Por Ignacio Vila, de Centro de Economía Política (Cepa), especial AIM. Desde hace mucho tiempo, una cuestión clave ha estado ausente del debate político nacional: La alimentación de los argentinos. El Sistema Agroalimentario Argentino (SAA) está dominado en la actualidad por grandes corporaciones, en su mayoría extranjeras, que generan graves daños tanto a productores como a los millones de consumidores argentinos. Son empresas que abarcan desde la producción, la industrialización, la distribución y la comercialización de alimentos. El problema no reside solamente en la capacidad que tienen las cadenas de supermercados en la fijación de los precios de los alimentos, sino también en qué es lo que produce la industria alimenticia local.
Hablamos de problemas serios tales como la desnutrición, la obesidad y otras enfermedades no transmisibles (ENT).
Para ilustrar esta situación, analizaremos algunos informes nacionales e internacionales que demuestran cómo las multinacionales están envenenando nuestros platos.
Hambre y malnutrición
De acuerdo con los datos registrados en la publicación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) “Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe 2018”, la prevalencia del hambreen Argentina pasó de afectar a 2,5 millones de personas en el período 2014-2016 a 3,8 millones durante 2015-2017. Es decir, la nueva etapa neoliberal en nuestro país viene sumando hambrientos a una velocidad asombrosa.
Como contra cara de esta situación, según el Informe Mundial sobre la Diabetes de 2016 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), observamos que el 62,2 por ciento de la población sufre de sobrepeso y que la obesidad en adultos mayores de 18 años pasó de representar el 12,8 por ciento en 1980 al 28,3 en 2016. Esto significa que casi uno de cada tres argentinos sufre problemas de obesidad. La obesidad, más allá de que parezca la contracara del hambre, es un grave problema que sufren millones de argentinos. Según FAO, “el sobrepeso y la obesidad representan un desequilibrio entre la ingesta de alimentos y el gastoenergético, con una subsecuente acumulación de grasa corporal que representa un riesgo para la salud. Las causas de este fenómeno en la región son múltiples, y entre ellas se encuentra el cambio en los patrones alimentarios, con un aumento de la disponibilidad de productos ultraprocesados (con altos contenidos de azúcar, grasa y sal) y una disminución de las preparaciones culinarias tradicionales, preparadas con alimentos frescos y saludables”, y agrega: “las consecuencias que acarrean el sobrepeso y la obesidad son graves, e incluyen la mayor probabilidad de desarrollo de ENT”.
Cabe señalar que entre las diez primeras causas de muerte en los países de la región se encuentran las ENT como las complicaciones cardiovasculares, la diabetes, la hipertensión y el cáncer.
Profundizar la malnutrición como política pública
El mismo rumbo ha tomado la política pública que, desde el programa Precios Cuidados, profundiza los problemas alimenticios. De acuerdo con el informe del Centro de Economía Política Argentina (Cepa) “Precios Cuidados: análisis de las características y modificaciones en el programa durante el período octubre 2015 - octubre 2018”, la canasta de precios cuidados de octubre de 2018 contiene más alimentos y bebidas que las anteriores, tanto en términos absolutos como en proporción al total de productos. Sin embargo, el grueso de estos está representado por productos de almacén y procesados, faltan productos frescos de verdulería y los dos únicos cortes de carne presentes son la carne picada y el espinazo. Pero por sobre todas las cosas, lo llamativo es la incorporación de 20 variedades de bebidas alcohólicas.
Además, el informe analiza la evolución de los precios de los productos incorporados en el programa y asegura que “si se toma como referencia el año 2015, solamente se mantuvieron 16 productos del rubro almacén. Estos aumentaron en promedio 100,18 por ciento, acompañando el ritmo inflacionario para el período, que fue del 108 por ciento. De hecho, varios productos superaron este valor, entre los que puede indicarse el queso Casamcrem ligth (102 por ciento), leche UAT Verónica (141 por ciento), queso port salut La Paulina x 1kg (148 por ciento), queso cremoso trozado La Paulina (135 por ciento)”.
Cifras locales
Desde el Instituto de Investigación Social, Económica y Política publicaron recientemente los resultados de una investigación titulada “Una experiencia de epidemiología comunitaria de detección precoz de Malnutrición en barrios vulnerables de nuestro país” y realizada en barrios populares a niños y adolescentes de entre 0 y 19 años, durante el primer semestre de 2017. Los resultados son alarmantes: El 43 por ciento de los encuestados de entre dos y 19 años se encuentra en alguna de las variantes de la malnutrición. En la primera infancia, de dos a seis años, el 44 por ciento presenta malnutrición. En la segunda infancia, de seis a 12 años, la malnutrición alcanza al 43 por ciento. En los adolescentes de 12 a 19 años, se registra un 43 por ciento, de malnutrición. En los lactantes el 33,6 por ciento presentan malnutrición, el 11 por ciento se ubica en déficit alimentario y el 22 en sobrepeso y obesidad. Entre los niños de entre seis meses y dos años, el 31,5 por ciento están malnutridos.
De acuerdo con el Informe Mundial sobre la Diabetes citado anteriormente, el 10,2 por ciento de los argentinos sufre diabetes y el 26,5 por ciento de obesidad. Además, el 26,5 por ciento tiene problemas de sobrepeso y el 40 por ciento no realiza actividad física. El sobrepeso, la obesidad, la inactividad física y la ingesta de importantes cantidades de sal y sodio son factores clave para entender los peligrosos números de la hipertensión en Argentina. La prevalencia de hipertensión arterial en el país alcanza al 38 por ciento de la población adulta. Y en mayores de 65 años, la cifra sube al 70.
Soberanía Alimentaria en el debate político
El SAA administrado por las multinacionales alimenticias y las corporaciones mediáticas, en su afán de conseguir cada vez más ganancias, han puesto en riesgo la salud de millones de argentinos. Se trata de una gravísima problemática que todavía estamos a tiempo de solucionar.
Según los datos publicados por la FAO, Argentina produce un 60 por ciento más de frutas y verduras que las que necesita su población para una alimentación saludable. Y, aun así, nuestro país no logra garantizar que la totalidad de la población acceda a estos bienes. Es más, Argentina es el segundo país con mayor superficie destinada a la producción orgánica del mundo. Los datos oficiales del Ministerio de Producción y Trabajo arrojan que “nuestro país cuenta con 1.157 operadores primarios, 349 elaboradores y 111 comercializadores certificados; 204.000 hectáreas destinadas a la producción vegetal y 77.042 hectáreas cosechadas”.
En Argentina, somos rehenes de la variedad de alimentos que ofrece la gran industria alimenticia y que, no sólo no aportan nutrientes, sino que también generan importantes enfermedades. Son productos elaborados de muy baja calidad, con grandes cantidades de azúcar, grasas saturadas, sal y conservantes químicos.
Y son estos alimentos los productos que inicialmente conocemos a través de los grandes medios de comunicación. La televisión, la radio, las revistas y los diarios reciben una enorme cantidad de dinero para publicitar productos alimenticios de baja calidad nutricional y generadores de enfermedades.
A esta política nutricional impuesta por las grandes multinacionales de alimentos y por las corporaciones mediáticas, se contraponen decenas de miles de pymes, cooperativas y pequeños y medianos productores que elaboran alimentos sanos y nutritivos en Argentina y que no se encuentran en las grandes cadenas de supermercados ni ocupan minutos en los medios de comunicación masiva.
En este contexto, es necesario que la dirigencia política del campo popular comience a levantar bien alta la bandera de la soberanía alimentaria y a pelear por garantizar una alimentación suficiente y de buena calidad para cada uno de los habitantes de nuestro país. Es necesario, de una vez por todas, poner al Estado en favor del derecho a la alimentación de los argentinos y no como custodio de los intereses del agronegocio y la megaindustria alimenticia.