Sobre entrevistas realizadas en usuarios de cocaína por vía intravenosa se estudian los niveles de iniciación en diferentes grupos de sustancias.
Momentos en el abuso de drogas intravenoso
La utilización de la cocaína por vía intravenosa introdujo en la vida del usuario un patrón de comportamiento circular y de deterioro creciente que puede definirse en cuatro momentos: "Preparación", "Locura", "Bajón" y "Fisura". (gráfico 2)
La "Preparación" incluye por un lado todas las estrategias posibles para conseguir el dinero que permita comprar la cocaína y, por otro lado, la selección de lugares y personas para inyectarse. En cuanto al primer punto este define el grado de organización de los grupos y, en ausencia de dinero, el "capital de recursos" indispensable para conseguirlo. La detección de casas para el "escruche" (robo) y los contactos para "reducirlo" ( reventa de objetos robados), el pago de "rescate" (comisión por comprar droga para otro), la prostitución masculina y femenina, integran los recursos con los que el grupo accederá al dinero. El robo de droga no tiene ninguna mención y parece ser casi la única norma que no puede ser transgredida.
El segundo punto tiene que ver con la escogencia de los lugares y de los participantes. Circunstancia que tiene una importancia particular porque los usuarios entienden que puede influenciar la situación de "endrogamiento" dificultando o quizá imposibilitando llegar al "flash". Esto determina la distancia que no sólo se establece con los amigos que no se drogan sino, incluso, con los que aspiran cocaína y que son percibidos casi en el mismo lugar. Esto explica en parte que mucho del mensaje preventivo acerca de no compartir el equipo de inyectarse sea resistido como un mal presagio o una "pálida" amenazante.
"...si te hacés la cabeza que te va a pegar mal, te pega mal...ya vas como mal predispuesto... porque después de cinco o seis cuesta hacérselo y no se lo puede hacer...".
El momento siguiente al de "Preparación" es la sesión de inyectarse que es llamada "Locura". Esta se inicia con lo que los usuarios mencionan como "el registro" y que designa la práctica de introducir y sacar el líquido con la jeringa hasta asegurar ( por la presencia de sangre) que la aguja esta en la vena. Al margen de este objetivo la práctica es fuertemente valorada por su efecto de excitación, tanto por el que "registra" como para el que observa.
"(el registro) es cuando entra la sangre, vos tiras para atrás y registras, sentís una sensación divina y ya cuando lo mandas para adentro sabés que te va a pegar. Son diez orgasmos juntos , al mismo tiempo , el mismo placer. Es imposible imaginarlo, la única forma es picándose. El sólo hecho de "registrarte" para ver si estás en vena te pone loco, y ese bombeo que se manda un poquito y después se saca , saque y ponga, entra y sale, lo sentís como una sopapa en todo el cuerpo..."
El ser inyectado aparece como resultado de la dificultad en hacerlo uno mismo conforme avanza la obnubilación de la conciencia. En algunos casos aparecen miembros más diestros que el grupo llama "enfermeros" y en los que se reconoce la destreza de poder "picar con mambo", es decir, poder inyectar hallándose bajo los efectos de la droga. En todos los casos está la urgencia, dada por el deseo irreprimible. Esto determinan que al primer contratiempo con la aguja o la jeringa se pase a compartir las que estén en uso frente a la desesperación de verse demorado. La "locura" de cocaína transcurre como una sucesión alterada de "registros y flashes" donde la ansiedad de sentirse descubierto o perseguido acompaña todo el proceso de inyectarse repetidamente.
"Después del flash empezabas a fantasmear y empezás a escuchar ruidos que no hay, pasos, gente que camina, uno siente que lo revientan y se queda ahí en la Villa, con un arma en la mano, esperando que pase algo".
El descontrol se despierta a veces con la obstrucción de la aguja, problema común dado las impurezas de la sustancia y la pequeñez de la aguja que habitualmente se usa (para insulina). La desesperación entonces hace que el intercambio de jeringas y agujas se imponga sobre cualquier advertencia preventiva. Sin omitir que a veces hay más disponibilidad de drogas que de jeringas y agujas.
"A lo mejor antes de empezarse a inyectar van y compran una aguja para cada uno pero una vez que se te tapó la aguja ¿Qué hacés ? ¿No te picás más ? Conozco personas que tenían HIV y que se estaban inyectando con otra y la jeringa se tapó y le pedían la aguja y él decía ¡ Yo tengo HIV loco ! y el otro responder ¡No importa!"
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La "locura" es atravesada todo el tiempo por la idea de muerte, por sensaciones de agonía experimentadas como lucha y como placer, como ansia y congoja, como deseo vehemente y angustia al mismo tiempo. Este colocarse en situación de morir para desde ahí sentir el placer emerge todo el tiempo a través de una vigilancia, obsesiva y estéril, de los límites de lo que cada uno puede inyectarse "sin darse vuelta", para "no irse". Precisamente la superación de estos límites es la sobredosis y la puesta en marcha de cruentas medidas de auxilio para revertir la situación (cortes en brazos y dedos para sangrado, golpes, etc.) y ocasionalmente su traslado a un hospital.
"a mi me producía placer jugar con la muerte. Me he hecho picos (inyectado) sabiendo que me iban a hacer mal, quería ver cuanto resistía. Era como uno de esos que se inyectan mientras suben una montaña hasta que mueren".
Sin embargo si la sensación de morir o de agonía da contexto al placer de inyectar que refieren los entrevistados, la muerte expresada por la ausencia de las personas es sentida como extrañamiento y soledad. Sintiéndose un sobreviviente a los 23 años. Constatando que la excitación temeraria de compartir la aguja sabiendo que en el grupo está el VIH, no incluye al SIDA como enfermedad.
"...me dijo ¡ Viste que en el grupo nuestro no queda nadie ! Sólo quedamos vos, yo y dos más. Era empezar a ver que gente que estaba con nosotros, que se reía a la tarde, o que compartíamos una cerveza, un cigarrillo , ya no existían. O de repente enterarme que estaban internados, que se hacían encima y que les ponían pañales".
Los momentos que siguen a la "locura" son llamados por los entrevistados "bajón" y "fisura". En el primero juega un papel fundamental el deseo imperioso de la sustancia y la certeza de que no se lo puede satisfacer. Aquí aparece el consumo de alcohol y otras drogas con el propósito de controlar la ansiedad por volver a drogarse y, en muchos casos, la utilización de psicofármacos mientras aún se está bajo los efectos placenteros de la droga, con el fin de disminuir anticipadamente los efectos de su privación.
La fisura es un momento posterior, de carácter fuertemente depresivo acompañado de dolor, cansancio, autoreproche y cólera. Es la finalización y también el comienzo de un nuevo ciclo. El descontrol se hace presente nuevamente bajo la forma de utilizar cualquier medio para salir de ese estado .
"A veces no tenía el agua destilada y escupía, a veces me sacaba sangre y con la misma sangre me inyectaba antes que se me coagule. He hecho un montón de cosas, he encontrado jeringas que no eran mías abajo de mi casa y me he picado con eso. He usado jeringas diez, quince días".
Lo observado lleva a algunas reflexiones en relación al mensaje preventivo, según diferentes segmentos del problema, diferenciando por un lado el mensaje que tiene que ver con las situaciones de descontrol sexual bajo la influencia del abuso de alcohol y de drogas no inyectables y, por otro, el relacionado con las prácticas de intercambio de jeringas y agujas. Las intersecciones posibles entre la condición serológica y el abuso de drogas intravenoso se muestran en el gráfico número 3.
Desde la perspectiva de los usuarios intravenosos de drogas la eficacia del mensaje preventivo parece beneficiarse, cuando se trata de seropositivos, de un enfoque único e integrado entre ambos problemas. La observación de numerosos casos que niegan la condición de seropositividad y mantienen la práctica de intercambio de agujas y jeringas tiende a reforzar esta idea. Situación diferente y opuesta cuando el segmento en cuestión es el de usuarios de drogas intravenosas seronegativos. En este caso la independencia entre VIH y uso intravenoso,en el enfoque del mensaje preventivo, puede dar un mejor acceso al individuo que no enfrenta el cambio de prácticas simultáneamente con el cuestionamiento de su dependencia al uso de drogas. De hecho algunas de las campañas preventivas actuales siguen esta dirección. A pesar que la prevención del intercambio del equipo a inyectarse tiene connotaciones de mal presagio en los momentos de incertidumbre donde se define el "flash" para el usuario de drogas, lo cierto es que es una problemática más accesible desde afuera de la problemática de la adicción. Mensajes independientes pueden ayudar a evitar los efectos sinérgicos entre ambas situaciones.
Los usuarios de drogas que no se inyectan participan de los riesgos a través del descontrol de la sexualidad bajo los efectos de la droga . El segmento representado por usuarios de drogas no intravenosas, seropositivos, es posiblemente uno de los grupos que ya ha incorporado mucho de un mensaje preventivo basado en el cuidado de las relaciones sexuales y del pasaje a una vía inyectable.(En los casos del estudio aparece esta situación en muchos casos de cónyuges o parejas de un usuario intravenoso seropositivo) En el caso de los seronegativos ( y que usan drogas no inyectables) debe investigarse la inclusión del tema del VIH en un mensaje de prevención, que no lleve a ubicar la práctica actual (por ejemplo el uso de canabis) como en un nivel no riesgoso y por lo tanto desacreditarla como problemática.
https://www.intramed.net/
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