácter de un lenguaje connatural al símbolo, ya que, en rigor, no hay reciprocidad alguna entre lo uno y lo múltiple. Es desde un punto de vista de ciertos estados o de la manifestación en que se establece un esquema de intermediarios con disposición universal, cuyas equivalencias y analogías son estudiadas por la ciencia tradicional de las “concordancias universales”.
(6).- “Jerarquías Celestes”.
(7).- “El Juego de las Esferas”.
De la Redacción de AIM. Tomado de un trabajo de Oscar Freire.