El cansancio y la tristeza muchas veces caminan de la mano. Estas patologías pueden hacer que te sientas absolutamente carente de energía.
Sentirse siempre cansada es una sensación muy común y es una de los principales motivos de consulta en atención primaria. Las causas pueden ser múltiples, pero entre las más frecuentes, especialmente entre las mujeres, están la anemia, las enfermedades autoinmunes y el hipotiroidismo.
Cuando al cuerpo le faltan fuerzas
El cansancio o la sensación de fatiga es un síntoma que puede ser un reflejo de gran número de patologías orgánicas, pero también un indicador de alteraciones psicológicas, conflictos sociales o contaminación ambiental que se ha introducido en el organismo.
Sin embargo, es un síntoma difícil de diagnosticar porque ni las mismas personas que lo padecen pueden precisar con claridad en qué momento de sus vidas empezó; incluso cuando la causa es alguna enfermedad orgánica, empieza de forma lenta e insidiosa.
Dado que hay muchas causas de origen biológico, nos vamos a centrar en las más frecuentes en el sexo femenino en función de la edad, aunque siempre se han de tener en cuenta las múltiples causas psicosociales y ambientales que también pueden provocar cansancio.
Posibles causas de la falta de energía crónica
Antes de los 50 años, las causas más frecuentes de cansancio son la anemia y las deficiencias de las reservas de hierro, el exceso de las pérdidas menstruales o la aparición de enfermedades autoinmunes y de alteraciones de la función tiroidea.
En cambio, a partir de los 50 años, la mayoría de cuadros de cansancio se debe a anemias que se producen por déficits de vitamina B12 y ácido fólico, enfermedades reumáticas y diabetes.
En las últimas décadas se ha descrito un nuevo trastorno que puede afectar a todas las personas sea cual sea su edad: el síndrome de fatiga crónica.
- Deficiencias de hierro
Las anemias ferropénicas y las deficiencias de hierro constituyen, en todo el mundo, el motivo más frecuente de que las mujeres permanezcan “siempre cansadas”.
Los principales síntomas de la carencia de hierro, aunque los niveles de glóbulos rojos y hemoglobina sean normales, son:
Fatiga, que puede llegar a ser tan acentuada que se confunda con el síndrome de fatiga crónica.
Debilidad y dolor muscular generalizado.
Frío en todo el cuerpo, en especial en manos y pies.
Somnolencia de día e insomnio nocturno.
Taquicardia y palpitaciones,
Disnea (dificultad respiratoria) y sensación de ahogo con el esfuerzo físico o la práctica del deporte.
Dolor en la lengua (con inflamación, brillo y enrojecimiento), atrofia de las papilas gustativas o aftas de repetición.
Palidez de piel y mucosas.
Infecciones habituales en la piel, dificultad en la cicatrización de heridas, incremento del acné y aumento de granos y forúnculos. También fotodermatitis por exposición solar y prurito generalizado.
Caída del cabello y sequedad del cuero cabelludo. Cabello fino difícil de peinar y con las puntas abiertas,
Uñas con manchas blancas que se abren en capas…
Esta extensa lista de síntomas se explica porque el hierro juega un papel esencial en el ciclo de Krebs (elemento central del metabolismo), que necesita el ion hierro que da la ferritina.
Su carencia se traduce en un incremento de la ansiedad, las fobias y los miedos, y en pérdida de memoria y capacidad de concentración.
Una reserva de hierro normal es muy importante para la musculatura de todo el cuerpo, en especial la cardiaca, y para el equilibrio del cerebro. La sustancia negra, el núcleo estriado y las zonas del sistema límbico son las más ricas en este mineral.
- Anemias carenciales
Además de la causada por la falta de hierro, existen otros dos tipos de anemia: por carencia de vitamina B12 y/o ácido fólico (macrocítica) y de un factor intrínseco en el estómago (anemia perniciosa).
Se presentan en el 1,9 por cientode personas mayores de 60 años y su prevalencia es más elevada entre mujeres que entre hombres, en una proporción de cinco a uno. También cursa con cansancio, disnea de esfuerzo, taquicardias e irritabilidad.
Las deficiencias de vitamina B12 y ácido fólico se deben a carencias nutricionales o de absorción.
En el caso del ácido fólico, esta puede verse interferida por algunos fármacos, como los que se indican para la epilepsia, para la artritis (metotrexato) y los anticonceptivos hormonales.
La deficiencia de vitamina B12 se produce en las enfermedades de estómago e intestino, que reducen su formación y absorción. Le sucede, por ejemplo, a quienes se les ha extirpado medio estómago por un cáncer o para combatir una obesidad grave, o a quienes sufren gastritis crónicas atróficas que se producen por la presencia de anticuerpos antiparietales gástricos (las células parietales del estómago segregan una sustancia necesaria para que el cuerpo absorba la vitamina B12).
En los últimos años hemos detectado una nueva modalidad de anemia entre mujeres y hombres jóvenes que han dejado de comer carne y siguen una dieta basada en la pasta. Estas pseudodietas supuestamente desintoxicantes perpetúan las anemias y el cansancio.
Los vegetarianos saben que su dieta carece de aminoácidos esenciales y vitamina B12, y lo compensan con suplementación.
- Enfermedades autoinmunes
Casi todas las enfermedades autoinmunes se inician con cansancio y dolor, que se instauran lenta y progresivamente, por lo que se confunden con otros estados de malestar y son difíciles de diagnosticar.
Algunos de los procesos autoinmunes interfieren en la función cerebral, causando síndromes depresivos por deficiencia de neurotransmisores.
Su frecuencia varía mucho. Existen trastornos muy habituales, como la tiroiditis, que afecta a un 25 por cientode la población femenina, y otros que lo son menos, como el lupus eritematoso (un caso por cada 500/1.000 mujeres).
El hecho de que estas enfermedades se introduzcan de forma solapada y el largo periodo que suele transcurrir hasta su diagnóstico, que puede ser de varios años, también contribuye a crear un estado depresivo, ya que las mujeres han de vivir y trabajar con cansancio y dolor, lo que les comporta una baja calidad de vida.
Un exceso de estrógenos por la presencia de químicos ambientales (insecticidas, disolventes, gases anestésicos y otros disruptores endocrinos) es un estímulo para la aparición de enfermedades autoinmunes.
- Hipotiroidismo
La patología autoinmune de tiroides más frecuente es el hipotiroidismo, que se manifiesta, incluso en el caso de que sea leve, con:
Cansancio y dolor muscular (miopatía).
Sensación de frío intenso.
Estreñimiento.
Piel seca en especial en codos y talones).
Incremento de peso aun comiendo poco.
Hinchazón en extremidades y en manos al levantarse por la mañana.
Incremento de hemorragias menstruales y ciclos menstruales más cortos.
Por el efecto de la hormona tiroidea sobre el sistema nervioso central, y en particular sobre la serotonina, su carencia está relacionada con el incremento del apetito a media tarde, y la pérdida de memoria y de capacidad de concentración.
También la tendencia a la depresión que presenta resistencia a los psicofármacos habituales, y que solo se puede corregir con la administración de hormona tiroidea hasta normalizar la función.
Al estudiar la correlación entre la deficiencia de la hormona tiroidea y la calidad de vida, nos hemos encontrado con que las mujeres con hipotiroidismo:
Tenían dificultades para desarrollar actividades de ocio activo.
Poseían capacidad para acabar su trabajo habitual, pero por la noche no podían hacer nada.
Presentaban problemas en la conducta de alerta, tropezaban, tenían olvidos frecuentes y repetidos.
Sentían dificultades en las relaciones psicosociales y en su propia conducta emocional.
Todos estos aspectos mejoraron después del tratamiento con las dosis necesarias de levotiroxina sódica, que normalizaron los niveles de la hormona estimulante de la tiroides (TSH).
Muchas mujeres que han sido diagnosticadas de fibromialgia presentan, en realidad, una miopatía por hipotiroidismo que puede ser tratada y mejorada. Lo mismo ocurre con la fatiga.
- Diabetes
El exceso de glucosa en la sangre en la vida adulta, la denominada diabetes tipo II, es una de las causas de cansancio en las mujeres de todas las edades, pero especialmente en las mayores de 50 años.
Cuando se tiene diabetes tipo II, el azúcar permanece en la sangre porque el organismo no produce insulina (la hormona que ayuda a la glucosa a penetrar en las células) o no la usa de forma eficiente.
Como a las células no les llega energía, las células tienen “hambre” y están “cansadas”.
Las personas con diabetes tipo II tienen siempre sensación de hambre, en especial después de las comidas con hidratos de carbono, por lo que se incrementa la obesidad, la sed y la necesidad de orinar con frecuencia.
Los síntomas pueden aparecer incluso con pequeñas alteraciones de las analíticas de glucemia después de las comidas. Así, es imprescindible reducir la ingesta de carbohidratos y hacerla más proporcional a la de proteínas.
Revista Cuerpo Mente.-
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