El noreste de Siria sufre la peor sequía de los últimos 70 años, según la ONU. Además del cambio climático, el conflicto con Turquía amenaza el suministro de agua y la electricidad para millones de personas.
El sol de septiembre se pone sobre el viejo olivar mientras Ahmad Mahmoud Alahri camina pensativo entre los árboles. El hombre, de 52 años, rompe un trozo de madera seca de uno de ellos y lo deja caer sobre el suelo gris y polvoriento. "Una vez planté aquí 8.000 árboles con mi hermano. No solo olivos, sino también limoneros y vides”, recuerda Alahri. "Cuando gobernó aquí el Estado Islámico (organización terrorista islámica radical conocida como ISIS por sus siglas en inglés) y nos cortó el agua para someternos y murieron 3.000 de nuestros árboles, pensamos que la situación no podía ser peor”. Pero este año se han marchitado otros 3.000 árboles, nos cuenta Alahri. "Porque no tenemos agua”, lamenta.
Y eso que Ayid Saghir, el pueblo de 1.000 habitantes donde vive Alahri, está situado a tan solo tres kilómetros de la presa de Tabqa, en el Éufrates, el mayor río de Siria. Desde el olivar de Alahri, a lo lejos se ve el embalse de Assad frente a la presa, o más bien, lo que queda del mismo.
Desde 2020, el nivel del pantano ha descendido seis metros. El nivel de agua del Éufrates es tan bajo, que las estaciones de bombeo que deben abastecer a los pueblos y campos de los alrededores ya no pueden alcanzar el agua del río. Según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha, por sus siglas en inglés), en 2021 alrededor de un tercio de las aproximadamente 200 bombas a lo largo del Éufrates se vieron afectadas por el bajo nivel del agua. Más de cinco millones de personas en la región no tuvieron suficiente acceso al agua, según datos de la ONU.
Cambio climático y tensiones geopolíticas
La crisis del agua en el noreste de Siria tiene dos causas principales. Oriente Medio es una de las regiones del mundo más afectadas por la crisis climática. Por ejemplo, la temporada de lluvias en Siria comenzó con dos meses de retraso en el invierno de 2020-2021 y terminó dos meses antes de lo habitual en la primavera de 2021, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). Además, el calor extremo de abril afectó a la cosecha en muchos lugares. En verano, el país sufrió entonces la peor sequía de los últimos 70 años, según la Ocha. La organización de la ONU prevé pérdidas de cosechas de al menos el 75 por ciento en los cultivos de campo y de hasta el 25 por ciento en los cultivos de regadío en todo el noreste de Siria.
La segunda razón es que no llega suficiente agua del Éufrates a Siria desde Turquía. "El insuficiente caudal del Éufrates tiene un impacto directo en la vida diaria de millones de personas. El agua potable escasea en al menos tres distritos gubernamentales de Siria: Deir ez-Zor, Al Raqa y Alepo”, explica a DW Bo Viktor Nylund, representante del Fondo de la ONU para la Infancia, Unicef, en Siria. "Necesitamos urgentemente una conversación a nivel regional para encontrar una solución lo antes posible”.
El Éufrates atraviesa tres países: Turquía, Siria e Irak. En el lado turco, está embalsado por la presa de Atatürk. Tras su finalización en 1987, Turquía se comprometió a dejar pasar "una media anual de más de 500 metros cúbicos por segundo” de agua del Éufrates a Siria. Pero en los últimos meses, cada vez llega menos agua. En junio, algo menos de 215 metros cúbicos por segundo.
¿Está Turquía cortando el agua a Siria?
El agricultor Ahmad Mahmoud Alahri cree que Turquía es la principal culpable de la fatal situación. "Turquía quiere secarnos, no hay diferencia con el ISIS”, dice. Durante casi tres años, el llamado "Estado Islámico” dominó la aldea de Ayid Saghir antes de que la alianza de combate liderada por los kurdos, las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, por sus siglas en inglés), expulsaran a los islamistas de la región en 2017.
Desde entonces, la región se conoce como "Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria” (Aanes) bajo la dirección del partido kurdo PYD. Turquía acusa al PYD de ser el brazo sirio del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y lo combate como organización terrorista.
Al igual que Alahri, muchos vecinos de Ayid Saghir creen que Turquía retiene deliberadamente el agua. Pero esto no se puede demostrar, según Bo Viktor Nylund. "Vemos que el agua ha disminuido mucho, pero tenemos que analizar más a fondo por qué los niveles de agua son tan bajos”. El Ministerio de Asuntos Exteriores turco no ha respondido a varias consultas de DW sobre el tema.
Enfermedades y cortes de electricidad
Lo que está claro es que el estiaje tiene graves consecuencias no solo para la agricultura. Según Unicef, la mala calidad del agua provoca un aumento significativo de enfermedades como la diarrea, especialmente en niños. Además, los bajos niveles de agua pusieron en peligro el suministro de energía. Alrededor de tres millones de personas en el noreste de Siria obtienen su electricidad principalmente de tres centrales hidroeléctricas en el Éufrates.
La crisis del agua es aún más grave en la región de Hasaka, a unos 200 kilómetros al este de Ayid Saghir en línea recta. Hasaka fue llamada en su día la "cesta del pan de Siria”, ya que alrededor de la mitad del trigo sirio procedía de aquí. En la actualidad, los embalses del norte de la capital regional, Hasaka, se han reducido a grandes charcos donde los jóvenes pescan con sus propias manos.
El río Jabur de la ciudad, destinado al suministro de agua potable por la administración municipal, se ha secado por la falta de precipitaciones. Lo único que le queda a la población de Hasaka en este momento es la estación de bombeo de Alouk, cerca de la frontera con Turquía. Sin embargo, la central, que abastece de agua potable a más de 460.000 personas, solo funciona de forma intermitente desde hace dos años.
Disputa por las obras hidráulicas de Alouk
"La situación es especialmente tensa desde que Turquía ocupó Ras al-Ayn en 2019 y tomó el control de Alouk”, afirma Majda Emin. Antes de la guerra era profesora, hoy es vicealcaldesa de Hasaka.
En octubre de 2019, el Ejército turco entró en el norte de Siria y creó una "zona de amortiguación” de 30 kilómetros de ancho, supuestamente para evitar actos terroristas. La estación de bombeo de Alouk también se encuentra en esta zona. Aunque actualmente está en funcionamiento, desde enero de 2021 la central de agua no funcionó durante casi 90 días y durante más de 140 días funcionó a la mitad de su capacidad. Solamente desde finales de septiembre las bombas han vuelto a funcionar sin mayores incidencias.
Turquía culpa a la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria de las interrupciones. La Aanes sigue cortando el suministro eléctrico de la estación, según Ankara, la capital de Turquía. Los intentos de poner a Alouk bajo administración neutral, por ejemplo, por parte de las Naciones Unidas, han fracasado hasta ahora. Unicef tampoco tiene acceso directo a las instalaciones de agua, según Bo Viktor Nylund.
Ahora, los habitantes de Hasaka obtienen el agua potable de grandes depósitos de agua que se traen a la ciudad en camiones. Pero el agua es cara: 1.000 litros cuestan alrededor de 6.000 liras, algo más de dos euros, mucho dinero en una región donde el salario medio equivale a tan solo 52 euros al mes.
Una cuarta parte del salario mensual para el agua
"Nuestra familia depende del salario de nuestro hijo. Gana 250.000 liras (unos 88 euros) al mes como conductor en el Ejército. Ahora tenemos que gastar 60.000 liras (21 euros) en agua al mes, y el agua apenas alcanza”, lamenta Mohammed Abdo. Este hombre de 60 años vive en el barrio de Khashman. Desde hace unos meses es presidente del consejo del distrito local. Muchos vecinos de Khashman están desesperados porque sus campos se han secado por completo, nos cuenta Abdo.
"Nos han olvidado, nadie nos ayuda, ninguna organización humanitaria, nadie”, se queja. Abdo está enfadado con el municipio, con la comunidad internacional, pero, sobre todo, con Turquía. "Si quieren luchar, que lo hagan en el frente, pero que no utilicen el agua como arma”, dice. "Esto no es vida. Nos están matando, pero lentamente”.
Fuente: Agencia DW