Hace 3500 años ya leían en la China caparazones de tortugas para predecir hechos importantes del futuro de los emperadores y sus familias.
Era una superstición más, que mencionan con humor los sabios taoístas sospechando que a la tortuga más le gustaría revolcarse en el barro que estar muerta, envuelta ceremonialmente en costosos paños, en la vitrina de un adivino.
El caso es que en esos caparazones está grabada una palabra: "sarna", una parasitosis de la piel que acompaña a la humanidad desde que hay memoria, con tantos altibajos como persistencia.
También la Biblia menciona a la sarna, como amenaza de Moisés a los israelitas que en el éxodo, camino de Canaán, insistían en el desierto en apartarse de Yahvé y adorar a otros Elohim: “El Señor te herirá con forúnculos de Egipto, con tumores, sarna y tiña, de los que no podrás curarte”. Esas eran algunas de las amenazas del gran legislador, que equilibraba con bendiciones de dios.
Pero la sarna no es exclusiva de la antigüedad, nos acompaña todavía. Es una infestación provocada por el ácaro Sarcoptes scabiei variedad hominis, que solo vive en la piel del ser humano. Por eso no se puede cultivar para probar tratamientos, el único medio es la piel caliente de los seres humanos.
El contagio es de humano a humano, de piel a piel. Si se terminaran los afectados, se terminaría la sarna; pero sobrevive con una tenacidad lamentable, aunque pareció desaparecer con el DDT hace poco menos de un siglo.
En tiempos en que el DDT no había hecho su trabajo exterminador con algunos parásitos ancestrales, como las pulgas y las chinches, insultos comunes entre los escolares eran: ¡piojoso!, ¡sarnoso! y también ¡andá que te agarre el dengue!
El ácaro escarba túneles en la piel deposita ahí sus huevos y deyecciones. El parásito, sus huevos y excrementos provocan la dermatitis y la picazón que impulsa a rascarse. El contagio necesita de la convivencia cercana en el caso de las comunidades o el hacinamiento relacionado con la falta de acceso a vivienda, no tanto a la falta de higiene.
El contacto cercano y duradero, piel con piel, que se produce en las relaciones sexuales, es el que propició el brote de la llamada "viruela del mono", que se pudo controlar con programas de vigilancia, rastreo de contactos y vacunación.
Pero en ese caso hubo amplia colaboración de la gente, lo que no ocurre con la sarna, que suele repuntar de tanto en tanto, como ocurrió durante el confinamiento con motivo del Covid.
La sarna siempre surge del contacto piel con piel, y si no se trata de contagia exponencialmente. El contagio se favorece porque la picazón empieza alrededor de dos meses después del contagio y en ese período el afectado puede estar contagiando a pesar de no tener síntomas.
En promedio hay en el mundo 200 millones de personas con sarna en cualquier momento. Las estadísticas informan a veces de incidencias ínfimas, como el 0,2%; pero en estos casos más que faltar sarna, faltan datos.
La sarna no es grave en sí misma, no mata; pero el rascado favorece las infecciones y por esa vía se convierte en la primera causa de enfermedades renales y cardíacas en los países pobres.
Cuando el ácaro deposita los huevos, las defensas del organismo matan el 99 por ciento de las protoninfas, pero si no hay defensas la cosa es diferente.
Puede haber también resistencia del ácaro a los tratamientos. Se usa permetrina al 5% como tratamiento base y la ivermectina, que es oral. Son efectivos pero se necesita repetir la dosis porque ninguna mata bien los huevos. Como sea, la sarna es mucho más fácil de curar que la tiña.
La sarna estuvo siempre por todas partes, pero acompaña tenazmente a la pobreza extrema; a la falta de agua para bañarse y a la desintegración social y familiar, ya que se puede relacionar con la promiscuidad, por ejemplo dormir muchos en una sola cama.
La sarna había retrocedido hasta casi desaparecer en uno de sus momentos bajos, con el DDT; pero ahora vuelve a favor del desmejoramiento de la calidad de vida de la gente, lo mismo que los piojos cuando se advirtió que el DDT, que casi los exterminó, era peligroso por otros aspectos y no se pudo seguir usando sino de forma muy restringida.
La sarna se encuentra en todo el mundo entre gente de todos las edades. Se disemina por contacto directo de individuos infectados y, menos frecuentemente, por compartir vestimenta o ropa de cama. A veces se infectan familias enteras.
El sarpullido hormigueante es una respuesta alérgica al parásito. Los parásitos se difunden más sobre la piel de los bebés ocasionando granos sobre el tronco, o ampollas pequeñas sobre las palmas de las manos y plantas de los pies.
En niños pequeños aparecen granos en cabeza, cuello, hombros, palmas de las manos y plantas de los pies. En niños mayores los granos aparecen en manos, muñecas, y abdomen.
Como prevención es necesario evitar el contacto con personas infectadas, o compartir vestimentas o ropa de cama.
Los síntomas son picazón, especialmente de noche, rayas delgadas en forma de lápiz sobre la piel, raspaduras y desgastes en la piel debido a los rasguños y rascados.
La picazón puede persistir después de comenzar el tratamiento, pero desaparece si continúa como corresponde. Puede minimizarse usando paños frescos y lociones de calamina o de acetaminofenilo.
De la Redacción de AIM.
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