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Salud y Bienestar
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La hidratación es clave para prevenir el golpe de calor

Ante las elevadas temperaturas que se registran, y cuando la sensación térmica se eleva al extremo, es preciso tomar medidas para evitar el golpe de calor y la deshidratación, que pueden ser graves en ancianos y también en niños pequeños, advirtió a AIM la médica especialista en Nutrición y Cardiología Luz Don, quien recomendó ingerir 35 o 40 mililitros de agua por kilo de peso, aunque en esta medida se incluyen los líquidos y parte de los alimentos que la proveen.

En diálogo con esta Agencia, Don recordó que frutas y verduras de temporada, con elevado contenido de agua y otros nutrientes esenciales para nuestro organismo, se convierten en protagonistas esenciales. “Sacian nuestra hambre y sed, y contribuyen a mantener nuestra piel bien nutrida e hidratada”.

La especialista señaló que “se desencadena generalmente cuando los mecanismos de eliminación del calor no funcionan bien, porque el cuerpo produce demasiado calor o porque la temperatura ambiente es demasiado alta”.

El riesgo es mayor para los niños y ancianos, los que hacen deportes o trabajos al sol y para los discapacitados.

No se recomienda hacer deportes cuando haga demasiado calor, y en todo caso suspenderlos de inmediato si sobrevienen náuseas, calambres, malestar general o debilidad, aseveró.

Agua, preciosa agua
Don destacó además que “lo más importante es mantener nuestro cuerpo bien hidratado. En general se calcula que una persona debe ingerir 35 o 40 mililitros por kilo de peso, aunque en esta medida se incluyen los líquidos y parte de los alimentos que lo proveen, como las frutas que contienen gran cantidad de agua como la sandía y el melón. Lo importante es tomar por lo menos dos litros de agua por día, aunque en esa medida se pueden incluir infusiones como el te, o caldos”.

No obstante recomendó “bajo ningún punto de vista incluir bebidas con sodio o con conservantes o edulcorantes que estimulan más la insulina resistencia”.

Incluir frutas y verduras en la dieta es una de las mejores maneras de asegurar los niveles adecuados de líquidos que precisa nuestro organismo para evitar la deshidratación. Estos alimentos presentan, además, un bajo aporte energético y resultan muy adecuados para las épocas de calor, en las que nuestro cuerpo no necesita tantas calorías como en las estaciones más frías para mantener la temperatura corporal.

Qué es el golpe de calor
Se trata de un cuadro médico grave que se produce cuando el cuerpo es incapaz de regular su propia temperatura y se produce una situación de desajuste térmico, conocida como golpe de calor. Esta alteración se traduce en un aumento brusco y sostenido de la temperatura interna corporal.

Su forma más habitual se produce por exceso de exposición al sol y se denomina insolación.

Se acompaña de cefalea (dolor de cabeza), fatiga, calambres musculares, náuseas, elevación de la temperatura corporal y abundante sudoración. Si se permanece mucho tiempo en este estado sin tomar las medidas oportunas, la piel aparece caliente y seca, se produce taquicardia (aceleración del pulso), adormecimiento y pérdida de conciencia, llevando al paciente a la muerte.

Normalmente existen mecanismos neuroquímicos que regulan la temperatura corporal y que hacen que ésta se mantenga estable en torno a los 36ºC, tanto si en el exterior hace frío como si hace calor. La piel y el tejido graso subcutáneo son estructuras muy importantes en la regulación térmica y su papel se centra en el efecto barrera a la entrada de calor o frío en el cuerpo.

También contiene receptores sensitivos de tipo térmico que son los encargados de modular las respuestas neuroquímicas. También la transpiración cutánea (sudoración) permite eliminar calor en forma de gotas de agua e iones (cloro y sodio sobre todo) y estabilizar los 36ºC internos frente a las altas temperaturas externas. La respiración, por eliminación de vapor de agua, sirve también para esta función reguladora.

Diversos cambios circulatorios intervienen también, aumentando o disminuyendo el riego sanguíneo de todo el cuerpo según la temperatura exterior. Por último el cerebro, a partir delos estímulos sensitivos y circulatorios que recibe produce neurotransmisores pirógenos internos, capaces de aumentar o disminuir la temperatura corporal.

Cuando estos mecanismos son sobreexpuestos a las altas temperaturas o bien las condiciones de hidratación o circulación sanguínea no son las idóneas, se produce una incapacidad para regular la temperatura y sucede el golpe de calor.

Personas más expuestas al golpe de calor
Cualquier persona puede acusar los efectos del sol o del calor, pero algunos casos concretos están más expuestos. Los individuos más expuestos al golpe de calor son:
Personas mayores de 75 años.
Niños menores de seis años.
Recién nacidos (muy expuestos a las alteraciones de temperatura).
Personas con problemas de movilidad.
Obesos.
Personas que realizan mucha actividad física.
Deportistas.
Discapacitados físicos o psíquicos.
Personas con hipertensión arterial o problemas cardiacos.
Personas con problemas respiratorios.
Personas con diabetes o problemas de tiroides.
Personas con Parkinson o demencia (Alzheimer).
Personas que toman antidepresivos, tranquilizantes o diuréticos.

Insolación
Una de las formas más clásicas de alteración de la regulación térmica del organismo se conoce popularmente como insolación y se produce por efecto del calor después de la exposición mantenida al sol, en particular, durante el verano.

La acción directa del sol sobre zonas vitales del cuerpo, en especial la cabeza, puede producir un sobrecalentamiento del cerebro que conduce a que éste no funcione correctamente. Sería algo parecido a lo que ocurre cuando una persona sufre de fiebre muy alta. Las horas centrales del día, las altas temperaturas ambientales o los lugares desérticos desprovistos de agua, son los escenarios habituales.

Las primeras manifestaciones son de estado confusional en el que concurren situaciones como dolor de cabeza, piel caliente, roja y sudorosa (el no sudar es un signo de alarma), defectos de visión, somnolencia, náuseas, irritación, descoordinación de las extremidades, falta de tono muscular, caída al suelo o convulsiones.

La situación más grave es la entrada en coma, pudiendo producir la muerte si progresa el cuadro. El aumento de la temperatura interna corporal es el responsable del problema; aunque además de la propia hipertermia influyen también todos los factores propios de la exposición a un ambiente muy caluroso, como deshidratación, problemas circulatorios y falta de oxigenación de los tejidos.

Tratamiento
La primera medida es conducir a la persona con golpe de calor agudo a un lugar fresco y fuera del alcance del sol. Dependiendo de su estado, deberá ser conducida inmediatamente a un centro hospitalario (situaciones de coma, convulsiones, estado confusional, importante descoordinación).

Si la persona tiene síntomas leves puede ser de gran utilidad aplicar compresas frías en la zona de cabeza, cuello, tórax, brazos y muslos en un intento de bajar la temperatura interna del cuerpo que ha podido superar los 40-41ºC. Estas medidas son también de gran ayuda en personas en estado de shock mientras son trasladadas a un centro asistencial.

El aporte de líquidos es también fundamental. Si la persona puede ingerir por boca (está consciente) puede administrársele agua u otros preparados con carga iónica (bebidas tonificantes deportivas) existentes en el mercado, y que no sólo cubren las deficiencias de agua, sino que aportan iones y azúcares que pueden corregir la acidosis metabólica que se provoca por exceso de temperatura.

Si el paciente no puede ingerir es preferible no forzarlo, dado el riesgo de que “trague mal” y aspire a los pulmones el líquido. En cualquier caso, dar líquido poco a poco y a temperatura ambiente: Evitar usar bebidas muy frías o ingestiones muy abundantes de golpe.

Si el estado de shock se ha presentado (paciente obnubilado o en coma, con la piel caliente, roja y seca) será necesario administrar líquidos e iones vía venosa (sueros), siendo el traslado a un hospital la medida más importante una vez estabilizado el paciente, ya que si progresa el cuadro sin tratamiento adecuado se trata de una situación potencialmente mortal.

También es conveniente investigar si la persona padece alguna enfermedad que pueda esta participando en el shock (cardio o broncopatía, diabetes u otras). El mantenimiento de la permeabilidad de la vía respiratoria y de las funciones cardio-circulatorias puede ser necesario en los casos más graves.

El traslado a un centro hospitalario debe hacerse lo antes posible al margen de la ayuda que pueda prestarse al paciente en su traslado.

Descompensación por calor
Las altas temperaturas sostenidas del verano pueden afectar a las personas más vulnerables. Los niños, sobre todo los más pequeños, son muy sensibles a sufrir daños por estar expuestos a las altas temperaturas sin cuidado. Los ancianos también.

Ello se debe a la facilidad que tienen para deshidratarse, la poca capacidad para compensar la deshidratación y, en el caso de los ancianos, la frecuente presencia de enfermedades metabólicas, pulmonares y cardiacas asociadas.

La diabetes, la insuficiencia cardiaca, la bronquitis crónica (asma, Epoc), la insuficiencia renal o hepática, y las enfermedades nerviosas crónicas son las situaciones que pueden verse descompensadas fácilmente por el calor.

Si los pacientes ya no gozan de un buen estado de salud y tienen las funciones circulatorias o pulmonares comprometidas, pueden empeorar súbitamente si aumentan de forma brusca las temperaturas y no tienen defensa ante ello. La pérdida de líquidos por transpiración (sudor y respiración) conducen a la deshidratación si no se reponen las pérdidas bebiendo abundante agua mientras se está expuesto al calor.

La deshidratación significa falta de líquido, sangre más espesa y menos cantidad circulante, con menor aporte de oxígeno a unos órganos que ya están al mínimo en condiciones normales. La falta de iones (sodio, cloro y potasio) conducen al edema cerebral, lo que produce estados confusionales y tendencia al coma (pérdida de conocimiento).

Además la circulación se hace lenta con el calor, lo cual es especialmente nocivo en pacientes enfermos. La respiración en ambientes sofocantes no es fluida, lo que impide ventilar bien los pulmones y oxigenar bien la sangre, cuestiones también peligrosas para personas cuya salud habitual ya no es muy buena.
De la Redacción de AIM.

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