A pesar de las señales de alarma que presenta 2023, que incluye la sequía que hoy afecta al trigo y la cebada, junto con una posible caída de los valores internacionales, lo cierto es que, según cálculos de la Bolsa de Comercio de Rosario, el sector generaría ingresos por más de u$s40.600 millones durante el próximo ejercicio. Menos que en 2022, pero en un valor históricamente alto y que sería clave para la economía local.
Según explican desde la entidad rosarina se trata de estimaciones de exportaciones por año calendario (enero a diciembre) y que, en el caso del trigo, impacta la producción del ciclo 2022/2023 y la futura 2023/2024. En el caso de la soja, maíz y girasol impactan en las exportaciones de 2023, teniendo en cuenta los resultados productivos de los ciclos 2021/2022 y 2022/2023.
La protagonista indiscutible del próximo año para la economía local será la soja, porque la menor producción de trigo sería más que compensada con la mayor intensión de siembra de la oleaginosa y posibles precios internacionales que se mantendrían en valores sostenidos, aunque con una tendencia hacia la baja.
Así, el mayor ingreso de divisas para la Argentina comenzaría a llegar a partir de fines de marzo o abril próximo. En este marco, será clave transitar los primeros meses de 2023 hasta la llegada de la cosecha de soja, un desafío complejo, pero no imposible teniendo en cuenta las maniobras que está ejecutando el Gobierno para cuidar los dólares disponibles y por supuesto las reservas.
Concretamente, según adelantan desde la Bolsa de Comercio de Rosario, en el caso de la soja, la estimación parte de un supuesto de producción de 46,7 millones de toneladas a nivel nacional, que dejaría exportaciones de poroto por 5,8 millones de toneladas, envíos al exterior de harina/pellets por 28,8 millones de toneladas, de aceite por 5,4 millones de toneladas y de biodiésel por 1,35 millones de toneladas en toda la campaña.
En cuanto al maíz, esta estimación está construida en base a un supuesto de producción de 51,2 millones de toneladas para el ciclo 2022/23 que decanta en exportaciones de 36,5 millones de toneladas en la campaña. Distinto es el caso del trigo, que ya tiene un panorama de producción más conciso y las estimaciones se basan en los últimos números emitidos por la entidad, que adelantan 11,8 millones de toneladas de producción de trigo a nivel nacional y una estimación de exportaciones por 6,5 millones de toneladas en la campaña.
Lógicamente la salvedad es que en el caso que las condiciones climáticas se compliquen en los próximos meses, sin dudas que estas estimaciones para la cosecha gruesa 2022/23 deberían revisarse a la baja. Hasta el momento los pronósticos climáticos adelantan que a partir del próximo año la fase “Niña” comenzaría a retroceder para dejar atrás la sequía que actualmente afecta principalmente al trigo.
De cualquier manera, teniendo en cuenta estas consideraciones, el complejo soja registraría despachos por u$s24.700 millones, casi u$s730 millones más que en 2022. El mayor volumen proyectado a exportar de todos los productos del complejo (3,8 millones de toneladas adicionales entre el poroto, la harina/pellets, el aceite y el biodiesel) más que compensan precios de exportación levemente inferiores para el próximo año.
En tanto, el complejo maíz alcanzaría exportaciones por u$s9.983, y superaría la marca de 2022 en u$s150 millones.
Por su parte, los envíos del complejo trigo caerían fuertemente en 2023 respecto del récord del año actual. Se proyecta que el valor exportado alcanzaría u$s2.577 millones, una merma de u$s2.075 millones con relación al año actual y un recorte de u$s730 millones respecto de lo previsto hace un mes. Esto se debe a que la estimación de producción de trigo sufrió nuevos recortes producto de las heladas tardías ocurridas en octubre.
Finalmente, el complejo girasol alcanzaría exportaciones por u$s1.710 millones, mientras que el complejo cebada registraría despachos por u$s1.725 millones. En el caso del primero, una caída en los precios de exportación es sólo en parte compensada por un mayor volumen a despachar; en tanto que el segundo ocurre a la inversa, mayores precios previstos más que compensan un menor volumen proyectado a enviar al exterior.