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Nápoles de luto: la ciudad que venera a Diego le dice adiós

Vivió en el sur de Italia siete años de pura pasión. Maradona y el Napoli llevaron adelante una rebelión que jamás se volvió a ver en el fútbol italiano: fueron cinco títulos arrebatados a los poderosos clubes del norte. Pero también conoció la oscuridad de la Camorra y la traición. Hoy, en el Barrio Español, lo lloran. El estadio San Paolo, escenario de sus hazañas, será rebautizado con su nombre.

Hoy, Nápoles está de luto. Va más allá de la decisión del alcalde Luigi de Magistris, que lo declaró en forma oficial. Peregrinan por Fuorigrotta, la avenida que lleva al estadio San Paolo, la catedral donde durante años veneraron a Diego, llevará su nombre y tendrá encendida su iluminación durante toda la noche. Allí, una mujer dice que “este 2020 es el peor año de todos”. Sor Rosa Lupoli, una monja de la congregación de las Clarisas Capuchinas, hincha del Napoli, escribe en sus redes sociales que harán una misa en su memoria: “Que el Padre de las misericordias te dé la bienvenida, tú que hiciste soñar. Lloran millones de aficionados que aquí en Nápoles, 30 años después de tu partida, te aman por habernos llevado al techo de Italia y Europa”.

Lloran, sí, sin vergüenza, frente a los murales con su imagen -vestidos con la azul del Napoli o con la celeste y blanca de la Argentina- del Quartieri Spagnoli, el Barrio Español donde su ídolo pampeano se la clavó al ángulo a San Genaro y le arrebató el honor de ser la estampita de la ciudad.

Las crónicas de los medios napolitanos cuentan, por estas horas, que en Via Emanuele De Deo, el corazón del Barrio Español, los tiffosi se reúnen en un bar que atesora fotos del “Pibe de Oro” y en sus pantallas pasan los goles de Diego en un loop que es belleza y puñal al mismo tiempo. Una bengala de humo rojo ilumina la noche, mientras que, en el tendedero de un balcón, como si fuera una película de Alberto Sordi, alguien cuelga una camiseta de Boca Juniors con el número 10.

Maradona llegó a Nápoles en 1984 desde Barcelona a cambio de 7,5 millones de dólares. En la ciudad catalana no había explotado como se esperaba. El 5 de julio lo presentaron: un estadio colmado por 85 mil personas lo aguardó bajo el ardiente sol por horas, y aún sin haber jugado ni un solo segundo. Y no ingresaron gratis: la entrada -sólo para verlo- costaba 3.000 liras, unos 250 pesos. Más de 30 canales acreditados, una conferencia de prensa en un gimnasio y la pregunta de un periodista francés que mostró dónde se había metido Diego: “¿Sabés que parte de tu pase lo pagó la camorra?”. No hubo respuesta porque lo expulsaron de inmediato.

Entre ese 1984 y el adiós en 1991, la relación entre Diego y Nápoles quedó marcada a fuego. Fue un amor pasional, que sólo podía tener con la ciudad europea más parecida a su Fiorito natal. El escenario estridente y gritón que moldeó definitivamente su rebeldía. La bronca que se hizo combustible cuando debía jugar con los equipos de la Lombardía y los estadios donde los recibían con carteles de desprecio que decían “Son la vergüenza de toda Italia” o “lávense”.

Las dos primeras temporadas no fueron fáciles. No sólo por la dureza con que negociaba Corrado Ferlaino, el presidente napolitano, que lo llevó a decir: “Les pedí una casa y me dieron un departamento. Les pedí un Ferrari y me dieron un Fiat”. Alguna vez quiso jugar un partido a beneficio para un niño que debían operar y le negaron el estadio: lo hizo igual, en un potrero como en Fiorito, lleno de barro, con sus compañeros del club. También sufrió el cariño desmesurado, el fanatismo sin límites, una idolatría desenfrenada que lo hizo mudar pronto, junto con Claudia -que todavía era su novia- desde el Hotel Royal a una villa en Possillipo.

Sin chance de salir de día a vivir la ciudad, la noche se convirtió en el refugio de Diego. En una de ellas conoció al jefe de la Camorra, la mafia napolitana. Carmine Giuliani lo recibió en Forcella, el barrio que era a su vez su fortaleza. “Lo primero que vi fue un hombre con un fusil”, recordó Maradona de ese encuentro que asoció con la película El Padrino. Le dieron protección: “Tus problemas son mis problemas”, lo palmeó aquel hombre flaco y de rulos como él. Pero lo encerraron en una cárcel de códigos que ni siquiera él podría gambetear.

En aquellos días trabó relación con alguien más: Cristiana Sinagra. La mujer quedó embarazada. En septiembre de 1986 nació Diego Jr., el hijo que más tiempo tardó en reconocer. La justicia italiana dictó que era suyo en 1992. Lo hizo recién en 2016. Murió sin cumplir un sueño: reunir a sus cinco hijos, poder abrazarlos a todos a la vez.

Cuando volvió de ganar el Mundial 86 llegó la mejor etapa futbolística de su carrera. Con el Napoli obtuvo la Copa Italia de 1987, el scudetto de 1989-90, la copa Uefa de 1989 y la Supercopa de 1991, cuando ya la relación con el club estaba deteriorada. El quiebre se produjo durante el Mundial 1990 disputado en Italia. La semifinal, frente al dueño de casa, se llevó a cabo en el estadio San Paolo. Maradona les pidió apoyo a los napolitanos: “Siempre estuve con ustedes”, les recordó. Argentina ganó por penales. En la definición frente a Alemania, en Roma, nuestro himno fue silbado. Diego insultó a los italianos. Nápoles se dividió. La grieta que terminó de romperse cuando la Camorra le soltó la mano. En enero de 1991 le iniciaron una causa por prostitución y narcotráfico. Dos meses más tarde, en un partido frente al Bari, dio positivo en un control antidóping: cocaína. Se fue. La ciudad a la que había brindado todo le dió la espalda.

Sin embargo, el tiempo curó las heridas. La falta de títulos del Napoli y el dulce recuerdo de Diego levantando trofeos frente a los gigantes del norte dieron paso a una nueva idolatría, patente en murales, pintadas, souvenirs. Merchandising para turistas mezclado con auténtico amor. Como sea, hoy la ciudad llora a Maradona. Hombres y mujeres, como huérfanos, cantan en la noche triste aquella melodía invencible: “O mamma, mamma, mamma, o mamma mamma, mamma ¿sai perché mi batte il cuore? Ho visto Maradona, ho visto Maradona, eh, mamma, innamorato so”.

Diego Maradona Napoli

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