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Un gigante del alma al servicio de enanos

El bebé llora, grita, patalea. La madre intuye qué le sucede. Se había inquietado, pero cuando el bebé se tranquiliza, ella también. Si bien él ya no es parte de su cuerpo, como fue durante nueve meses, ambos siguen ligados como si fueran uno.

.<br />El miedo es una perturbación del ánimo causada por la inminencia de un riesgo real o imaginario.
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El miedo es una perturbación del ánimo causada por la inminencia de un riesgo real o imaginario.

El niño, que aún no se distingue a sí mismo del resto del mundo, está aprendiendo a manipular a su madre mediante el  berrinche, la risa o algún otro recurso para conseguir  comida,  ayuda, atención total.

Toda la vida es un desarrollo de esa actitud inicial.  Salvo excepciones, nadie la deja totalmente atrás: todos somos a veces, con frecuencia o siempre,  manipuladores. El grado de madurez que hemos logrado se puede medir por lo lejos que dejamos los berrinches, la necesidad de aprobación, de reconocimiento y atención, de aliento y consuelo.

La palabra

Para el sofista Gorgias, maestro de retórica contemporáneo de Sócrates, la palabra puede sobre el alma tanto como el medicamento sobre el cuerpo. El  llanto o la risa del bebé, que son la expresión a su alcance, movilizan a la madre. Luego aprenderá a fingir, puede llegar en casos extremos a simular asfixia o  convulsiones. Su finalidad, como la de tantos que más crecidos necesitan del poder y lo buscan por caminos llanos o quebrados, es rendir, dominar, crear a su alrededor un cerco de atención incondicional.

Philip Dick, autor estadounidense novelas de ciencia ficción,  se refirió al uso del lenguaje prostituido de los políticos: “El instrumento básico para la manipulación de la realidad es la manipulación de las palabras. Si tú puedes controlar el significado de las palabras puedes controlar a la gente que utiliza esas palabras.”

La manipulación necesita de gente vulnerable, indefensa, dócil, desinformada, puramente emocional, con poca capacidad reflexiva, sobre quienes las palabras pueden tener un efecto devastador sobre todo cuando están reunidos en multitudes. A crear y ganar ese público se dirige desde siempre la actividad política, que usa como auxilio de la manipulación los subsidios, la postración, la ignorancia, la persuasión o la violencia.

Uno de los medios más eficaces para fascinar el criterio de las masas y dominar su voluntad es utilizar las emociones por sobre la razón y entre todas las emociones, el miedo.  Las emociones anulan la capacidad crítica:  deciden de inmediato y luego llega tropezando la razón a justificar lo que decidieron bajo la presión propagandística o bajo la palabra encendida o paternal del líder.

El miedo

El miedo es una perturbación del ánimo causada por la inminencia de un riesgo real o imaginario. Es la emoción más primitiva y la que rinde más provecho a los manipuladores, sobre todo si pueden dirigir a los temerosos contra la fuente supuesta del  peligro.

El filósofo inglés Thomas Hobbes vinculó el miedo con la  organización política y la construcción del Estado. El camino abierto por Hobbes fue generosamente recorrido tanto por los Estados democráticos como por los totalitarios. Todos desarrollaron y aplicaron técnicas tendentes a   manejar las reacciones de la gente ante estímulos de miedo.

En estados de crisis mental, que se pueden generar de muchas maneras, los individuos terminan siendo muy vulnerables y fácilmente manipulables.

La amenaza a la salud que implica una peste es un ejemplo muy claro del poder del miedo sobre las poblaciones, que en esas condiciones aceptan cualquier restricción con tal de evitar la enfermedad, que bien puede ser un peligro mínimo o ficticio.

Un ejemplo clásico de lo que puede el miedo, desatado en este caso por un relato de ficción,  son los  suicidios que  provocó el entonces joven cineasta Orson Welles en los Estados Unidos. El había creado un radioteatro con la novela "La Guerra de los Mundos", de Herbert Wells. La consecuencia imprevista fueron accidentes de tránsito, avalanchas humanas, agolpamientos frente a comisarías, hospitales e iglesias, suicidios, abortos e infartos:

«Señoras y señores, interrumpimos nuestro programa de baile para comunicarles una noticia de último minuto procedente de la agencia Intercontinental Radio. El profesor Farrel del Observatorio de Mount Jennings de Chicago reporta que se ha observado en el planeta Marte algunas explosiones que se dirigen a la Tierra con enorme rapidez... Continuaremos informando».

Alrededor de 12 millones de personas escucharon esa transmisión radial alarmante de Welles y las que siguieron a intervalos breves, y las tomaron tan al pie de la letra que muchos se suicidaron. Entonces, en 1938,  la gente tenía los nervios alterados por la   gran crisis económica iniciada en 1929.

El año de la peste

En 1979 se estrenó en México "El año de la peste", una película de Felipe Cazals, que muestra cómo crear un clima de terror. En la película un especialista reconocido advierte la peste y avisa a las autoridades. El gobierno decide ante todo controlar la información, saca a las calles brigadas policiales disfrazadas de fumigadores y prolonga las vacaciones escolares.  La película plantea cómo la cuarentena afectaría al sector turístico, verdaderamente muy dañado actualmente en México y en todo el mundo, y pone en primer lugar la cuestión de la relación entre la salud y la economía.

Cazals recibió el premio a la mejor película en 1980 por una obra "más bien apocalíptica que de alguna manera resulta premonitoria".

"Por si pasa"

Un turista norteamericano de origen italiano estaba en un restaurante de Nápoles con su familia. Pidió la cuenta y vio al final un ítem raro: "psp". Preguntó al mozo de qué se trataba. Encogiéndose de hombros, el mozo contestó "por si pasa, pero no pasó". No había advertido que el yanqui era también un poco napolitano y conocía el idioma  y las costumbres.

Los gobiernos saben perfectamente que deben aprovechar el miedo colectivo para tomar medidas que "pasen" en momentos de parálisis obligada como éstos,  pero no hubieran "pasado" en otras circunstancias, como por ejemplo la rebaja de salarios.

El miedo se instala en el inconsciente de modo que hace de cada uno un juguete en las manos de los manipuladores que manejan los medios de comunicación.

El miedo es hoy casi normal en la política interna e internacional como instrumento al servicio de intereses económicos y políticos.

En las dos décadas de este siglo ha habido varias crisis económicas y varios anuncios de pandemias: El síndrome respiratorio agudo severo en 2002; la gripe aviaria en  2005; el síndrome respiratorio de Oriente Medio en 2012;  el ébola en  2014; el zika en 2016.

La última está en curso todavía y amenaza con  llevar a la desesperación a muchas personas que terminan con más miedo a la miseria y al hambre que a la peste. Y ya se anuncia otra, generada esta vez en los cerdos.

La gente está sometida a los efectos del miedo, científicamente administrados, al desgarramiento de la inseguridad, la incerteza, la desconfianza sin solución, azuzado todo por los  medios de comunicación.

De la Redacción de AIM.

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