Warren Buffet y Bill Gates, entre otros multimillonarios estadounidenses, han donado buena parte de sus enormes fortunas a fundaciones con fines benéficos, como la que encabezan por ejemplo el propio Gates y su esposa.
Podría tratarse de un arrepentimiento tardío de gente que hizo mucha plata no siempre por medios publicables; pero imprevistamente un funcionario provincial, ministro de propaganda del último gobierno kirchnerista entrerriano, informó que aquella iniciativa de los plutócratas fue tenida en cuenta por el justicialismo entrerriano para dictar una ley que grava la herencia.
No hay motivo para entender que el destino que libre o interesadamente Buffet o Gates den a algunos de sus miles de millones de dólares deba ser el mismo que los propietarios entrerrianos, aunque de una pobre casita, den obligados por ley a parte de los bienes que pasen a sus herederos.
Pero la relación la hizo un funcionario provincial encargado de la cultura oficial, que invitó a buscar allá en el país del Norte las ideas que llevaron a aprobar la ley, que no obliga a los millonarios menos que a los pobres.
Es posible que los funcionarios kirchneristas de Entre Ríos creyeran tanto en el aparato de propaganda que montaron que hayan terminado por creer también en la de Buffet o Gates, o al menos pretendieran que las creyéramos nosotros. Era gente de mucha fe, sin duda.
El funcionario que encomió a los multimillonarios y al sistema que les permitió donar gastó una parrafada a favor de la beneficencia propagandística, que ya veremos es una máquina de cazar bobos, una parte de la imagen bonachona con que se presentan en público. En privado son secos, duros y sin ilusión, o no habrían amasado fortunas colosales para practicar luego con ellas la limosna a gran escala. Hay que leer con más frecuencia “Paparazzi” o “Pronto” para seguir profundizando en la manera de pensar que exponía el funcionario.
La ley del más fuerte
Hay que retener un punto: una inspiración de la ley de herencia es la conducta de los benefactores norteamericanos. Es decir, aquellos que impulsan el neoliberalismo en el mundo, los que sugieren guerras preventivas, los que esgrimen moralidad para colonizar, los que lanzan campañas de esterilización de los pobres en el Tercer Mundo, los que bombardearon Bosnia, Iráq, Afganistán, Libia, etc, etc.
Esa misma gente, en un estudio de abogados de Nueva York, hizo redactar para Bosnia una constitución que la convierte en colonia, prohíbe al banco central emitir dinero y que su presidente sea de Bosnia ni de ningún país limítrofe.
Los argumentos racistas, sajones, patriarcales y protestantes de un banquero filántropo al estilo de los que muestra Dickens en sus novelas, en realidad usureros que no quieren largar un centavo porque funcionan bien los asilos que contribuyen a mantener, son fáciles de creer para la clase media norteamericana, pero no tanto para nosotros todavía.
Buffett es el segundo o tercer hombre más rico del mundo. Donó buena parte de su fortuna, unos 40 000 millones de dólares, a la fundación que crearon Bill y Melinda Gates.
La beneficencia de estos “gordos” internacionales es pariente opulenta de aquella que enfrentó Eva Perón cuando las “damas” que la ejercían, las mujeres de los miembros de la oligarquía vacuna, se negaron a que ella, como primera dama de la Argentina, presidiera sus instituciones alegando que era muy joven. Entonces Evita les dijo que presidenta sería su madre, que tenía edad suficiente, y les contestó con la creación de la fundación que llevó su nombre.
En tiempos del dominio británico en la India, los ricos ingleses vieron cristiano y conveniente practicar la beneficencia con los hambrientos. Un crítico les hizo saber que solo pretendían satisfacer sus vanidades y escuchar su propia trompeta y ver su nombre en el altar de las elites y en compañía de la realeza.
A pesar de ser irlandés, aquel crítico no se dejó engañar por los “filántropos”, como menos lo hizo Gandhi, que encontró un medio de prescindir de la caridad inglesa y de los ingleses mismos también.
En los Estados Unidos, la conducta de los filántropos actuales tiene antecedentes que no permiten dudas, salvo en algún ministerio encargado de trompetear, propagandear y organizar festivales.
Una célebre fundación del “gran país del Norte” lleva el nombre de Andrew Carnegie, que donó más de 7000 millones de dolares de aquella época, fines del siglo XIX, con la idea de que los ricos, los elegidos de Dios según la ética puritana, deben ser el único agente y síndico de sus hermanos más pobres, brindando a su servicio su sabiduría superior, su experiencia y su habilidad de administración, y hacer por ellos mejor de que lo que harían ellos mismos.
¡Flor de padre amoroso les salió a los pobres en Norteamérica, flor de gobierno justiciero conseguimos en Entre Ríos!
A una pregunta incómoda Carnegie contestó con solvencia:¿Porqué no aumentaba el sueldo de sus trabajadores? Simple: él necesitaba mantenerse competitivo y los obreros no sabrían que hacer el pago extra, porque de acuerdo con la ideología de base de los sajones protestantes norteamericanos, la excelencia se sanciona con la fortuna, tal es el premio que Dios concede a sus elegidos.
Carnegie bajó los sueldos de sus empleados siguiendo las normas económicas que consideran a la fuerza de trabajo como una mercancía, tal como el gobierno actual no admite aumentos salariales que impliquen ninguna forma de “irresponsabilidad”, ni desmerezca la estatura de estadistas que se han atribuido sus funcionarios ni ponga a prueba sus lealtades obligadas al poder porteño.
Carnegie entonces, como sus seguidores “sudacas” de ahora, era paternalista y cruel, daba una limosna a quien se avenía a pedirla y renunciara a luchar por lo que es suyo.
En los Estados Unidos, y en la Argentina, las fundaciones sirven para no pagar impuestos y justificar los recortes en planes de salud.
George Bush hijo organizó un sistema de beneficencia basado en las iglesias protestantes, con disminución de impuestos para ricos y medidas a las que Buffet debe parte de la riqueza que dona con gesto que genera elogios en algunos y credulidad y seguimiento en otros.
Buffett se hizo multimillonario gracias a una explotación despiadada de la gente, la única manera que conoce, bajando salarios, echando trabajadores para reducir gastos o cerrando plantas cuando le convino. Como decía Carnegie, debe mantenerse competitivo y dona porque si aumenta sueldos los pobres no sabrán qué hacer con el dinero que él les administra como padre providente.
Buffett explicó su inversión en la industria de los cigarrillos: ”cuesta un centavo fabricarlos y lo vendes por un dólar. Además es adictivo, hay una lealtad fantástica." Cuando él mismo se vio afectado por el tabaco en su salud, le dio la espalda a esa industria con esas explicaciones.
¡Qué barato me sale ser bueno!
Federico Engels explicó la filantropía en que creen algunos funcionarios entrerrianos: “han rendido un servicio a los proletariados, primero truncarles la vida, y luego presentándose ante el mundo como grandes benefactores de la humanidad cuando devuelves a las víctimas saqueadas una centésima parte de lo que les pertenece."
La fundación que lleva el nombre de Bill Gates y el de su esposa dipone de 30.000 millones de dólares. Gates es nieto de un poderoso banquero, su historia no es la de un pobre que se hizo rico ni de un canillita que llegó a campeón. Sus antecesores, J. P. Morgan, John D. Rockefeller, Cornelius Venderbilt, Andrew Carnegie fueron todos monopolistas como él. Todos eran industriales muy ricos que acabaron con sus competidores mandándolos a la ruina y donaron parte de sus fortunas a obras de caridad.
- D. Rockefeller, dueño de Rockefeller & Company, que tiene herencia maligna hoy en Monsanto y su intento de patentar la vida, tuvo tantos beneficios desde que con la Standard Oil controló la producción petrolera, que se hizo poco a poco odiado, incluso el hombre más odiado de su país. Ahora su imagen cambió a la de un tio rico buenazo y filantrópico que no quiere otra cosa que favorecer a los pobres del mundo, los amados objetos de su caridad.
Bill Gates dedica grandes sumas a vacunar a los africanos. Millones de personas del Tercer mundo mueren por enfermedades curables mientras las empresas farmacéuticas obtienen miles de millones sin invertir casi nada, ni siquiera en investigación, que cada vez más está a cargo de los estados nacionales. Los pobres no pueden comprar remedios, entonces, para la lógica que anima a las corporaciones, deben morirse.
Los donativos de Bill Gates son un parche que repiquetea su nombre, pero no solo eso: algunas de las vacunas que promueve para el Tercer mundo llevan un agregado intencional: tienen la propiedad de esterilizar a las mujeres jóvenes que las reciben. Gates una y otra vez ha dicho que el mal del mundo es la superpoblación, que si sigue así dejará a los países centrales sin las materias primas de los periféricos, por ejemplo sin el oro de Famatina para la Barrick, sin el gas de esquistos de Entre Ríos para los ingleses que se lo recomendaron al gobierno, y así. Para disminuir el mal de la superpoblación, el solícito Gates ya tiene la vacuna.
Por ahora, ninguno de los multimillonarios estadounidenses que se han sumado a “The Giving Pledge”, la iniciativa benefactora de Buffet y Gates, aclaró cómo donó el dinero, en qué condiciones. En Estados Unidos la ley acepta fundaciones para la filantropía que se alimentan con recursos que se destinan a obras sociales en lugar de declarlos al fisco. Es un negocio más entre tantos de los que caen en las manos de los ricos.
Los benefactores, raza superior
En Noruega, cerca del Polo Norte en las isla Spitbergen, se ha construido un banco de semillas dentro de una montaña. Tiene puertas dobles a prueba de explosiones con sensores de movimiento; paredes de hormigón de un metro de espesor para preservar tres millones de semillas de todo el mundo para conservar los cultivos para el futuro.
¿Qué peligro amenaza a las semillas, que hace necesario este banco, de los que hay ya varios en el mundo? La fundación de Bill Gates, la fundación Rockefeller, Monsanto y Syngenta han emprendido un proyecto común, que no es sino la continuación del que en los años 20 se llamaba “eugenesia”, y luego fue el de organismos genéticamente modificados. Si no suena todavía en algunos oidos, Hitler lo llamó la “raza superior aria” y Joseph Mengele continuó por años haciendo sus experimentos en Sudamérica como antes, con más soltura, los había hecho en los campos de concentración nazis.
La eugenesia de Hitler fue financiada por la Fundación Rockefeller antes y durante la guerra. Ahora aquello ha devenido en una cámara acorazada de semillas del día del juicio final para preservar muestras de cada semilla de nuestro planeta de una destrucción incalculaboe.
La fundación Rockefeller, una de las “benefactores filantrópicas de la humanidad” junto con Buffet y Gates, creó la pseudo ciencia de la biología molecular tratando de reducir la vida a “secuencias de genes definidoras” con el propósito de cambiar a voluntad la genética y crear una raza superior a imagen y semejanza de los banqueros capitalistas modernos.
Fue la fundación Rockefeller, vinculada con George Soros a Monsanto, a la que debemos la soja y el maíz transgénicos y los campos regados con glifosato, la creadora de la revolución verde.
La revolución verde permitió a los filántropos desarrollar un agronegocio globalizado monopolizable como el caso del petróleo con la Standard Oil que luego podría monopolizar igual como lo había hecho medio siglo antes con la industria petrolera mundial.
La finalidad parecía oscura, pero ahora ya es clara: concentrar el control de la cadena alimentaria en corporaciones multinacionales como Monsanto y Syngenta, sin participación del agricultor tradicional.
Los agricultores deben quedar a merced de los “benefactores” porque no tienen sino comprar semillas todos los años, o de lo contrario les cae la “policía de semillas” o sufren más sencillamente la falta de fertilizad de las híbridas modificadas genéticamente.
Como consecuencia del ingenio de los filántropos, el campo del Tercer Mundo, y de manera penosa el entrerriano, se despobló porque los campesinos debieron emigrar a las ciudades, a las villas miseria, como parte de un plan de creación de mano de obra barata para las empresas que dependen de las grandes fundaciones que generan tan redonda credibilidad en quienes en lugar de cuidar el interés de todos están para engordar vanidades.
La fundación Gates ofrece fondos para vacunación en el tercer mundo. Pero esa es la fachada, atrás está el plan para esterilizar a los más débiles.
William, el padre de Bill, fue miembro de la Sociedad Humanista y la sociedad Planificación familiar (IPPF), subcomité de la Sociedad de Eugenesia. Una de las organizaciones afiladas a la IPPF es la sociedad brasileña de Bienestar Familiar (Befam) que esterilizó mujeres Brasil de 1965 a 1971.
La finalidad de aquella sociedad de Eugenesia era la esterilización de los “manchados en su origen de poco valor cívico”, como enfermos, latinos, negros, indígenas.
Bill dijo en una conferencia que las vacunas se deben usar para reducir la población mundial y solucionar el calentamiento global limitando las emisiones de dióxido de carbono. En otra de sus actividades benefactoras, su fundación financia la anticoncepción, la esterilización forzada y el aborto con donaciones para el Fondo para la Población de Naciones Unidas.
En cuanto al otro ejemplo de filántropo considerado como origen de la idea para el impuesto a la herencia en Entre Ríos, Warren Buffet, donó a su la fundación Gates 31 mil millones de dólares para control de la población, producción masiva de la píldora abortiva RU-486, y la financiación de grupos de mujeres que sienten que su liberación pasa por el derecho a decidir el aborto.
Bill Gates concurre cada año a las reuniones del club Bilderberg, sociedad secreta de supermillonarios que procuran dominar el mundo y que si alguien puede considerar benefactores, puede hacerlo aunque en desmedro de la verdad.
Se trata de disfrazar de beneficencia y altruismo las viejas doctrinas maltusianas que ven en el crecimiento de la población el mayor mal de la humanidad. Hoy en día consideran al hombre el cáncer del planeta y se ofrecen para “ayudarlo” a desaparecer.
Su beneficencia es apenas un disfraz, procuran una finalidad racista y clasista que sin dificultad se puede entroncar con los fines que Hitler dejó truncos debido al resultado de la Segunda Guerra mundial. Fracasó en su intento de esterilizar a la población de los países dominados a los que quería aplicar la limpieza étnica mediante agua adicionada con fluor, pero el plan se retoma con las semillas genéticamente modificadas, con planes de vacunación y de explotación de los recursos naturales para uso de los países centrales en lugares donde sobre la población local.
Si algún funcionario de algún gobierno local quiere creer en esta publicidad nada más porque es parecida a la que él impulsa, puede hacerlo, pero debe cuidar de que los demás no se engañen como él, puede confundir a los chicos.
De la Redacción de AIM.