Mario Bunge murió a los 100 años de edad en Montreal en febrero del año pasado. Era argentino y volvía con frecuencia a su país, pero eligió vivir en Canadá después la "noche de los bastones largos" en 1966, durante la dictadura de Onganía.
Como él dijo "hay centenares de miles de argentinos que han huido de las distintas dictaduras y de las crisis económicas y políticas; desde 1930 la Argentina se ha especializado en enriquecer la cultura de otros países y despreciar la propia".
Podemos desconocer sus invectivas a Hegel, Nietzsche y Heidegger entre otros filósofos, o ignorar su virulenta condenación del psicoanálisis, basada según él en cuestiones empíricas y de método, o en motivaciones personales inconscientes según los psicoanalistas. Pasemos por alto sus ataques a las "pseudociencias", donde entra todo lo que no dé garantías de método y rigor vienés. Allá se agolpan confundidas en montón las "charlatanerías": el psicoanálisis y la homeopatía, la praxeología, la sociobiología, la psicología evolutiva y la microenonomía neoclásica; mientras en el terreno filosófico siguen el mismo camino el existencialismo de Heidegger, el feminismo, la fenomenología, la hermenéutica, el posmodernisno.
Las crisis, inexactitud en acción
Para considerar las crisis económicas capitalistas recurrentes cabe detenernos en su crítica a los economistas.
Para Bunge, alrededor de 1870 los economistas William Jevons, León Walras y Carl Menger "inventaron muñecos" que no chistaban ante postulados falsos, como corresponde a muñecos pero no a seres de carne y hueso. No es cierto que todos seamos egoístas ni "codiciosos" como pretendía Milton Friedman. La experimentación científica demostró que solo el 30% de la población responde a la afirmación de Friedman, "el resto somos altruistas recíprocos".
Tampoco el postulado económico de la libre elección es cierto, según Bunge, porque los pequeños comerciantes están obligados a comprar a sus proveedores mercancías que difícilmente vendan o no venderán de ninguna manera. Además, nadie conoce su "curva de utilidad" o preferencia -que marca los puntos en que una combinación de bienes rinde el mismo beneficio- a pesar de la ficción en contrario de la microeconomía.
Los economistas, salvo escasísimas excepciones, no han podido prever las crisis recurrentes porque parten de otro postulado falso: el teorema del equilibrio general de Walras, que dice que la economía está en equilibrio o próxima al equilibrio y tiende a volver a él cuando se aparta demasiado. En resumen: la teoría económica standard, la que goza hoy de aprobación, la que tiene a Ayn Rand como filósofa insignia, no explica las crisis.
Para Bunge el "objetivismo" de Ayn Rand, el "egoísmo racional", es una doctrina antisocial que predica que cada cual debe ocuparse de sí mismo. Según Bunge, uno de los discípulos de Ayn Rand, el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, provocó la crisis de 2008, de la que no hemos salido todavía: no fue una crisis como las descriptas por Marx. El inyectó dinero y los bancos lo prestaron a tasas bajas a gente que al quedar desocupada no podía devolverlos.
Con la crisis desatada, Greenspan se asombró de que los bancos no buscaran maximizar sus beneficios, ya que dieron créditos a gente incapaz de pagarlos. Pero fue Greenspan quien indujo al error por partir de las ideas de Rand, no científicas y basadas en un postulado falso. Por eso recomienda en materia económica "borrón y cuenta nueva, olvidar las estupideces de la microeconomía neoclásica".
Crisis de mi flor
La primera gran crisis capitalista fue la de los tulipanes en Holanda. Versiones posiblemente exageradas dicen que los bulbos de esas flores, provenientes del Asia Menor, llegaron a ser tan caros que con uno de ellos se podía comprar una casa junto al canal principal de Amsterdam al comienzo del siglo XVII
Como todas las burbujas posteriores, la "tulipomanía" colapsó y los especuladores y todos los que dependían de ellos fueron aniquilados.
En 1637 un bulbo de tulipán de la variedad Semper Augustus costó 10.000 florines, suficientes para alimentar, vestir y alojar a una familia holandesa toda la vida.
Esta ficción recalentada terminó helada: la gente que creyó ver el paraíso en una flor se arrojó de cabeza a los canales de Amsterdam, aunque algunos historiadores no convalidan esta versión.
A la distancia, parece sencillo ver los errores de la especulación del pasado y tener la certeza de no caer en ellos, pero desde aquella crisis holandesa se han sucedido muchas otras, hasta la de las hipotecas "subprime" en 2007 y siempre caímos directamente o fuimos arrastrados indirectamente al abismo o a padecer problemas serios.
Las burbujas al estallar destruyen a miles de existencias menores, que no las han provocado pero deben sufrirlas con máxima intensidad.
Actualmente el exceso de liquidez -impresión libérrima de billetes, de papeles pintados- está facilitada por los bancos centrales y permite a los que acceden a dinero extra inversiones que al final toman forma en burbujas que se ven "temblar súbitamente y quebrarse" como dice Antonio Machado de las pompas de jabón.
Las burbujas especulativas se producen en todos los mercados: de las flores, del arte, en las acciones, en los clubes de fútbol, en el mercado de los autos, en las criptomonedas.
Burbuja de los Mares del Sur
En 1717 (año de la creación de la masonería especulativa en Inglaterra) el parlamento británico otorgó a la Compañía de los Mares del Sur un préstamo generoso para expandir los negocios. La compañía tenía el monopolio del comercio con las colonias españolas en América. Propagó rumores sobre las maravillas de sus expediciones comerciales, que respetaban más la conveniencia que la verdad y determinaron tanta alegría en los especuladores que las acciones pasaron de 128 a 1000 libras.
El súbito interés por el mundo especulativo llevó a muchos comprar títulos de otras firmas además de Mares del Sur, que denunciaban ganancias presuntas, publicitadas pero no respaldadas.
Los ahorristas invirtieron hasta donde pudieron y lamentaron no poder más; cuando se les terminaron los ahorros empezaron a compar títulos con dinero que les prestaba la misma compañía de los Mares del Sur. Cuando los ahorristas sin dinero vendieron sus acciones para hacerse de efectivo, los precios de las acciones cayeron, muchos bancos se fundieron y la economía sufrió un gran sacudón.
Se estrelló la calle de la pared (Wall Street)
El 24 de octubre de 1929 los títulos que se cotizaban en la bolsa de Nueva York, Wall Street, se desmoronaron; el pánico salió a la calle y se convirtió en miseria para todos, incluso lo que jamás habían especulado. El lunes siguiente a aquel jueves, el "lunes negro", la fiebre especulativa que venía creciendo desde el comienzo de la década se acabó, se terminó la timba de ganancias fáciles, las empresas quebraron y millones se arruinaron incluso sin saber por qué.
Fue el inicio de la gran depresión que se desparramó por el mundo. En la Argentina se conoció como la década del 30, aludida en una letra de tango: "dónde hay un mango, viejo Gómez, los han limpiao con piedra pómez"
Punto final para "punto.com"
La fama suele ser mala compañera para el famoso, que siente que el limbo en que vive es terreno seguro, la verdadera realidad, hasta que una caída le devuelve el contacto con el suelo que ya no pisaba.
A fines de los años 90 las compañías que prosperaron gracias al auge de internet tuvieron su momento de gloria en ese limbo, porque las nimbó la fama, pero sin respaldo de ganancias.
Entonces la cotización de algunas empresas tecnológicas creció enormemente sin acompañamiento de ingresos reales.
Los emprendedores se hicieron multimillonarios, algunos son los hombres más poderosos hoy, pero los inversionistas que entonces adquirían todos los títulos que pudieron padecieron un derrumbe que los dejó secos.
En esta ocasión Alan Greenspan advirtió sobre la "exuberancia irracional" de los precios, pero el delirio inversión no se frenó por un anodino consejo sensato, y terminó estrellado cuando se impuso que las compañías que prometían el cielo no eran rentables y no podían viajar tan alto.
En octubre de 2002 el índice cayó abruptamente y provocó una recesión en Estados Unidos que tuvo efectos en otras partes del mundo, debido al tamaño de la economía estadounidense y a su influencia ecuménica.
La crisis hipotecaria
La crisis económica iniciada en 2007 estalló cuando no fue posible contener la gran burbuja de las hipotecas tóxicas o "subprime", que eran créditos que entregaban los bancos estadounidenses a clientes sin capacidad de pago.
Los bancos agruparon estas hipotecas en paquetes heterogéneos que se revendían en el mercado financiero, que es una sala de juego de proporciones mundiales. Allí si el que pierde es demasiado rico se lleva a la tumba a mucha gente, como los déspotas de antaño.
El estallido se produjo cuando los deudores no pudieron pagar, como era previsible porque eran insolventes, los precios de las viviendas cayeron y millones de personas fueron a vivir en carpas en países del "primer mundo".
Cayeron las bolsas, creció el desempleo, se tambaleron los bancos, entre ellos uno de los más gordos, Lehmann Brothers
Crisis como la peste
Hace más de un año, la gente debió encerrarse por orden del gobierno, como de nuevo ahora, presuntamente para protegerse de la peste. Lo hizo en general dócilmente, preguntando quizá qué pasó, por qué de pronto la prisión cuando todo estaba bien, y cuándo volvería la "normalidad" que era el mal al que estaban acostumbrados y empezaba a parecerse al bien gracias a una presión desinformativa abrumadora.
El gobierno mundial ya constituido, por ejemplo en algunas organizaciones de las Naciones Unidas dirigidas a la salud y al comercio, está orientado por el capital financiero, que hace medio siglo encontró el límite de su capacidad de expansión. Eso era un mal signo, porque como saben los estrategas, cuando una frontera no se expande, retrocede.
En 2008 el sistema occidental sufrió la crisis de Lehmann Brothers, el primer toque de la quiebra actual. La situación se palió hasta 2014, pero desde entonces las crisis fueron cada vez más frecuentes, hasta la actual, disimulaba bajo la peste del Covid 19.
El modelo económico está en una quiebra de la que no puede salir por mucho que se impriman dólares: vivimos el fin de un sistema agotado y el inicio de otro que tiene el rostro en ciernes, presumiblemente feo
La deuda planetaria que acumuló el capital financiero es un número de dólares con 15 ceros. Es impagable, el mundo está quebrado, el modelo posindustrial está terminado. El problema es qué hacer con 7000 millones de personas que sobran, sin industria de entretenimiento ni turismo. Y ese problema no tiene solución a la vista.
La actual dictadura con el coronavirus como pretexto es el paso de un modelo a otro. Hasta ahora hubo una fachada democrática que caerá y aparecerá la realidad. Estamos entregando la libertad por miedo, a cambio de algo impreciso que nos proteja de un mal más fantástico que real. Hemos ido demasiado lejos.
De la Redacción de AIM.
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