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Los seis principios para educar a tu niño según el método Montessori

La doctora italiana que revolucionó la enseñanza, en una época en la que educación era sinónimo de represión. Este método de educación original desarrollado en el siglo XX,  es hoy famoso y reconocido en el mundo entero.

Maria Montessori, médica italiana, está en el origen de este método. Al principio, se interesó por los métodos educativos y señaló al entorno especialmente represivo hacia los niños de su época. En su diario, describe a niños “incomprendidos e inhibidos en un entorno repleto de obstáculos”. Aunque por entonces esta actitud se juzgaba normal en los niños, Maria Montessori lo consideraba, por el contrario, “una manifestación de defensa y la expresión de debilidad espiritual” que conduce a la inestabilidad, la ira, el egoísmo y a un apego excesivo a las posesiones materiales por deseo de poder.

Una educación para servir a la paz

Convencida de que el respeto a la personalidad del niño es primordial, Maria Montessori desarrolló su propio método educativo, hoy mundialmente conocido y presente en las escuelas conocidas como Casas de Niños.

El objetivo de su método es servir a la paz. Como mujer ilustrada, comprendió desde el principio que la educación es determinante en la construcción del futuro del niño y de su relación con el mundo. En la educación, escribe en su diario, “es al niño al que hay que tener en cuenta ante todo; la cuestión es liberarle de los obstáculos que dificultan su desarrollo y ayudarle a vivir. Una vez se comprende este principio, se constata un cambio radical en el comportamiento del adulto en relación al niño”.

Lo que hay que modificar en la relación con el niño se resume en dos puntos: la forma en que el adulto se ocupa de él y el entorno que le ofrece. A partir de aquí derivan una serie de conceptos clave, desarrollados en su manual, y que son la base de la pedagogía aplicada en los colegios Montessori.

Los seis conceptos clave del método Montessori

Hacer surgir el impulso natural del niño

Se trata más de una vuelta a la tradición, más que una innovación. Vuelta a la tradición porque el término educación significa, precisamente, extraer, hacer surgir, promover el desarrollo de algo que está dentro del alma del niño. Santo Tomás de Aquino decía que el papel del maestro es el de alimentar el impulso que empuja al niño a desarrollar sus energías interiores.

En movimiento constante, el niño aprende constantemente. A los adultos nos parece que los niños corretean en desorden y sin ton ni son, pero esta efusión es más bien un descubrimiento de su entorno básico para el niño.

Un entorno propicio al aprendizaje gracias a métodos lúdicos

Nada de pupitres, estrados o clases colectivas. Aquí no es el maestro o la maestra quien elige para el niño los objetos que va a utilizar, sino al contrario, es el niño quien elige el objeto que quiere descubrir. Pero cuidado, porque no se trata en absoluto de despojar al maestro de su lugar en la clase. La relación entre enseñante y aprendiz es fundamental en el método Montessori. Solo que esta relación se vive de forma diferente y los niños dejan de ser receptáculos pasivos del saber, sino actores de su propia construcción.

La importancia fundamental de la práctica y del tacto.

Para Maria Montessori, no puede haber desarrollo intelectual sin ejercicios, ni ejercicios sin objetos externos. El niño tiene necesidad de manipular los objetos para organizar y coordinar sus movimientos.

Un error clásico de los adultos es querer ayudar al niño a conseguir su objetivo. Sin embargo, en el descubrimiento del mundo lo importante no es el objetivo, sino el aprendizaje, y el niño tiene la necesidad básica de aprender por sí mismo.

Las órdenes del estilo “quédate ahí” y “no toques eso” están prohibidas en las escuelas Montessori. Se alienta el deseo del niño de tocarlo todo, pero sin ser desordenado.

Organización, orden y mantenimiento

“Todo objeto tiene su lugar específico y todo objeto debe regresar al lugar que ocupa”.

Devolver cada cosa a su lugar después de haberla utilizado y mantener las cosas con tal de que perduren. Aunque estas dos nociones parezcan evidentes a todo adulto normalmente constituido, lo son mucho menos cuando hablamos de la educación que se da a los niños. ¿Cómo esperar que un adulto cuide y conserve su entorno si no lo aprendió de pequeño?

El mantenimiento de los materiales de la clase se acompaña de un aprendizaje de tareas domésticas elementales, como el barrer o quitar el polvo a un tapete después de utilizarlo. Es fundamental enseñar a los niños a limpiar ellos mismos y no, como pasa en muchas escuelas tradicionales, a confiar en que ya limpiará el servicio de limpieza. Así también aprenden respeto.

Belleza y simplicidad

Enseñar la belleza de las cosas al niño para desarrollar en él el sentido de la estética, con simplicidad, y así ayudarle a descubrir la belleza de los objetos habituales en la vida cotidiana.

Las tareas domésticas no tienen nada de degradante si se hacen con harmonía y belleza. La escoba debe tener un buen mango, los trapos deben ser de diferentes colores. Así, el niño aprende a descubrir la belleza en las cosas más sencillas.

No infantilizar al niño

Todo lo contrario, darle acceso a un entorno adulto de su nivel. Nada de juguetes de plástico o de colores estridentes, supuestamente adaptados a la inteligencia limitada del niño. Maria Montessori apostaba por muebles y objetos similares a los utilizados por los adultos. Al imitarlos, el niño aprenderá a utilizarlos por sí mismo, a manipularlos, desmontarlos y mantenerlos. En vez de separar de forma categórica los juguetes de niño de los objetos de adultos, conviene dejarles descubrir estos objetos y manejarlos con cuidado.

Poe Camille de Montgolfier. Tomado de Le Manuel Pratique de la Méthode Montessori, Maria Montessori, edición histórica de Desclée de Brouwer, 164 páginas, octubre 2016; para Aleteia.-

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