Un estudio comprobó cuál es la actividad física recomendada que, una intensidad moderada, tiene un impacto positivo en la agilidad cerebral. Los hallazgos publicados en la revista científica Physiology & Behavior.
La práctica regular de ejercicio es clave para el bienestar general, ya que ayuda a prevenir y controlar enfermedades como las cardiovasculares o diabetes, según la información de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Además, contribuye a la reducción de los síntomas de trastornos mentales como la depresión y la ansiedad. Incluso, realizar esta actividad por algunos minutos puede ayudar a las personas que no han podido dormir bien, de acuerdo con una reciente investigación.
Los participantes de este estudio, que fue publicado en la revista científica Physiology & Behavior, se sometieron a pruebas de función ejecutiva tras períodos de descanso normal y de privación de sueño, tanto parcial como total en ambientes con oxigenación normal y en condiciones de hipoxia.
Además, se evaluó el efecto de sesiones cortas de ejercicio de intensidad moderada sobre las mismas funciones cognitivas en estos escenarios.
Los resultados mostraron que, aunque la privación de sueño parcial durante tres noches presentaba efectos variables, una noche sin dormir disminuía de manera significativa la capacidad ejecutiva de los individuos.
Significativamente, se observó que el ejercicio de intensidad moderada, consistente en ciclismo de 20 minutos, generaba una mejora en la función ejecutiva tras períodos de descanso restringido o inexistente, y esta mejora era independiente del nivel de oxígeno ambiental.
La conclusión central de esta investigación es que la actividad física moderada tiene un efecto positivo en la cognición afectada por la falta de sueño, incluso frente a desafíos adicionales como la hipoxia. Sin embargo, aún no se han clarificado los mecanismos que permiten esta mejora, por lo que se necesita más investigación.
De la misma forma, el estudio sugiere que investigaciones futuras deberán esclarecer estos aspectos para poder aplicar el conocimiento en entornos laborales y otros ámbitos que demandan un alto rendimiento cognitivo.
Una investigación similar fue publicada por European Journal of Preventive Cardiology y tuvo como objetivo explorar de qué manera están relacionadas la actividad física, medida objetivamente mediante un acelerómetro, y la cantidad de sueño con el riesgo de mortalidad general y por causas específicas.
Los autores monitorearon a 92.221 adultos del Biobanco del Reino Unido durante una semana y categorizando la duración del sueño en tres rangos (corto, normal y largo) y la actividad física en diferentes niveles de intensidad.
Durante un seguimiento medio de siete años, se registraron 3.080 fallecimientos, incluyendo muertes por enfermedades cardiovasculares y cáncer.
En particular, se encontró que no cumplir con las recomendaciones mínimas de actividad física de intensidad moderada a vigorosa, sumado a períodos de sueño cortos o prolongados, aumentaba el peligro de mortalidad. Sin embargo, una mayor cantidad de ejercicio podría atenuar los riesgos asociados con dormir poco o mucho.
La conclusión del estudio indica que realizar actividad deportiva acorde a las recomendaciones o incluso más, sin importar la intensidad, reduce los efectos nocivos que tiene una duración anormal de sueño.
Por otra parte, se ha demostrado que la práctica física ayuda a dormir bien. Un claro ejemplo es una revisión publicada en la revista científica PeerJ que concluyó que el ejercicio puede tener un impacto positivo en la mejora de la calidad del sueño y se observaron pocos o ningún efecto secundario negativo.
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