La coerción sexual es inaceptable: implica una forma de violencia que instrumentaliza al otro. Ningún ser humano existe para satisfacer las necesidades de otro, pasando por encima de sí mismo.
La coerción sexual no siempre es un fenómeno fácil de identificar. A veces, aparece encubierto por conductas que resultan incluso aceptables, pero que en el fondo son un ejercicio de violencia. La presión, el chantaje emocional, la no solicitud de consentimiento y otras tantas son formas de coacción.
Se habla de coerción sexual cuando se emplean tácticas «no físicas» para conseguir que el otro miembro de la pareja sostenga relaciones sexuales no deseadas. Cuando se utiliza la fuerza física ya no se habla de coerción, sino de agresión sexual.
Por sí sola, la coerción sexual ya es una forma de violencia encubierta. A esto se suma el hecho de que hay prácticas culturales que se consideran aceptables, pese a que representan una forma de coacción evidente.
El caso más visible es de la insistencia para tener relaciones sexuales, que muchas veces se considera “normal” en ciertas culturas, pero que en el fondo considera al otro un objeto servil.
La coerción sexual en la pareja
Shackelford y Goetz desarrollaron un estudio para determinar las principales formas de coerción sexual en la pareja. Con base en sus investigaciones, determinaron que existían tres estrategias básicas para lograr relaciones sexuales no deseadas.
Las tres estrategias son:
- Manipulación del compromiso. Quien ejerce la coerción sexual argumenta que, si hay afecto y si realmente existe un compromiso, el otro debe tener relaciones sexuales en función del deseo del otro.
- Amenaza de desafección. Es una forma de chantaje emocional en la que se amenaza al otro con quitarle el afecto. Como cuando se dice “Hay que buscar en la calle lo que no se encuentra en casa”.
- Manipulación de recursos. A veces, la negativa a tener relaciones sexuales se responde con el recorte de dinero o con la amenaza de no cumplir compromisos de otro orden.
Por su parte, los investigadores Livingston, Buddie, Testa y VanZile-Tamsen señalaron que hay cuatro tácticas de coerción sexual frecuentes: persuasión verbal (expresiones de descontento que generan culpa o miedo); persuasión física (intentos de seducción o forzamientos sutiles); ganancia de acceso (utilización de excusas); e insistencia.
Un estudio sobre el tema
La Universidad de La Laguna, en España, llevó a cabo un estudio para establecer la incidencia y las modalidades de coerción sexual entre un grupo de voluntarios, todos ellos estudiantes universitarios. Lo que se hizo fue aplicar una serie de cuestionarios a 79 mujeres y 96 hombres.
Para realizar el estudio, se tomaron como base 10 indicadores de coerción sexual. A los voluntarios se les preguntó cuál era su reacción y cuál la de su pareja, cuando se negaban a tener relaciones sexuales. Las posibles respuestas eran las siguientes:
- Deja de ser cariñoso (a).
- Se pone serio (a).
- Se pone triste.
- Dice que con otros (as) no le ocurriría.
- Dice que lo que no obtiene aquí lo obtendrá “afuera”.
- Dice que quizás le soy infiel.
- Discute por cualquier motivo.
- Dice que se tiene que ir.
- Sigue seduciéndome con caricias.
- Justifica su necesidad de sexo.
- Regatea una felación/masturbación.
Al final, se estableció que la forma de coerción más extendida es la que tiene que ver con la insistencia (88,2 por ciento), seguida por el chantaje emocional o amenaza latente de desafección (73,8 por ciento) y la culpabilización (46 por ciento). Como se ve, en buena parte de los casos se combinan varias formas de coerción.
Un problema que no se aborda
Como la coerción sexual no implica el uso de la fuerza física, para muchos hombres y mujeres no representa una forma de violencia sexual. De hecho, para una buena parte es una expresión de un intenso deseo e, incluso, una muestra de amor. Necesitar al otro sexualmente, insistir e incluso chantajear o inducir arbitrariamente se ve, en algunos casos, como una expresión natural entre las parejas.
Sin embargo, lo habitual es que estas conductas terminen formando parte de un repertorio mayor de violencia psicológica que se ejerce sobre la pareja, si es este repertorio ya no existe. Implican que existe un vínculo de poder, en el que uno somete y el otro se permite ser sometido.
Si bien es cierto que el amor implica estar atento y abierto a las necesidades del otro, esto no significa en ningún caso pasar por encima de uno mismo. El primer compromiso de todo ser humano es consigo mismo. A su vez, ninguna necesidad individual es tan apremiante ni absoluta como para que suponga el desconocimiento absoluto de la realidad del otro. Un desencuentro sexual es normal y solo significa que la pareja es la combinación de dos mundos, no una fusión ciega.
Por Edith Sánchez para La Mente es Maravillosa. -
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