La Organización Meteorológica Mundial (OMM) espera que, si se mantienen las políticas actuales, la capa de ozono recupere los valores de 1980 (antes de la aparición del agujero de ozono en la región antártica) hacia 2066 sobre la Antártida, hacia 2045 en el Ártico, y hacia 2040 en el resto del mundo.
A la vista del último Boletín sobre el Ozono y los Rayos Ultravioletas de la OMM, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, comentó que “la capa de ozono, que en su día fue un paciente enfermo, está en vías de recuperación”.
El agujero de ozono antártico ha ido mejorando lentamente en superficie y profundidad desde el año 2000, según la evaluación científica más reciente (2022).
Y en el año 2023 los valores totales de ozono en columna estuvieron dentro del rango observado en años anteriores y en línea con las expectativas, debido al comienzo del declive, en la estratosfera, del cloro y el bromo, que agotan la capa de ozono.
Se conoce como capa de ozono una región atmosférica situada en la estratosfera, entre los 15 y los 50 kilómetros de altitud, donde la concentración de ese gas es relativamente elevada. Actúa como un escudo protector de la peligrosa radiación ultravioleta, capaz de dañar las células vivas y su material genético.
La reducción de la capa de ozono y el agujero generaron preocupación mundial sobre el incremento en el riesgo de cáncer y otros efectos negativos.
El agujero de la capa de ozono es una zona de la atmósfera donde se producen reducciones anormales de la capa, especialmente en la región antártica. Desde finales de la década de 1979 se atribuyó el fenómeno al aumento de la concentración de cloro y de bromo en la estratosfera.
Ese aumento se debió a las emisiones antropogénicas de compuestos químicos, sobre todo de los clorofluorocarbonados (CFC) utilizados como fluido refrigerante.
Las preocupaciones condujeron a la adopción el 16 de septiembre de 1987 del Protocolo de Montreal, en el que los países firmantes se comprometieron a reducir la producción de CFC. La enmienda de Kigali mejoró su aplicación desde 2019.
“La Enmienda de Kigali del Protocolo, que se centra en la reducción progresiva de los hidrofluorocarbonos (HFC), potentes gases que calientan el clima, puede contribuir a avanzar en los esfuerzos de mitigación del cambio climático, protegiendo a las personas y al planeta”, comentó Guterres.
Añadió que “eso es más necesario que nunca, ya que los récords de temperatura siguen pulverizándose”, como marcas del calentamiento global.
Aunque el boletín detalla cambios positivos en el agujero de ozono antártico, constata que son los fenómenos atmosféricos los que pueden tener un gran impacto en la evolución periódica del agujero de ozono.
Reconoce que los científicos aún tienen lagunas en la comprensión de esas variables y que seguirán vigilando de cerca la capa de ozono para explicar cualquier cambio.
Matt Tully, presidente del Grupo de Asesoramiento Científico sobre el Ozono y la Radiación Solar de Rayos Ultravioleta de la OMM, afirmó que el programa de vigilancia apoya continuamente, mediante observaciones, análisis, modelización, gestión de datos y creación de capacidades.
“Es fundamental que las observaciones del ozono, las sustancias que agotan esta capa y la radiación ultravioleta (UV) se mantengan con la calidad, resolución y cobertura mundial necesarias para dar cuenta de los cambios en el ozono durante las próximas décadas”, dijo Tully.
Fuente: Agencia IPS