Dos frases importantes acuñó la sexóloga Helen Kaplan a lo largo de sus años de trabajo: la primera es la del título y la segunda es “la excitación es mitad fricción y mitad fantasía”, por lo tanto, vemos la importancia que las fantasías tienen en la sexualidad.
Algo con lo cual me encuentro frecuentemente en el consultorio es la dificultad de fantasear, principalmente para las mujeres. En los hombres se encuentra que fantasean más que ellas debido a que, entre otras razones, desde chicos están acostumbrados y más estimulados para ello.
Esta dificultad suele encontrarse por debajo de otros problemas en la sexualidad como dificultad para alcanzar el orgasmo y disminución del deseo sexual. Muchas veces se manifiesta por la ausencia de fantasías en general y en otros casos recae específicamente sobre las fantasías sexuales porque la persona siente culpa relacionada a entender este proceso de fantasía como un engaño a la pareja o como algo de contenido moralmente incorrecto.
Suele suponerse que una fantasía sexual está asociada a algo imposible lo cual no siempre es así, sino más bien tiene que ver con algo que nos estimule y genere deseo sexual.
Para comenzar definamos a que llamamos fantasía sexual: la misma es una representación mental que estimula y acompaña los actos sexuales. Las fantasías se encuentran entre las manifestaciones principales de la sexualidad por lo tanto se las considera actividades sexuales. Pueden expresarse mediante imágenes, pensamientos o ambos.
Por el contrario, a lo que muchas veces se cree, esta representación mental nos permitirá conectarnos más con el placer y la sexualidad.
Suele suponerse que una fantasía sexual está asociada a algo imposible lo cual no siempre es así, sino más bien tiene que ver con algo que nos estimule y genere deseo sexual. Por otro lado, no todo lo que fantaseamos lo queremos llevar a cabo, una parte de las fantasías sexuales no se llevan jamás a la realidad, quedan en nuestra intimidad.
Tener fantasías sexuales no significa tener dificultades o carencias, por el contrario, suelen estar relacionadas con una mayor satisfacción sexual y un aumento de orgasmos.
En el principio de toda relación las fantasías sexuales son moneda corriente, tal vez voy pensando toda la semana ¿Qué haremos? ¿Qué me voy a poner? ¿
¿A dónde la llevaré? anticipándonos al encuentro del sábado, por ejemplo.
Esto permite que de forma más espontanea sintamos un alto deseo sexual al llegar al ansiado encuentro. Con el tiempo de la relación esto suele ir cambiando y lleva muchas veces a repercutir en el deseo sexual, principalmente esto se registra en las mujeres.
Por lo tanto, es importante tener en cuenta que las fantasías también pueden ser un recurso para poder comunicarlas a nuestra pareja y realizarlas en conjunto para salir de la rutina.
¿Qué cosas me podrían llevar a fantasear? Eso es muy variable y depende de cada persona en particular. A veces surge el problema de no saber por dónde comenzar. No siempre debe ser algo muy elaborado, alguna posición o práctica sexual, ambientación, lugar diferente o ropa puede estimularme tanto a mí como a mi pareja.
Las fantasías sexuales, como toda conducta, pueden trabajarse, no solo en la intimidad de autoerotismo, sino también en la comunicación con el compañero sexual, uno pude seleccionar de las fantasías que tiene, que compartir y que no con nuestra pareja. El proceso de fantasear, si no surge de manera espontánea puede buscarse deliberadamente, en soledad o en pareja con el objetivo de aumentar el deseo y enriquecer la relación sexual.
En la medida que podamos entender las fantasías como algo natural y esperable de la sexualidad, vamos a poder disfrutarlas más y nos llevará a refrescar y movilizar nuestra sexualidad.
Referencias bibliográficas:
Kaplan, H. S. (1996a). La nueva terapia sexual I. Buenos Aires, Argentina: Alianza.
Fuente: Psyencia
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