El 18 de marzo de 1842 nació en París Stéphane Mallarmé, poeta francés padre del simbolismo literario.
Mallarmé trabajo toda su vida un solo libro. Su tarea debia “aboutir a un livre” según su propia confesión. Y resultó algo que a veces es considerado menos que un libro, pero que contiene los gérmenes de la poesía futura además de imágenes de inigualable sutileza
De niño, Mallarmé perdió a su madre y a su hermana María. Se casó en 1863 con su amante, Marie Gerhardt y perdió a su hijo de ocho años. Fue profesor de inglés por poco tiempo, porque su único interés era la poesía como creación de sí mismo
En Aviñón conoció a Paul Verlaine, otro gran poeta consumido por el alcohol y la inestabilidad psíquica. En 1867 consiguió un puesto en liceo Fontanes de París.
Su poesía era exquisita pero elitista, difícil. Le granjeó la admiración de un reducido grupo de poetas y alumnos con los que dialogaba en su casa.
Debió la fama de que gozó en vida, siempre restringida, a las opiniones de Verlaine y de Joris Huysmans, que destacaron su único libro de poesías y sus traducciones de Edgar Allan Poe.
Entre los habitués a sus tertulias hubo famosos, como André Gide y Paul Valéry.
En 1897 la revista Cosmopolis publicó “Una tirada de dados nunca abolirá el azar”, fragmento de la obra que Mallarmé llamaba el Libro, que debía ser absoluto pero nunca completó. Intentó reproducir con palabras, silencios, sugerencias, dejando hablar a los blancos de la escritura y a la tipografía, la génesis del poema oculto en el lenguaje, destinado a no revelarse enteramente jamás
La poesía de Mallarmé es con frecuencia hermética, pero no por introducción de dificultades ficticias dirigidas a alejar lectores, sino por la misma naturaleza de la tarea que se impuso. Su poesía se convierte en puro signo, pura figura; parte de la esencia para alejarse de ella y terminar viéndola desde la ausencia, desde el vacío, desde la nada.