La mamografía es una potente herramienta con la que cuentan los médicos para detectar el cáncer de mama, además de diagnosticar, evaluar y llevar adelante el seguimiento de quienes padecen la enfermedad. La Dra. Susana Blanco, de la Universidad de Belgrano en Argentina y coautora de una investigación sobre el tema, explica que “la mamografía es una técnica radiológica especialmente compleja debido a que la mama está constituida por tejido adiposo, tejido fibro-conectivo y tejido glandular. Los tres se distribuyen sin un patrón fijo y varían en cada mujer por edad, espesor, lactancia o situación hormonal. Los tres tejidos presentan, además, una densidad radiológica similar frente a los RX respecto a las patologías que requiere buscar (como “masas” y microcalcificaciones)”.
Debido al pequeño tamaño de las algunas estructuras patológicas que permitirían una detección precoz del cáncer, señala la investigadora, la mamografía se convierte en el estudio radiológico más dependiente de los factores de calidad del mamógrafo y de todos los elementos complementarios del estudio. En particular, de la compresión de la mama durante la realización de la mamografía. Esa comprensión es necesaria ya que produce una reducción uniforme del espesor de la mama, optimiza el contraste radiológico, permite obtener mayor nitidez y detalle, y mayor resolución de los bordes de las estructuras glandulares, reduce la dosis de radiación que recibe el paciente, inmoviliza el órgano disminuyendo la borrosidad por el movimiento que pudiera ocurrir, y separa estructuras glandulares sobrepuestas, facilitando su interpretación. Por lo tanto, resalta Blanco, la compresión en la mamografía es un importante y fundamental componente de la técnica y del control de calidad. Sin embargo, constituye un tema álgido y controversial de acuerdo a los comentarios de pacientes.
Para la investigación, el equipo empleó dos muestras de 402 y 268 mamografías, respectivamente, obtenidas en dos centros de diagnóstico que cuentan con el mismo equipamiento -mamógráfo digital directo de 2014-, pero con diferentes técnicas de compresión. Las edades de las pacientes variaron entre los 21 y los 50 años.
El trabajo cuantificó la tolerancia a la compresión de la mama con valores de uno (sin problemas) a cuatro (mucha incomodidad o molestia). “Un aumento del cinco por ciento en promedio en la fuerza de compresión permitió disminuir significativamente las dosis impartidas en los estudios. En la población analizada, un 35 por ciento de compresión parece ser un valor adecuado para garantizar dosis muy aceptables. Con respecto al estado de incomodidad o molestia declarado por las pacientes, se deduce que, a la luz de la muestra total obtenida, no parece estar vinculado a variaciones normales de la fuerza de compresión aplicada ni al hecho de tratarse o no del primer estudio que se efectúa la paciente”, indica la investigadora.
La compresión en mamografía, siguiendo los estándares internacionales de una fuerza de entre 80 y 120 newtons, es efectiva en cuanto a la reducción de dosis, sin por eso ser insoportable para la paciente. El presente trabajo es, sin dudas, una contribución respecto de las buenas prácticas en los procedimientos mamográficos.
Todos los procedimientos de verificación de dosis y control de calidad se realizaron de acuerdo con los protocolos del Organismo Internacional de Energía Atómica.
Son miembros del equipo de la Dra. Blanco la Dra. Cecilia Di Risio, quien se desempeñó en el mencionado laboratorio de la UB; Daniel Andisco, del citado instituto, y Roberto y Ricardo Rojas, del Centro de Diagnóstico Rojas.
Fuente: Universidad de Belgrano / Argentina Investiga
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