Tucídides fue un general ateniense que sirvió cuatro siglos antes de nuestra era en la guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta, suscitada según él porque la preponderancia que había alcanzado Atenas en el orbe griego de entonces provocó la desconfianza de Esparta, que se sintió amenazada.
Tucídides fue un general que hizo la guerra y por haberla escrito se considera padre de la historiografía científica. En su "Historia de la guerra del Peloponeso", dice: "Fue el ascenso de Atenas y el temor que eso inculcó en Esparta lo que hizo que la guerra fuera inevitable"
El historiador estadounidense Graham Allison reconoció la actualidad de la “Trampa de Tucídides”, como se llamó luego a esa interpretación: “Los peligros concomitantes cuando un poder en ascenso rivaliza con un poder gobernante, como Atenas desafió a Esparta en la antigua Grecia, o como Alemania hizo con Gran Bretaña hace un siglo”.
El propósito de Alemania antes de 1914 era descontar la ventaja que le llevaba Inglaterra, que había construido un imperio mientras Prusia tardíamente forzó la unidad de los estados feudales germanos. El propósito se saldó con dos grandes guerras en el siglo XX, en las que hubo alrededor de 80 millones de muertos.
La Trampa de Tucídides conserva su estructura, ahora entre otros rivales, que disponen de medios de destrucción enormemente más potentes, que no sólo arrasarían al enemigo, sino a ellos mismos y al mundo entero.
Según Allison, la rivalidad entre un imperio declinante, los Estados Unidos, y otro ascendente, China, estallará en guerra en las próximas décadas. Dice que tal cosa "no solo es posible, sino que es mucho más probable de lo que se reconoce en este momento” (se refiere al año 2015, en 2023 el encontronazo parece inevitable con Taiwan como pretexto y no tanto en las próximas décadas como en cualquier momento).
El presidente de la China, Xi Jinping, sostuvo que no hay tal cosa como la trampa de Tucídides; "pero si los principales países cometen una y otra vez errores de cálculo estratégico, podrían crear tales trampas por sí mismos”
La economía capitalista ya no tiene fronteras porque hizo su ámbito del mundo entero; pero puede intensificar la competencia entre Estados y empresas, crear o mantener conflictos sociales y aprovechar las nuevas configuraciones del poder.
El consejero de Seguridad Nacional de Jimmy Carter, el polaco Zbigniew Brzezinski, afirmó en polémica con el profesor de Chicago John Mearsheimer, de la escuela neorrealista de las relaciones internacionales, que el núcleo está en la capacidad del dinero y las armas atómicas para producir una ruptura en las tendencias históricas.
El poder militar, la ubicación geográfica y el poder económico son esenciales para los contrincantes en las relaciones internacionales.
Para aspirar a potencia hegemónica mundial, un Estado debe ser la fuerza del poder en expansión, y debe convencer de que su expansión sobre los demás Estados es de interés para los ciudadanos de estos Estados. Los ciudadanos de potencias menores terminarán creyendo que el dominio del Estado hegemónico se ejerce en provecho de ellos. Si no se puede asegurar esta creencia, no se puede aspirar a la hegemonía.
Según Tucídides, Esparta fue a la guerra porque Atenas amenazaba su poder. En estos momentos, los Estados Unidos organizan guerras mayores que las locales de baja intensidad acostumbradas porque sienten su hegemonía amenazada por China.
Las hostilidades en Ucrania fueron precedidas de con maniobras militares insistentes en las fronteras occidentales de Rusia, aliada de China, en el Báltico y en el Mar Negro, hasta que se produjo la “operación especial” rusa y se inició la guerra.
Los Estados Unidos no ponen los muertos, porque de sobra saben qué perjudiciales son para las posibilidades electorales. Los pone Ucrania, se ha dicho que hasta el último ucraniano. Si falla la finalidad de balcanizar a Rusia para controlar sus ingentes recursos naturales, si no es posible arruinar la economía rusa ni continuar la fragmentación del país que comenzó con la caída de la URSS, Ucrania será abandonada a su suerte y la atención del mundo se dirigirá a China, donde está el "quid" de la cuestión.
Ya se firmó una alianza llamada Aukus entre tres miembros de la angloesfera, Estados Unidos, el Reino Unido y Australia. El Aukus estará por encima de la Otan y tiene el propósito en la primera etapa de dotar de submarinos nucleares a Australia.
Los australianos tienen asignado en la guerra prevista con China un papel similar al de Ucrania en Europa. Australia ya se está armando como Ucrania desde 2014; pero es casi seguro que el grueso de los muertos los pondrá Japón, a pesar de la deuda atómica que tiene Estados Unidos con los japoneses.
Sin embargo, los jóvenes y niños japoneses creen que fueron los rusos los que arrojaron las bombas de Hiroshima y Nagasaki, porque con frecuencia la educación es desinformación.
Australia debe mantener a raya a los chinos en el sur, en el mar de la China, vital para el comercio, y los japoneses en el norte. Entonces los Estados Unidos podrán actuar con cierta libertad sobre Taiwan.
Los Estados Unidos confían en el poder militar, sobre todo naval, herencia de aquella Britannia que regía las olas. Optaron no obstante por la guerra con ejércitos profesionales como en Iraq o Afganistán, pero también con fuerzas encubiertas como en los golpes de Estado en América Latina o la lucha de los talibanes contra los soviéticos en Afganistán.
China, su rival emergente, entendió por el contrario que el mundo actual se domina mejor por el dinero que por las armas. Dar una orden económica puede ser más efectivo que guerrear: el dinero es el arma del siglo XXI.
Los planes de Deng Xiaoping permitieron a China reconstruir silenciosa y metódicamente, fiel a la tradición confuciana, el poder que tuvo durante milenios. Dejó con paciencia que los occidentales siguieran viendo el país miserable y servil que sufrió la "gran humillación" de las guerras del opio impuestas por el imperio británico en el siglo XIX.
Pero surgió a comienzos del siglo XXI como una potencia irrefrenable, grande por tradición, tamaño y población, que solo puede ser enfrentada ahora con una guerra posiblemente nuclear, si una vez más se cumple la trampa de Tucídides.
De la Redacción de AIM.
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