El 29 de octubre de 1839, hace hoy 179 años, se produjo en la provincia de Buenos Aires un movimiento armado para derribar el gobierno de Juan Manuel de Rosas, que terminó en el fracaso.
Hace 179 años se inició en Dolores el movimiento contra Juan Manuel Ortiz de Rosas que la historia llama la revolución de los hacendados a de los "libres del Sud".
Vecinos de Dolores, de Chascomús y de otras poblaciones, habían comenzado una conspiración contra Rosas, de la que el gobernador pronto tuvo conocimiento y sin dificultad pudo descubrir los planes.
Para desalentar la conjura en la noche del 27 de junio de 1839 mandó matar en el mismo recinto de la Legislatura a su Presidente, Manuel Vicente Maza, y a la mañana siguiente dispuso la ejecución de su hijo.
Estos actos enardecieron a un grupo de patriotas que contaban con el apoyo del Coronel Rico y del propulsor del derrocamiento, el General Juan Lavalle, comenzando los preparativos para el alzamiento.
Lavalle, que estaba en Montevideo, abandonó la ciudad con 150 hombres y se dirigió a la isla Martín García, previendo desde alií desembarcar al Sud de Buenos Aires mientras los hacendados de nuestra región le brindarían apoyo.
El hombre que preparó a los hacendados fue Don Marcelino Martínez, quien tenía su establecimiento rural en la Laguna de los Padres y avisó a los revolucionarios de la presencia de Lavalle en Martín García, pero éste desiste desembarcar en Buenos Aires, y resuelve hacerlo en Entre Ríos a pesar de las opiniones desfavorables.
De esa forma el movimiento revolucionario tuvo sólo carácter local, ya que los impulsores se encontraron sólo con dos caminos, luchar o huir.
La fecha del inicio del movimiento revolucionario se había fijado para el 6 de noviembre, pero un fortuito e inesperado acontecimiento los obligó a anticipar los planes, los promotores estaban en inminente peligro de ser aprehendidos.
El 29 de octubre el Comandante Rico, Cosme Pujol, el Teniente Francisco Romero y sus asistentes, manifestaron llegado el momento de la insurrección, pues de lo contrario todo estaría perdido.
En las primeras horas de la mañana a 170 ciudadanos formados en la plaza de Dolores se les proveía las únicas 70 lanzas con que se contaba, que estaban en casa del comisario. Fue en ese momento que Rico, seguido de los capitanes Márquez y Peralta, explicó los motivos que impulsaban la causa y les pidió apoyo para el levantamiento, que tuvo como respuesta gritos de aprobación echados al aire.
Se iniciaba así el pronunciamiento contra Rosas, fijando Rico su cuartel general en inmediaciones del cementerio. Esa misma tarde llegó Pedro Castelli, quien por unanimidad fue proclamado jefe del movimiento. Olmos con 300 hombres se plegó a la revolución, Crámer, guerrero de la independencia, se sumó al movimiento que rápidamente se extendió por la zona. Enviaron a Márquez con una división hacia Chascomús para buscar adhesiones, logrando que el 2 de noviembre Mendiola al frente de 30 hombres, en la plaza pública leyera la proclama.
Castelli se dirigió a Chascomús, donde fue recibido el 6 de noviembre en el paraje “Dos Ombúes”
Pero las fuerzas de Rosas, encabezadas por su hermano Prudencio y el Coronel Granada, constituida por tropa de línea muy bien equipada y con más de 200 indios con lanzas, en conocimiento de estos movimientos habían comenzado su desplazamiento hacia Chascomús.
El 7 de noviembre se produjo el enfrentamiento. A las filas revolucionarias les sobraba entusiasmo pero le faltaba organización y armamento. En el campo de batalla todo fue confusión para los insurgentes, un teniente de apellido Funes de la compañía que comandaba Olmos se pasa a las filas rosistas. El final para los revolucionarios estaba decidido, la Revolución del Sud tenía sellada su suerte, sus jefes abandonaron el lugar procurando refugio en los Montes de Tordillo.
Castelli lo hizo hacia Monsalvo perseguido por partidas exploradoras rosistas, una de ellas logra alcanzar a su asistente, el negro Gabino, logrando de éste información sobre dónde estaba su jefe, según dijo “grabando sus iniciales debajo de un tala”. Atacan a Castelli de improviso y sin que pudiera defenderse lo derriban de un hachazo, y le cortaron luego la cabeza.
En la mañana del 17 de noviembre una partida de soldados ingresó al galope al pueblo de Dolores, uno de ellos traía colgado al pecho del caballo una cabeza humana, era la de Pedro Castelli. Traían además una nota de Prudencio Rosas para el Juez de Paz y Comandante Militar, Mariano Ramírez, donde se le ordenaba que colocara la cabeza en el medio de la plaza, para que los pobladores “vean el condigno castigo que reciben del Cielo los promotores de planes tan feroces”. La cabeza debía estar en lo alto de un palo, bien alto, asegurada para que no se cayera, donde debía permanecer hasta que el superior gobierno lo dispusiera.
Dice la historia lugareña que una mañana lluviosa del mes de julio de 1847, una parda correntina llamada Francisca Gutiérrez, conocida como “Mamá Pancha”, atravesaba la plaza y observó que la cabeza estaba en el suelo, convenció esa noche a su hijo para que la fuera a buscar, la tuvo durante cinco años en su rancho, y según se cuenta, tras la caída de Rosas fue enterrada en el cementerio, pero nunca pudo ser hallada.