Un nuevo cierre de salas de cine en Paraná conmovió a los amantes del séptimo arte. La pandemia y las paulatinas transformaciones en el modelo de negocio y de consumo, han llevado al cese de un espacio estable. Pero no es la primera vez que la ciudad se queda sin cines, ya que por otro tipo de crisis cerraron en su momento pantallas grandes, repasa en diálogo con AIM la comunicadora y cultora del medio, Lucrecia Pérez Campo. Luego de una reformulación del medio tras sucesivas habían restringido el acceso y se había tornado oneroso frente al origen popular. Ahora, directamente desaparece de una opción como tal para las audiencias.
El jueves pasado se conoció que tras 83 años actividad, cerró sus puertas el Cine Rex de Paraná, las últimas salas donde se podía presencial el séptimo arte de forma regular. El fin del negocio representa una señal de la profunda transformación del medio como modelo de negocios y consumo. “Han pasado todos estos años y hemos visto el cine transformándose, resurgir algunas salas, que modifican sus soportes tecnológicos, mejor calidad y sonido, salas más chicas; no son ya de la infancias, gritando toda la familia, pero subsistía el gusto con etas salas reformuladas”, repasa con esta Agencia la estudiosa y comunicóloga, Lucrecia Pérez Campo, sobre las características que había adquirido en el último tiempo el cine.
La docente de Teorías de la Comunicación de la Universidad Nacional de Entre Ríos, no deja de asombrarse en las nuevas modalidad “de la posibilidad de ver el cine del mundo en otros soportes, que no son las que vienen a las salas que se conservan, a través de plataformas, sitios de internet”. En este esquema, las salas habían quedado “para una salida especial, donde hemos llevado a los niños y niñas a las puestas de los grandes tanques de la industria cinematográfica de Pixar y Disney, y por ahí alguna otra. Uno se lamenta que se hayan perdido los cines, pero en realidad nos damos cuenta que resulta caro para otros consumos”, planteó.
Cierres
Pérez Campo no ha dejado de ser testigo de hechos históricos en lo que representa el cine en la ciudad, ya que cuenta entre sus experiencias haber estado en la última función del Cine Mayo. “Dieron Gato negro, gato blanco (1998), de Emir Kusturica. Yo sabía que iba a ser la última semana y ya había visto esa película, pero bueno, quise estar en la última función. Fue muy emocionante, porque a esa sala iba de chiquita con mi mamá, cuando había continuados, sobre todo los lunes, que había películas argentinas y mexicanas, y era parte de mi vida muy cercana. Sabía que iba a ser la última semana porque estaba a cargo de la Fundación Bica y ahí estaba mi amiga, Laura Dayub. Además el boletero, don Rivero, que trabajaba conmigo en el Teatro, hasta que en diciembre de 1999, cerró”, recordó. “Se sabía, ya había datos que los cines cerraban, que no podían sostenerse más. Ví Gato negro, gato blanco llorando la mitad de la película, a pesar que es una película muy divertida, pero tenía un sentimiento de muy conmovida. Estuve en el cierre de esa sala”.
Esa experiencia, también se repitió en otro momento, tal como cuenta la película Cinema Paradiso (1988), de Giuseppe Tornatore, que cuenta el auge y decadencia del cine en un pueblo italiano. “Yo tuve mi propio Cinema Paradiso”, dice Pérez Campo. “Coincidió el estreno con otro período en la Argentina de decadencia, unos años antes, de que se venían cerrando los cines y reformulándose las salas en las grandes ciudades. Yo ya había visto la película en Buenos Aires, y cuando la dan en el Paraná en el Cine Rex, voy a verla. Me siento y al rarito nos avisan que la función se suspendía porque eramos cuatro personas en el cine y no daba para hacer la función. Así que me fui del cine, llorando, sabiendo que esa tendencia mundial, algo que veníamos estudiando, de transformación del consumo y las salas, que iban cerrando, ya había llegado a la ciudad. En ese momento, junto con el auge de los video clubes, el cine en otros soportes”, analizó.