A la hora de consolar a alguien no importa lo que nosotros sintamos u opinemos. Importa la otra persona. Por ello, sumamos cuando aprendemos a ser facilitadores de emociones, figuras capaces de ayudar al otro a desahogar pensamientos y necesidades.
No todo el mundo sabe cómo consolar con palabras. La realidad es que no resulta nada sencillo el buen arte de conferir apoyo, de proveer calidez, consuelo y confort a quien está sufriendo. Así, aunque el dolor tenga muchas formas y múltiples orígenes, en realidad, a la hora ser de apoyo a alguien siempre hay estrategias comunes que nos pueden ayudar.
Decía el escritor sueco Stig Dagerman que la necesidad de consuelo del ser humano es insaciable. De algún modo, esta es una dimensión que siempre echamos en falta y que crea vetas, heridas y vacíos. El consuelo parte de la comprensión del otro y esto es quizá lo que anhelamos a menudo, un entendimiento o una conexión auténtica de los demás hacia las realidades internas.
Nadie pide que cuando uno lo pase mal, el otro sienta de igual modo ese abatimiento. Lo que se espera es una combinación exquisita de saber estar sin juzgar, de arropar sin necesidad atosigar. El consuelo parte de la dimensión invisible del afecto real y, sobre todo, de esa facilitación que invita a liberar cargas, a dejar fuera (y compartir) lo que duele dentro.
Profundizamos en ello.
Claves para saber cómo consolar con palabras
“Ánimo, todo pasa, no te preocupes que eso no es nada, siento de verdad lo que te ha pasado, date tiempo y ya verás como dentro de tres meses ya te encuentras mejor”. A la hora de consolar existen múltiples recursos y expresiones hechas que, en buena parte de los casos que, lejos de cumplir tal propósito, intensifican aún más el sufrimiento.
Bien es cierto que, tras esas expresiones, está la buena fe. Es verdad que quien nos comenta eso de “tranquilo, yo he pasado por esto y se supera” lo hace sin mala intención. Sin embargo, quien pronuncia esa amalgama de desafortunadas palabras no sabe que con esa frase nos transmite presión (todo el mundo lo supera y si tú no lo haces, mal vas).
Falta de atino, ausencia de habilidades en materia de apoyo emocional, torpeza psicológica… Son muchos los errores que se cometen en esta práctica y aunque exista empatía, aunque la otra persona sí conecte con nuestro malestar y dolor, no siempre se sabe qué hacer, qué decir o cómo responder. Comprender las claves para saber cómo consolar según la ciencia pueden ser herramientas de gran trascendencia que todos deberíamos integrar.
1. Sé que estás pasando por un momento y lo siento mucho
John Gottman, psicólogo clínico, investigador y experto en relaciones de pareja, nos explica también en sus trabajos cómo llevar a cabo esa área que, en realidad, también es decisiva en un vínculo afectivo. Así, incide en que cuando uno de los miembros sufre, lo que espera del otro es que sea su caja de resonancia -comprensión y empatía-.
Gottman lo define como ser “testigo” cercano del dolor de la otra persona. Ser un espejo y esa presencia cercana que entiende y sabe estar presente. Por ello, una de las mejores frases o expresiones que podemos usar es, por ejemplo “sé que estás sufriendo y lo siento mucho”, “lamento mucho por lo que estás pasando, comprendo tu malestar, tu dolor, tristeza…”.
La clave está en validar los sentimientos del otro, en hacerle ver que todo lo que siente tiene sentido. Por ello, es importante facilitar el desahogo, crear un refugio para que la persona se sienta libre a la hora de expresar lo que necesite.
2. No se necesitan razonamientos sabios, ni juicios ni referencias a propias experiencias
Cuando vamos a ofrecer consuelo y apoyo a una persona, no hacen falta perlas de sabiduría ni razonamientos filosóficos. Aún más, a la otra persona no le ayudará que le expliquemos que hemos pasado por lo mismo que ella y que al final, todo pasa o se soluciona.
La realidad que vive cada individuo es única y excepcional; por ello, es mejor evitar las comparaciones. Por otro lado, estudios, como los realizados en la Universidad de Illinois (Estados Unidos) señalan algo importante. Para consolar con palabras es necesario tener en cuenta los siguientes aspectos:
Los comportamientos conversacionales son esenciales en el proceso de consuelo y apoyo, pero en ellos debemos evitar los juicios. Expresiones como “esto te ha pasado por (…)” o “lo que tenías que haber hecho es (…)” lejos de ayudar, invalidan.
3. La persona que sufre no quiere consejos
Los consejos y las recomendaciones se las puede dar un profesor a su alumno de secundaria. También cuando un amigo nos pide (expresamente) orientación sobre un tema en concreto. Sin embargo, en el campo del consuelo, del confort emocional y el apoyo psicoemocional no es útil que alguien nos diga qué debemos hacer en esas circunstancias.
El doctor Xi Tian y otros científicos de la Universidad Estatal de Pensilvania investigaron hace un año cómo consolar con palabras y descubrieron que los consejos bien intencionados son contraproducentes. Es más, lo que genera a menudo es reactancia psicológica, es decir, una tendencia a rechazar las indicaciones o recomendaciones planteadas.
En esencia, para evitar esa reacción, es necesario evitar decirle a la otra lo que debe hacer o sentir. Expresiones como “quítate eso de la cabeza o no lo pienses más” deben sustituirse por “lo que sientes es normal, te entiendo y lo siento”.
4. Estoy contigo para lo que necesites (cuando tú me digas)
A la hora de profundizar en cómo consolar con palabras, es casi más importante dejar claro aquello que no debe hacerse. Un error en el que caemos muy a menudo es obsesionarnos en “estar presentes”. Bien es cierto que la cercanía ayuda y es esencial, pero hay que saber dejar espacios, permitir tiempos y respetar necesidades propias.
Apoyar sin invadir es un arte. Ser cercano sin agobiar es un recurso inteligente y necesario. Para ello, es recomendable que la persona que sufre sepa que pensamos en ella, que la llevamos en el corazón y que cualquier cosa que necesite nos tiene a su disposición de inmediato. Ser ese hombro en el que llorar, esa mirada en la que reflejarse y esa presencia que sabe escuchar es clave en el arte del apoyo.
Para concluir, todos en algún momento, nos hemos visto en esta compleja tesitura. Bien entre quienes dan consuelo y también, entre los que los han necesitado. Ninguna de las dos situaciones es sencilla, es cierto, sin embargo, es bueno normalizarlas y habilitarnos en esta competencia de vida tan esencial. Consolar requiere prudencia, atino y esa conexión emocional que reconforta sin invadir.
Por Valeria Sabater para La Mente es Maravillosa
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