Un estudio reciente revela que más de un tercio de todas las muertes por calor, en todo el mundo, pueden atribuirse al cambio climático. Algunas partes de los Estados Unidos ya sienten ese peligro.
El número de víctimas que se cobraron las temperaturas récord que azotaron las costas de los EE. UU. y Canadá en las últimas semanas ya es enorme. Al menos 80 personas murieron en los Estados Unidos durante los últimos días debido al calor extremo. En la Columbia Británica, la cifra ha superado las 100. Y, a medida que vaya llegando más información, es probable que esas cifras aumenten.
Una montaña de investigaciones científicas ha demostrado que el cambio climático está volviendo las olas de calor más largas, más cálidas, más probables y más peligrosas. Un estudio reciente publicado en Nature Climate Change añade detalles adicionales al evaluar el costo humano de ese calor adicional: en junio, un equipo de unos 70 investigadores informó que para los 732 sitios en 6 continentes que estudiaron, en promedio, el 37 por ciento de todas las muertes relacionadas con el calor pueden atribuirse directamente al cambio climático.
El estudio subraya la urgencia con la que debemos abordar el cambio climático causado por el hombre, afirma Ana Vicedo Cabrera, la autora principal del estudio y epidemióloga del cambio climático en la Universidad de Berna, en Suiza.
“El cambio climático no es algo del futuro: es algo que está ocurriendo ahora y que ya está afectando nuestra salud de manera muy drástica”, señala. Las olas de calor extremas y mortales como la que afecta a Norteamérica son un presagio de lo que vendrá. "Podemos esperar que lo que hemos visto en el pasado, ese 37 por ciento, aumentará exponencialmente en el futuro".
El calor extremo es mortal
El calor extremo mata a más personas cada año en los EE. UU. que cualquier otro tipo de desastre natural. A nivel mundial, sus impactos son enormes. Durante las olas de calor históricas, como la de 1995 en Chicago, la del 2003 en Europa o la del 2019 en Francia, miles de personas pueden morir y muchas más sufren graves impactos en la salud que pueden durar mucho tiempo después de que el calor se disipa, afirma Camilo Mora, científico climático de la Universidad de Hawái, autor de un estudio titulado "27 formas en que una ola de calor puede matarte: el calor mortal en la era del cambio climático".
“Estos eventos pueden tener consecuencias a largo plazo, desde insuficiencia renal hasta daño cerebral o daño cardíaco”, afirma.
Estudios anteriores han vinculado las olas de calor particulares impulsadas por el cambio climático que azotan una ciudad con más muertes. En la sofocante ola de calor del año 2003 en Europa, por ejemplo, el cambio climático causado por el hombre aumentó el riesgo de morir en un 70 por ciento en París. Este nuevo estudio amplía este tipo de análisis a nivel mundial, analizando más de 700 ubicaciones en todos los continentes habitados.
Los investigadores analizaron todas las muertes registradas que ocurrieron durante el verano, así como los datos de temperatura de esos mismos lugares y horas, con el fin de seleccionar todas las muertes que probablemente fueran causadas por el calor extremo. Existen umbrales de temperatura más allá de los cuales las personas tienen muchas más probabilidades de morir, pero esos umbrales son diferentes en diferentes partes del mundo.
El equipo desarrolló una fórmula matemática que vinculaba las temperaturas extremas (el calor que hacía más allá de la temperatura promedio confortable para esa ciudad o pueblo) con la cantidad de personas que podrían morir si hacía tanto calor. Este enfoque les permitió a los investigadores averiguar cuántas personas han muerto debido al calor extremo en cada lugar que observaron.
Luego, utilizaron un modelo climático para simular un mundo imaginario en el que no se había producido el cambio climático provocado por los humanos. Utilizaron su fórmula para averiguar cuántas personas habrían muerto de calor extremo en ese universo teórico alternativo.
Las diferencias fueron marcadas. El planeta se ha calentado aproximadamente 1 grado Celsius desde fines del siglo XIX y se espera que vuelva a calentarse al menos eso para fines de siglo sin esfuerzos serios para eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Sin ese grado de calentamiento que ya ha ocurrido, las muertes relacionadas con el calor habrían representado poco menos de un uno por ciento de la mortalidad total en verano en todo el mundo, de media. Pero en su lugar, las muertes por calor representaban una media de más del 1,5 por ciento de todas las muertes en verano, casi un 60 por ciento más.
Si se extiende a todo el mundo, eso significaría que más de 100.000 muertes por año podrían atribuirse al cambio climático causado por los humanos, aunque Vicedo Cabrera advierte que se necesitan muchos más datos y análisis para llegar a una estimación global precisa.
Injusticia climática
El estudio descubrió que, en promedio, más de una de cada tres muertes relacionadas con el calor pueden atribuirse al cambio climático. Pero en algunos países de América del Sur, Kuwait, Irán y partes del sureste de Asia, el costo humano es mucho mayor: hasta un 77 por ciento en Ecuador o un 61 por ciento en Filipinas. Esta disparidad surge no solo porque estos lugares son particularmente calurosos, sino porque a menudo hay menos acceso al aire acondicionado, viviendas bien construidas que administran mejor la distribución del calor y otros factores que pueden reducir la vulnerabilidad de las personas al calor.
Los patrones de vulnerabilidad que descubrió el estudio revelan una profunda inequidad, dice Tarik Benmarhnia, experto en salud ambiental de la Universidad de California en San Diego.
“Piense en quién contribuyó al cambio climático durante el último siglo y quién está sufriendo más consecuencias hoy, y verá que no es justo. Existe una enorme injusticia ambiental en términos de quién está sufriendo la mortalidad relacionada con el calor causada por el cambio climático antropogénico”.
Estados Unidos es responsable de alrededor del 25 por ciento de todas las emisiones atmosféricas que calientan el planeta, mientras que Guatemala, por ejemplo, ha contribuido aproximadamente con el 0,0002 por ciento. Pero más del 75 por ciento de las muertes por calor en ese país pueden estar relacionadas con el cambio climático.
Los impactos en los EE. UU. también son devastadores: Alrededor del 35 por ciento de las muertes relacionadas con el calor en Estados Unidos podrían atribuirse al cambio climático que ya ha ocurrido. Otra investigación ha demostrado claramente que esos costos no se pagan por igual: en muchas ciudades, las personas mayores de color tienen dos veces más de probabilidades de morir durante eventos de calor extremo que las personas blancas mayores.
“A nivel mundial, los efectos son desiguales. Dentro de Estados Unidos, los efectos son desiguales. En el condado, en la ciudad, en el barrio, los efectos son desiguales”, afirma Benmarhnia.
Señales mortales del cambio climático
Los científicos están trabajando para determinar cuánto peor y más probable es que el cambio climático haya agravado esta ola de calor del noroeste, pero hay pocas dudas de que jugó un papel importante, afirma Mora.
"¿Cuántas veces tenemos que demostrar que cuando llueve, nos mojamos?" Pregunta. “Desde hace décadas, los científicos del clima hemos estado insistiendo en que esto se pondrá mal. Ahora, está tan mal".
Aunque las emisiones de gases de efecto invernadero cesaran mañana, el planeta seguiría calentándose por encima del grado Celsius que ya se ha calentado. Esto haría que las olas de calor graves que vivimos en la actualidad fueran la norma, no el extremo. Pero cuánto empeorará el calor en el futuro depende de las medidas climáticas que tomemos hoy, dice Mora.
“Nuestras opciones para el futuro son más de esto o mucho más de esto. Aún podemos elegir entre lo malo y lo peor”, dice.
De cualquier manera, ya es hora de comenzar a ayudar a las personas de todo el país a prepararse para el calor extremo, dice Kristie Ebi, experta en salud ambiental global de la Universidad de Washington. Algunas acciones pueden ser simples, como asegurarse de que las personas tengan acceso a ventiladores, aire acondicionado y sombra. Otras acciones, como averiguar cómo hacer que la red eléctrica sea lo suficientemente robusta para resistir las tensiones adicionales impuestas por demasiado calor, serán mucho más complejas.
Pero el mensaje básico es simple, según Ebi: podemos elegir salvar vidas.
“El calor mata, pero no tiene por qué hacerlo”, afirma.
Fuente: National Geographic