“Si algo te molesta, deberías decirlo, no estar así con esa cara de perro" dice uno. “¿Acaso no te viste en el espejo? ¡Vos también tenés mala cara y no invitas a hablar civilizadamente” se defiende el otro, comenzando así una escalada peligrosa!
Una discusión en escalada puede ser muy peligrosa. Pero ¿por qué? ¿En qué consiste realmente este término? ¿Qué se puede hacer al respecto en el día a día? ¿Es posible apaciguar el calor de la rabia y evitar una mala respuesta o es una utopía?
Es posible que la mayoría de las personas piense que no o que tengan ciertas dudas al respeto. A continuación, despejaremos todos estos interrogantes.
La complementariedad hace posible el equilibrio
Para que las relaciones funcionen de manera equilibrada es necesario establecer una complementariedad vincular. Dicho en otras palabras: hay que establecer una relación en la que una persona explica y otra escucha, por ejemplo, alguien que manda y otro que obedece, alguien que pregunta y otro que responde.
En estas relaciones la dinámica no es fija, puesto que el que preguntaba también puede responder y el que respondía, preguntar. Tales fluctuaciones son parte de la comunicación funcional y saludable.
El equilibrio también se puede observar en las funciones y los roles: un jefe y un empleado, un padre y un hijo, un director y un asistente, un profesor y un estudiante.
Los juegos de poder a la que hace referencia esa vieja y tan mentada Dialéctica del amo y el esclavo a la que alude Hegel (ambos se complementan y ambos se necesitan) es patrimonio de los juegos de interacción. Esta estructura aparece enfundada bajo diferentes pares complementarios. Por ejemplo, sometedor y sometido, dominador y dominado, directivo y sumiso, activo y pasivo, entre otros.
Pero no siempre se produce en las relaciones humanas semejante articulación. A veces, los interlocutores se simetrizan puesto que ambos se hallan en igualdad de poder. Por ejemplo, dos personas que quieren mandar, o que quieren tener la razón, o que disputan la verdad de un punto de vista.
Cuando se desarrolla este tipo de diálogos, la relación se transforma en una lucha por el poder en el intento de dominar al interlocutor. A este tipo de dinámica se le llama escalada. Este interjuego relacional hace que las personas se coloquen en igualdad, o sea se simetricen en las relaciones y se anule la complementariedad que posibilita el equilibrio.
Escalada: ¿una forma de violencia?
Una escalada es eso mismo. Trepar o más bien trepar más alto que el compañero, pero no en un juego limpio. La base de estos juegos tiene que ver con la descalificación, la denigración del otro, la envidia y el intento de destruir al otro. Consiste en un efecto arrollador como una bola de nieve que se agiganta en la medida que los integrantes de la contienda continúan intercambiando agresiones sutiles y alevosas
En estos juegos de escalada, los participantes intentan golpear en el talón de Aquiles del otro, en sus costados vulnerables, en esos puntos de debilidad. Anulan el compartir propio de las relaciones complementarias, por el competir típico de las relaciones simétricas.
El interlocutor se ha convertido en el enemigo y la relación se transforma en disputa, que de no primar cierta inteligencia emocional termina en escalada con el riesgo de terminar ambos integrantes colgados de una araña tal cual el memorable filme La guerra de los Rose (The War of the Roses).
Vencedores y vencidos en una misma escalada
Uno de los mecanismos que se utiliza en las escaladas, para inclinar la balanza a favor en la pelea, consiste en buscar la alianza con un tercero para coalicionarse con la persona oponente, como también erigirlo como juez y remar el agua para el propio molino.
No son pocas las letras que diferencian ambos términos –compartir y competir-, pero las acciones que implican cambian diametralmente el sentido del vínculo. Se permuta estar al lado de por estar por delante de, casi o totalmente en actitud de vencedor, sometiendo a la relación al mejor estilo comunicacional de una contienda de dos bandos que enfrentados van venciendo en la medida que roban (léase poseen) los territorios del interlocutor.
Si existe un vencedor, existe un vencido. En este caso, lo que se pierde es el terreno personal: el vencido se llena de angustia que a veces se traduce en bronca, la que descargará inmediata o posteriormente en el afán de venganza o simplemente en duplicar la apuesta competitiva.
La rivalidad y la competencia llevan indefectiblemente a un sentido especulador de la relación. Él o ella se sumergen en un ensortijado mar de racionalizaciones, negaciones y proyecciones, que provocan una contaminación del vínculo en el que el uno deja de ser él/ella para convertirse en una prolongación, pantalla o blanco del otro. Así, se conforma uno de los clásicos estereotipos de relación a que se someten los integrantes de la pareja.
Parte de estos mecanismos de escaladas en simetría relacional muestran la imposibilidad de acoplarse de forma complementaria. Alguien le dice al compañero una crítica o simplemente algo que le disgustó y en lugar de encontrarse con una actitud reflexiva, se constituye el puntapié inicial de una guerra.
Los partenaires se desoyen, saltan permanentemente de niveles cambiando de temas en la conversación. Están más preocupados en imputarle al otro que en escuchar: el otro dice algo y en el momento que habla, el interlocutor está pensando en cómo derribar a su oponente. Cuando A le critica algo a B, B crítica algo de A, entonces la complementariedad necesaria para una relación equilibrada no existe.
Una prototípica escalada puede iniciarse por un detalle irrelevante que una persona le menciona a su interlocutor y este, en lugar de aceptarlo, responde señalándole aquellas cosas que le disgustan de él en tono crítico. Replica con otras críticas y el interlocutor le retruca marcándole los aspectos negativos de él. Más tarde, además de atacarse de manera personal, continuarán con los entornos afectivos de cada uno. Pasarán diversos protagonistas: padres, familia en general, compañeros de trabajo, amigos, etc.
Se realizarán entramados complejos, urdimbres palaciegas, estructuras fantásticas, fantasmas celotípicos, etc. Rápidamente, las críticas se transforman en descalificaciones.
Las descalificaciones suben de tonalidad y se convierten en agresiones verbales que, de seguir escalando, continúan en violencia verbal con el riesgo de terminar en un caos de violencia física.
Claves para encontrar la complementariedad
La pregunta es: ¿cómo alcanzar la complementariedad? ¿qué hacer para lograr el equilibrio y librarse de las luchas de poder? Las siguientes claves pueden ayudar.
Hacer cambios: no se trata de que “yo cambio si tú cambias”, pues eso es continuar la escalada. Eso evidencia el quedar ligado al otro en la disputa. Cada uno debe hacer cambios por sí mismo en el intento de salir de la rivalidad del juego competitivo. Asimismo, cada parte puede hacer sus modificaciones sin especular y sin esperar que el otro modifique antes su conducta.
Promover el diálogo: estratégicamente se trata de colocar una pauta complementaria para romper la escalada. Escuchar no significa estar de acuerdo y no se requiere una respuesta inmediata. Simplemente diciendo: “lo voy a pensar”, frente a lo que el otro nos dice, ya es una forma de frenar el contrapunto.
Controlar la ira: las escaladas llevan a activar el enojo, las agresiones y la violencia. Hay que aprender a manejar la ira, saliendo rápidamente del juego, ¿cómo?, saliendo literalmente de la contienda. Por ejemplo: “discúlpame, no me siento bien (nos retiramos al baño, al cuarto)”; “¿salimos a dar una vuelta para cambiar el aire?”.
Posponer la discusión diciendo: “¿podemos hablar más tarde?”, poniendo una excusa o no; “mejor no hablemos ahora, vamos a terminar mal”, o argumentando un dolor de cabeza, por ejemplo.
Comprender que uno no es dueño de la verdad, es decir, que puede haber múltiples puntos de vista acerca de las cosas y es necesario ser respetuoso de lo que nos dicen y deben ser respetuosos con lo que decimos.
Centrarse en lo positivo, desestructurando lo que enfáticamente se coloca en la escalada: la crítica negativa y descalificatoria. Valorar nuestra opinión y la del interlocutor, evitando el despliegue crítico y desvalorizativo.
Escuchar y preguntar, lo que el interlocutor contrapuntea. Por ejemplo: “tú dices que soy como mi mamá, en qué cosas me parezco… porque no me doy cuenta”. Nuevamente esta es una forma de quebrar la simetría buscando complementar la relación.
Todas estas técnicas comunicacionales tienen por objetivo desestructurar el efecto bola de nieve de las escaladas. Son fórmulas aparentemente sencillas, pero realmente no lo son puesto que las escaladas -cuando se sistematizan en las relaciones- hacen un frente difícil de resolver. Generan serias resistencias a quebrar.
Por tal razón, es importante ser consciente y estar atento ante el menor indicador de escalamiento verbal para frenarlo de entrada y así evitar que incremente la descalificación y la violencia.
Por Marcelo Ceberio para LaMente es Maravillosa.
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