Miguel Pesce mantendrá hoy la primera ronda de negociaciones con bancos para intentar cumplir con una obsesión de Alberto Fernández: Bajar la tasa de interés para el financiamiento con tarjetas de crédito. El tema no es un capricho presidencial, ni un apriete más dentro de las habituales pujas con los bancos por los altísimos costos que tiene el sistema en todos sus rubros en Argentina, sino casi una necesidad política inmediata.
Alberto Fernández, como cualquier argentino de a pie, sabe que una de las pocas chances de financiarse en este país en crédito a costo plazo y para bienes de consumo son las cuotas con tarjeta de crédito. Con la tasa de los préstamos personales por el cielo, los límites prestables de los clientes saturados por deuda en muchos casos y la inexistencia de crédito a largo plazo, las tarjetas ocuparon desde hace años ese lugar para cubrir desde emergencias hasta las necesidades más superfluas.
El problema es que por más que se utilicen masivamente, el costo de financiarse por ese medio cuando no existen promociones o acuerdos entre comercios y bancos, es el mismo o mucho mayor que para otros segmentos.
Es decir, que el problema es, como desde hace años, el financiamiento de los saldos impagos y no los planes de tres, seis o 12 cuotas sin interés que ofrecen comercios o bancos para ofertas específicas. En paralelo esta el sistema de Ahora 12 que aporta algo de alivio pero no para todos los productos.
Pesce se sentará hoy con las entidades con los números del último seguimiento del Banco Central sobre intereses que cobra el sistema. Una entidad de primera línea hoy cobra 159 por ciento anual efectivo sobre saldos impagos. El sistema, en general, oscila en tasas que van de 63 por ciento a 224 por ciento anual. O más para los plásticos de emisión más popular.
El presidente sabe que en Argentina no habrá crédito blando y barato a largo plazo para particulares por bastante tiempo. Hay una burbuja en esto que involucra a los automotores y que corre con tasas diferenciales pero es casi una excepción.
Las tarjetas de crédito seguirán entonces siendo el auxilio y el motor para reactivar el consumo en todas la áreas, sobre todo electrodoméstico, textiles y hasta alimentos, pero a estas tasas el repago se hace imposible y el problema, que muchos bancos vienen denunciando, es que los límites prestables ya se agotaron, en muchos casos producto del uso mas la acumulación de intereses.
Se entiende entonces que la orden que Alberto Fernández le dio a Pesce en la residencia de Olivos el sábado a la noche fue, en realidad, tan política como económica.
Esa noche los amigos de Alberto, se habían reunido a comer una asado en la residencia con la consigna de despedir a Jorge Argüello y Alberto Iribarne que parten como embajadores y festejarle el cumpleaños a Eduardo Valdés,
Y fue allí donde hubo largas charlas sobre diplomacia y el pedido a Pesce que solucione ese problema de años.
Hoy será la primera ronda. En el medio los bancos le plantearán a Pesce la situación del plan Ahora 12, que facilita llegar a financiar compras en cuotas sin interés con un mix entre comercios, tarjetas de crédito, bancos y el Estado. Puede ser un comienzo de acuerdo, aunque anoche no había un borrador escrito, ni anuncio preparado.
El Central viene presionando con la baja de tasa de referencia que ya llevó a 44 por ciento, pero no hubo traslado al sistema. Hay tarjetas que siguen cobrando 200 por ciento anual a sus clientes.
Una muestra de lo que puede venir fue la decisión de Pesce de hace una semana de bajar las tasa de financiación a quienes integren el registro de MiPymes a 35 por ciento. El banco que cumpla podrá acceder a una flexibilización en encajes. Esos números se ponen encima de una imperiosa necesidad política y una orden presidencial complicada de cumplir.