El 22 de marzo de 1895 los hermanos Lumiére proyectaron en público la primera película que se realizó en el mundo: “La salida de obreros de la fábrica Lumiére”.
La primera película, el origen del cine, se expuso en un viejo hangar de la ciudad de Lyon, Francia, hoy museo y cinemateca. Los hermanos Lumière tomaron su nueva invención y rodaron los primeros 46 segundos de la historia del cine: Salida de los obreros de la fábrica Lumière, que pertenecía a su familia.
El aspecto documental de esa primera película es en realidad bastante relativo. Los hermanos Lumière filmaron por lo menos tres versiones distintas antes de darse por satisfechos, y no dudaron en dirigir a sus figurantes, exigiéndoles que no miraran a la cámara. Terminaron escogiendo la única en la que se observaba a esa masa proletaria abriendo y cerrando la puerta. Conferían así un principio y un final a su relato. El cinematógrafo dejaba de ser pura tecnología para convertirse también en narración.
Los Lumière no fueron genios solitarios, que se levantaron una mañana y dieron con lo que sería el cine. La invención de la imagen animada fue una aventura compartida, que obsesionó a casi todos los hombres de su época. Antes que los Lumière estuvieron Marey, Muybridge, Demeny o Edison, que inventó el kinetoscopio cuatro años antes.
Pero el invento de Edison era un proyector individual, mientras que el cinematógrafo de los Lumière estaba pensado para las proyecciones en grupo. No solo dieron origen a una innovación técnica, sino también a un ritual social. Si los hermanos ganaron la partida, fue solo porque entendieron la dimensión colectiva del cine. Ir al cine implica salir de casa y compartir una misma emoción con un grupo desconocidos
Henri Langlois, pionero de la conservación fílmica y cofundador de la Cinemateca Francesa, habló en uno de sus textos más conocidos sobre los orígenes del séptimo arte. “Hubo un tiempo en el que el cine surgía de los árboles, emergía del mar, en el que el hombre de la cámara mágica se detenía en las plazas, entraba en los cafés y las pantallas abrían una ventana al infinito.
Auguste y Louis Lumière nacieron en Besançon el 19 de octubre de 1862 y el 5 de octubre de 1864, respectivamente, en una familia de pequeños industriales.
Auguste era un muchacho tímido y retraído, más parecido a su madre, la parisina Jeanne Josephine Costille; Louis, por el contrario, era decidido y animoso. Sin duda, a éste le estaba reservado el llevar la iniciativa y la acción, mientras que Auguste parecía destinado al papel de comparsa sumiso y obediente. Siempre se mantuvieron muy unidos, al menos hasta el nacimiento del cinematógrafo; después, cada uno tomaría distinto camino.