Francisco contó la historia de un compañero de escuela, que con el pasar del tiempo, se hundió en las drogas y mató a dos personas. Luego de cruzarlo en la calle entre cartones y consumido por las adicciones, realizó una fuerte confesión.
Un hombre llamado Francisco, decidió contar una trágica historia a través de las redes sociales, como Twitter, en la que cuenta cómo su compañero de escuela Roberto, que conoció a los nueve años y compartió gran parte de su infancia, fue convirtiéndose lentamente en un adicto a las drogas que terminó asesinando a dos personas.
Francisco reflexiona sobre la vida que compartieron y cómo a través de los años, la desidia, el abandono y la falta de oportunidades Roberto, ese compañerito de nueve años que tomaba chocolatada y se soprendía por la comida casera, terminó siendo el asesino de dos personas y un fantasma caminante en las calles de la ciudad.
La historia de Francisco sobre Roberto
"Hoy ayudé al asesino de un taxista que después de siete años preso salió y mató a una mujer. Se llama Roberto. Lo conocí a los nueve años, en tercero de escuela. Éramos los más revoltosos de la clase, los "graciosos" del fondo y nos hicimos compinches enseguida.
Yo jodía porque tenía la suerte de terminar las cosas rápido y después me aburría. Roberto no. Estaba disperso como nervioso por algo que iba más allá de su entendimiento. No podía concentrarse. Por eso la maestra Virgina me "asignó" ayudarlo en mi casa con los deberes.
Ahí Roberto descubrió la torta de naranja de mi vieja que bajábamos con tremendos vasos de cocoa. Descubrió que con esfuerzo y gente que te quiere y apoya, hasta el "Resuelvo" más terrorífico que mandara la maestra, salía.
Yo descubrí, gracias a las preguntas perfectas de mi vieja, que él vivía casi solo. Que el padre se embarcaba meses y que para tener un ingreso extra traía merca de los viajes. También la tomaba. La madre tenía muchos trabajos de empleada doméstica. Era ella sola.
Terminada la escuela nos distanciamos. El ya andaba en ambientes jodidos para mí. Más de adolescentes nos cruzamos por ahí en la noche. Algunas veces le compré merca, otras alguno de mis amigos. Le decíamos "robertito super bronca" por una canción de La Polla Récords.
Pasaron los años y me enteré que estaba re pasado. Merca. Que estaba cara y había empezado con la pasta. Que la madre ya no podía con el. Hablaba con la mía y lloraba. Lloraba con dolor de madre, ese que sale de las entrañas y se puede sentir a la distancia.
Lo siguiente que supe fue "bo, Fran, ¿viste que robertito mató a un tachero? Está escondido en el cante. Lo está buscando la policía." Después me enteré que le dieron 7 años. Salió y al poco tiempo me entero que mató a una madre que iba en bicicleta. La mató como un cerdo cobarde dándole con un fierro en la cabeza. Le robó la bici para comprar pasta. Preso otra vez.
Hace unos meses volvió. Es uno de los zombies que vemos todos pastabásicos que caminan con movimientos robóticos. Pide monedas en la puerta del super. Alguna que otra vez le compré una torta frita al del carro cuando me mangueaba guita. Pero se cuidaba de no pedirme.
Hoy estaba entre cajas de cartón, temblando de fisura, de hambre, de desolación. Como una hoja que está por caerse de un árbol. Taba vestido con harapos. Las cosas se pagan, pensé. Es un asesino, se lo merece.
Llegué a casa, agarré el único pantalón deportivo que tengo y se lo di. Por qué si es una escoria, un sorete. Iba pensando camino a dárselo. Merece sufrir. Pero yo le vi la sonrisa enorme, la mirada limpia e inocente en su cara con bigotes de cocoa. La felicidad en un cacho de torta y dibujitos en la tele. Yo tuve suerte de nacer en otra casa. De vivir 200 metros más acá del cante. De tener alguien en mi casa. El no".
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