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Caleidoscopio
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La salvación viene del desierto

Los antiguos se ingeniaron para vivir en ambientes muy hostiles, como los desiertos: los nómadas del Asia Central encontraron la manera de habitar las estepas porque los bovinos podían convertir los pastos duros en carne y leche. Ellos, ayudados por los perros, iban tras el ganado por terrenos que no podían sustentar a los seres humanos.
Los habitantes del Oriente Medio valoraban los desiertos como lugares propicios para la meditación y el retiro; eran límites, escasez extrema, escuelas de lucha por la vida, pero también reinos de luz, silencio y soledad que contrastaban con la perversión de las ciudades.

Modernamente, los desiertos perdieron la valoración antigua para ser considerados tierras baldías, inútiles, que en el mejor de los casos pueden fertilizarse parcialmente para devolverles valor económico.

La ciencia actual ha visto que son hábitats de una gran variedad de animales y plantas que se han adaptado a condiciones duras. Algunos de ellos se encuentran entre las últimas zonas vírgenes del planeta. Más de 1000 millones de personas viven en desiertos, definidos como territorios que reciben menos de 25 centímetros de lluvia por año.
Los desiertos no son solo zonas calientes, hay también desiertos fríos. El mayor del mundo es el Sahara en el norte de Africa, donde hace 10.000 años había sabanas, bosques y lagos que recibían 20 veces más lluvia que ahora. Luego se produjo una desecación progresiva.

Algunos arqueólogos han lanzado la teoría de que la esfinge de Gaza, en el Sahara, tiene al menos 9000 años porque muestra rastros de erosión por agua: fue construida cuando no la rodeaba un desierto.

Hay desiertos fríos como el de Gobi en la China y Mongolia, que se formó por la "sombra orográfica" del Himalaya, un fenómeno meteorológico que se debe a la pérdida de humedad del viento que debe subir altas montañas. Cuando desciende del otro lado está seco y caliente.

Esto explica también la formación del desierto de Atacama, en el norte de Chile, que abarca zonas del Perú, Bolivia y la Argentina. Es la zona más seca del planeta, con apenas dos milímetros de lluvia anuales. En la zona central del desierto se supone que no ha llovido en 400 años. Era lecho marino hace tres millones de años.

Cuando se formaron los Andes secaron los vientos del Este y por otro lado la corriente fría de Humboldt, en el océano Pacífico, reduce la evaporación favoreciendo el descenso de la humedad. Ese desierto contiene las mayores reservas de cobre y de litio y considerables de minerales metálicos, como hierro, oro y plata, boro, y nitrato de sodio.

Las investigaciones actuales sobre los desiertos han encontrado que tienen una utilidad impensada: absorben el dióxido de carbono, el gas de invernadero que producen la industria y los vehículos. Un equipo de la universidad de Washington estudió la absorción de dióxido de carbono por el suelo en el desierto de Mojave, en California, Nevada y Arizona.

La conclusión fue que las tierras áridas pueden aumentar la absorción del dióxido de carbono lo suficiente en el futuro hasta representar el 15% al 28% de la cantidad actualmente absorbida por las superficies terrestres.

La absorción del gas por las tierras áridas aumenta con las emisiones a la atmósfera. Los desiertos no absorberán todo el CO2 emitido pero que ayudarán significativamente.
De la Redacción de AIM

Tierras áridas desierto sodio dióxido de carbono

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