El 29 de julio de 2020, en medio de una cuarentena estricta, de un encierro inusitado, empezó tímidamente una propuesta de encuentro y acompañamiento para los hombres que se alojan en la residencia Madre Teresa de Calcuta de Paraná. La invitación de un grupo de mediadores comunitarios de la Defensoría del Pueblo de la ciudad consistía en integrar una ronda de conversaciones, donde todos los participantes pudieran compartir pensamientos, historias, vivencias y expresar sus propias emociones y sentir las de sus compañeros.
Esos encuentros tuvieron desde su inicio una particularidad impuesta por los tiempos de pandemia: la comunicación online. A través de la pantalla de un televisor instalado en el comedor de la Residencia, todos los martes, ininterrumpidamente, los hombres y un grupo de mediadoras y mediadores lograron un nivel de acercamiento tal, que al cumplirse el primer aniversario de la experiencia afirman que las "charlas de los martes" o "rondas de los martes" son reuniones de amigos, en las que prima la fraternidad y el cariño.
Esta iniciativa se enmarca en un programa instrumentado el año pasado por el Centro de Mediación Comunitaria de la Defensoría denominado "Acciones Solidarias en contexto de pandemia", que apunta a generar propuestas solidarias con base en dos ejes: ofrecer escucha y organizar colectas solidarias.
Un espacio de amistad
"Para nosotros es muy agradable poder tener comunicación con este grupo (de mediadores). Nos sentimos muy bien hablando con ellos, nos hemos hecho muy amigos", dice Miguel Osito Barzola, quien vivió durante tres años en las inmediaciones de la encina histórica de la Plaza 1º de Mayo.
Miguel menciona varias veces, durante la charla para esta nota, la palabra amistad al referirse a uno de los principales resultados de la experiencia de la ronda de los martes. Y funda el sentimiento en la posibilidad de haber podido "tocar temas muy delicados, como el día del padre o de la madre -porque mucho de nosotros no tenemos esos familiares", aclara- y otros relacionados a cómo es que llegaron a la Residencia, un lugar dedicado a albergar a personas que han vivido en la calle o no tienen dónde ir. "Todo (lo charlado) es con un respeto bárbaro", remarca y dice que el espacio le generó entusiasmo para dedicarse a la lectura y plasmar sus sentimientos en la escritura.
Miguel está agradecido de su vida actual, de los encuentros de los martes, de los talleres de escritura y de la posibilidad de participar en una radio. Afirma que llegar a la Residencia fue su salvación y adjudica ese destino a la Madre Teresa de Calcuta: "soy muy admirador de ella, su obra fue tan grande que llegó hasta acá y me salvaron la vida en un lugar donde lleva su nombre". Y cuenta que estaba depresivo, que cayó en ese estado después de que murió su mamá y habla de la pérdida de dos nenas, sus sobrinas que eran hijas para él. Así, dejó su casa en San Agustín, empezó a consumir mucho alcohol y se fue al árbol de la Plaza de Mayo junto a otros hombres. "Estaba tan deprimido que no quería vivir más. Y me estaba matando con el alcohol", explica. Tres veces tuvo que ser internado y la última, antes de salir de alta, recuerda que empezó a decirles a todos –menciona a integrantes de Suma de Voluntades, organización que asiste a personas en situación de calle, y a trabajadoras sociales del Hospital San Martín- que si volvía a hacer la vida de antes iba a ser su final. Fue ahí que llegó a la Residencia, ubicada en Don Bosco al 1700.
Miguel tiene 53 años y relata que, antes de esos golpes en su vida, fue vendedor de panificación y luego de churros en la zona de San Agustín y La Floresta y que le "iba muy bien".
"Me encanta"
Para Juan Antonio González, la ronda de los martes "es algo muy lindo, una compañía, una distracción. Fue algo nuevo y vino muy bien". Antonio hace 15 años que está en la Residencia, llegó en marzo de 2006, a poco de haber quedado inaugurada la Residencia.
El comienzo de las rondas dice que le permitió "conocer gente nueva, gente buena" y generar mucho compañerismo. "A mí me hizo muy bien ese grupo. Me gusta mucho la charla, me encanta", cuenta, para relatar luego que trabaja en un quiosco de diarios en Don Bosco y Blas Parera y que antes de quedarse sin nada, tenía una familia y manejaba un remise.
No vivió en la calle, pero pasó por una serie de cambios en su vida que lo dejaron indefenso. La separación de su pareja hizo que se fuera a una habitación alquilada y un ACV le provocó una larga internación en Villaguay. "Cuando volví, me encontré bajando de la ambulancia y sin nada", rememora, tras comentar que en ese momento apareció un amigo que le abrió las puertas: "volví a la vida", confiesa.
Tiene 64 años y sostiene que la Residencia es su hogar, que la defiende con el corazón: "es mi casa". Y en el devenir de los días, los martes a la tarde son sagrados para Antonio: está la charla con amigos en una ronda virtual.
La experiencia
"Es un espacio donde nos queremos", dice Luis Garay, ex Defensor del Pueblo de la Ciudad de Paraná, y actual integrante del Registro ad honorem de mediadores comunitarios de la institución. Luis es parte del grupo de mediadores que participa de la ronda de los martes y, al referirse a su experiencia, destaca el círculo de escucha y la amistad lograda.
Menciona que hace un año llegaron a la Residencia con el formato de la ronda de escucha tradicional, pero luego fue variando. Fue un ida y vuelta, de acuerdo a cómo se planteaba el ánimo del grupo, iban fluyendo los temas, la charla. "Siempre fuimos muy respetuosos para que ellos pudieran expresarse y no sea como un taller: de hecho somos nosotros los que aprendemos y nos enriquecemos escuchándolos porque comparten vivencias muy fuertes", comenta y agrega que se trabaja esencialmente con las emociones. La idea es que "todos nos vayamos mejor de lo que llegamos a la reunión", apunta.
La reunión es de una hora o más, habitualmente se empieza y termina con una canción y se habla de todo. Entre los temas abordados, cita los referidos a la religión, la fe, sobre los padres, madres, hijos, hermanos, respecto de sus pueblos, de la situación del país, de la pandemia, de sus historias de vida y siempre alguno de los participantes lee algo que escribió.
Seguidamente, remarcó la colaboración de las autoridades y personal de la Residencia para solucionar los problemas –generalmente de conectividad- para propiciar y sostener la reunión cada martes.
Cómo fue el inicio
María Luz Avellaneda, una de las mediadoras que integra el grupo, se refirió al inicio de la propuesta. Recordó que surgió el año pasado, en el medio de la emergencia, "cuando como mediadores sentíamos que podíamos aportar algo más y no sabíamos bien qué". Así, se ideó desde el Centro de Mediación el programa de Acciones Solidarias en Contexto de Pandemia y, en ese marco, surgieron campañas de colectas de alimentos, ropa, elementos de limpieza e higiene y libros que resultaron muy efectivas, "pero sentíamos que podíamos hacer mucho más con lo que es nuestro expertis: la escucha y la conversación", señala. Entonces, "surgió la idea de acercarnos a distintas instituciones y ofrecerles tener rondas en las que nos íbamos a encontrar a conversar". Y cuenta que en Teresa de Calculta "nos abrieron las puertas y, lo más lindo, nos abrieron sus corazones". El equipo de mediadores y mediadoras está compuesto actualmente por María Luz, Luis Garay, Augusto Soto, Mariana Rodríguez Traba y Estela Lorenzini. Lo integraron también, en sus comienzos. Mariela Pérez Romo y Silvina Suárez.
"Todos ellos (por los residentes) nos han enseñado tanto en todo este tiempo. Eso es lo más hermoso. Nosotros nos acercamos diciendo acá traemos la solución para acompañarlos, para ayudarlos a pasar la pandemia, y lo más maravilloso es que encontramos un grupo de amigos en el que nos queremos todos, nos respetamos, nos ayudamos y podemos intercambiar opiniones", dijo María Luz.
Por último, sostuvo: "No somos nosotros y ellos, somos todos los que participamos de la charla de los martes, somos "la charla de los martes". Es tan especial lo que se genera en ese tiempo en el que compartimos experiencias, música, nos reímos y lloramos juntos".
Cabe destacar que parte de las donaciones de una de las de colectas se destinó a ampliar la biblioteca de la Residencia y que además, en vista del manifiesto entusiasmo por la lectura, se organizó paralelamente entre agosto y diciembre de 2020 un "taller de palabras" que estuvo a cargo de la escritora entrerriana radicada en Canadá, Silvana Goldemberg.