Desde un punto de vista económico, la transición a un tercer tipo de capitalismo -después de los regímenes esclavista e industrial-, se sitúa habitualmente en torno a los años setenta del siglo pasado con la puesta en marcha de un nuevo tipo de gubernamentalidad del ser vivo que emerge de las ruinas urbanas, corporales, psíquicas y ecológicas de la Segunda Guerra Mundial, afirma Paul Preciado en su ya clásico Testo Yonqui. Por Valentín Ibarra, para AIM.
Pero, ¿cómo es que el sexo y la sexualidad -se preguntarán- llegaron a convertirse en el centro de la actividad política y económica?, tal y como sucede por estos días.
Sigamos a la de Burgos, en esta breve pero contundente cronología: durante el período de la guerra fría, Estados Unidos invirtió más dólares en investigación científica sobre sexo y sexualidad que ningún otro país a lo largo de la historia. La mutación del capitalismo se caracterizó no solo por la transformación del sexo en objeto de gestión política sino porque esta gestión se llevó a cabo a través de nuevas dinámicas técnicas. Pensemos simplemente que el período que va desde el final de la Primera Guerra Mundial hasta la Guerra Fría inclusive, constituye un momento sin precedente de visibilidad de la mujer en el espacio público así como de emergencia de formas politizadas de homosexualidad en lugares insospechados, como por ejemplo, el ejército norteamericano ambas cosas que prendieron las alertas del macartismo de los años cincuenta y las añade a la persecución patriótica del comunismo, al mismo tiempo que exalta los valores familiares de la masculinidad laboriosa y la maternidad doméstica.
Durante este período se abrieron incontables centros de investigación sobre la sexualidad como parte de un programa de salud pública, al mismo tiempo que se llevó a cabo la primera demografía sobre desviación sexual atado a estudios epidemiológicos; a los que siguieron la implementación de protocolos de masculinidad y feminidad. Entre tanto, algunos arquitectos colaboraron con la armada para fabricar tablillas de sujeción de miembros mutilados en la guerra con materialesde bajo costo y peso ligero.
Harry Benjamin, puso en marcha y sistematizó la utilización clínica de hormonas y se comercializaron las primeras moléculas de progesterona y estrógenos derivados del suero de yegua.
En 1946 se inventó la primera píldora anticonceptiva a base de estrógenos sintéticos, que pronto se convirtió en la molécula farmacéutica más utilizada de toda la historia de la humanidad. Un año más tarde, comenzó a comercializarse la metadona como sustituta médico-legal de la heroína y John Money utilizó por primera vez el término género diferenciado del tradicional término sexo para nombrar la pertenencia de un individuo a un grupo culturalmente reconocido como masculino o femenino y afirmó que es posible modificar el sexo de cualquier bebé hasta los ocho meses.
Se multiplicó exponencialmente el uso de uranio que habiendo finalizado la Segunda Guerra Mundial se conviertió en material de uso civil para múltiples industrias y producciones.El lifting facial se convirtió en una operación de consumo de masas siendo Handy Warhol uno de los primeros lienzos vivientes y (producto de la persecución aún latente del espanto del nazismo) la reconstrucción artificial del prepucio, es decir, una des-circuncisión, se transformó en la operación estética más practicada en los Estados Unidos en los años siguientes a la segunda posguerra.
Al mismo tiempo, se generalizó el uso del plástico para la fabricación de objetos de la vida cotidiana y en 1953 el soldado americano George Jorgensen se transformó en Christine, convirtiéndose en el primer transexual mediatizado por los medios masivos de comunicación; Hugh Hefner creó el imperio porno Playboy cuya primera portada estuvo protagonizada por un desnudo total de Marilyn Monroe.
Mientras tanto, en la España franquista la Ley de Vagos y maleantes de 1954, incluyó a homosexuales y desviados, autorizando la utilización de lobotomías y terapias de shock para obtener modificaciones de la conducta.
Por aquellos días de mediados de la década de 1950 en América y Europa se realizaron decenas de estudios médico-sociales para determinar el origen psicológico del marxismo y encontrar (a fin de erradicar) el gen rojo. En 1958, en Rusia, se llevó a cabo la primera faloplastía o construcción de un pene a partir de un injerto de piel y músculos del brazo.
Ya en los años sesenta, aparecieron las drogas de diseño en la cultura del rock y se utilizó por primera vez el término cyborg para referirse a un organismo técnicamente suplementado que podría vivir en un ambiente extraterrestre. Se trató de una rata de laboratorio a la que se le había implementado una prótesis osmótica en la cola.
En 1966 se inventaron los primeros antidepresores que fueron comercializados para uso médico (al mismo tiempo que en el mercado negro, como estupefaciente) y en 1969 como parte de un programa militar se creó la primera red de redes de ordenadoresinterconectados, capaces de transferir información y, en el mismo año, se realizó el primer alunizaje, lo que dio lugar posteriormente a la aparición de internet.
En 1972 se filmó y comercializó el primer film pornográfico moderno, Deepthroat (Garganta profunda) dando inicio a una maquinaria millonaria con diferentes grados de legalidad (o clandestinidad) Yen 1974, en Rusia, se patentó el primer implante peneano plástico capaz de simular una erección permanente como paliativo a la disfunción eréctil. Posteriormente debe añadirse la industrialización de la reproducción: in vitro, inseminación artificial, monitoreo y vigilancia del embarazo, previsión y motorización del parto.
Vivimos una era toxico-porno
Lo que deja en claro este recuento de hechos (algunos visiblemente concatenados) es que, según expone Paul Preciado, en el capitalismo posfordista las industrias líderes junto a la guerra son: la farmacéutica y la pornográfica, de lo que se deduce que la materia prima de esta etapa global de la producción-distribución-consumo de bienes y servicios son la excitación, erección, eyaculación, placer, sentimiento de autosatisfacción, es decir, el control farmacopornográfico de la subjetividad, una estructura de lógica narcoticosexual que define un modo especial de producción y consumo donde no tiene cabida la insatisfacción o la búsqueda de proyectos duraderos.
El biocapitalismo produce ideas móviles y efímeras, órganos maximizados, símbolos, deseos, reacciones y estados al mismo tiempo que modela un sujeto disciplinado, subordinado a este orden institucional, discursivo y material expresado en cuarteles, escuelas, hospitales, redes de comunicación, textos, tablas estadísticas, cálculos demográficos, recomendaciones de uso, calendarios, proyectos de higiene pública. Una pedagogía del sexo, la feminización de la pobreza, el ocultamiento de la discapacidad y la psiquiatrización de los placeres perversos. Afirma Preciado que la sexualidad, su visibilidad y la raza son tres ficciones modernas que obsesionan el universo científico, técnico y político de occidente desde el siglo XIX hasta constituirse en el horizonte de toda la acción contemporánea. Concluye que el sexo forma parte fundante de los cálculos de poder, de los discursos sobre masculinidad y feminidad y de las técnicas de normalización de las identidades no hegemónicas.